jueves, 31 de diciembre de 2009
Tres Reyes y Un Destino
martes, 24 de noviembre de 2009
150 años de hombres-mono
domingo, 15 de noviembre de 2009
Bajo la sombra de Maimónides
“Amad la sabiduría, buscadla como la plata, rastreadla como un tesoro oculto.
martes, 3 de noviembre de 2009
La lumbre de Montauban
domingo, 18 de octubre de 2009
Ágora, o la parábola del círculo
"-Sí que pueden volar, lo que pasa que a los patos del parque les cortan las alas, para que no marchen."
lunes, 28 de septiembre de 2009
De vuelta
La vega de los ríos Narcea y Nalón, Pravia, en las medianas luces de la tarde
en un día de finales de verano.
sábado, 18 de julio de 2009
El vuelo del fénix
viernes, 29 de mayo de 2009
La semana que viene... ¡hablaremos del Gobierno!
Pongo la tele y escucho y veo a un político dando un mitin mi mente traduce, automáticamente, y de repente le escucho hablar como Antonio Ozores: "Es una vergüenza que el Gobierno no... bocadillo de mortadela señal de tráfico en ambar culebra roja de chorizo eso no se dice caca chuletas de bacalao en Logroño ay ¡¡noooo hija no!!".
Zapeo. Zap zap zap.
Ahora ya estoy listo. Estoy en la realidad del país. Huela a mierda.
Zap Zap. ¡Zap Zap!
Por favor, que se abran los cielos y por ellos descienda un haz de luz que nimbe a Tip y Coll vestidos de frac.
Porque no quiero hablar del Gobierno.
miércoles, 6 de mayo de 2009
Abuelita
Es curioso y extraño a la vez, y quizá también, desde cierto punto de vista, sea comprensible. Hace ya más de dos años y es ahora, justo en este entretiempo, cuando empiezo a echarla más de menos.
Como siempre, a Rubén se le quedan miles de palabras que decir, miles de cosas que preguntar, miles de ansias por saber más que ahora a la fuerzo debo reprimir. Tantos momentos que pude vivir y que ahora se conforman con ser imaginaciones y fantasías que se pierden en mi cabeza. Tengo la sensación que se fue sin que yo la conociese bien, realmente. Hoy, no es el deseo por investigar la vida de alguien perfecto lo que me mueve a verter en estas líneas mi ignominia mental. Es, en cambio, el lamento lánguido de no poder ver a una persona como fue, con sus luces y sus sombras. Y el problema es precisamente ese: yo tengo alguna luz, pero sobre todo tengo sombras.
No sé por qué escribo esto hoy. No es ninguna fecha especial, ningún día señalado ni efeméride alguna. Pero tengo que hacerlo, aunque no lo lea nadie.
Abuelita la llamé siempre. Miento: hace algunos años improvisé formas de llamarla más acordes con el paso del tiempo, o eso creía yo, al menos. Pero al final, se impuso ese Abuelita ya que, con solo evocar esa palabra, me llevaba inmediatamente a su rostro. Y era este afable, al menos tal y como yo creí conocerlo, ya vetusto, la piel tersa, curtida por años y años de esfuerzo y trabajo.
Recuerdo que en febrero de 2007, en el funeral el cura se refirió a su sonrisa. Tenía razón. Era una sonrisa especial, porque estaba cimentada en su creencia de que toda la gente puede llegar a ser buena, si se lo propone.
Seguro que sufrió, en mayor o menor medida, interiormente, en silencio, cuando yo me aparté de la Iglesia. Devota católica, convencida en la Redención de los pecados, y en la infinita misericordia de Dios, vivió teniendo presentes esas Escrituras que su madre, mi bisabuela María, le inculcó desde niña. Yo mismo he podido ver, en estos dos años, un misal, un catecismo y un devocionario firmados por una joven Pacita Pérez Fernández, 1929.
Su aparición al final de mi pequeño relato histórico publicado aquí hace semanas, "Abril: entre Avilés y la Puerta del Sol", como una jovenzuela que se dirige, en su primer día de trabajo, a la redacción de "La Voz de Avilés", es solo una gota en el mar que no le hace justicia. Ella misma podría haber escrito un relato mucho mejor, que podía haber titulado "Cómo sobrevivir en España en los años 50 con un marido enfermo en cama, una hija pequeña, un hijo aún bebé, una vaca, cuatro conejos, seis gallinas y un pedazo de tierra".
Pero todo esto, ahora, me queda muy grande. Es mucho más grande que yo. Casi me parece una falta de respeto hablar de ello. No debería ser así. Pero lo es. Sé que ella quería a todos por igual, pero también sé que yo no era su nieto predilecto. Pero también sé que eso no cambia nada. La vida somos nosotros mismos y miles de circunstancias cambiantes que nos acechan por doquier.
También sé que nunca nos vimos mucho; al menos, no muy a menudo. Quizá por eso sea ahora, más de dos años después, cuando más noto su falta. Muchas veces la perspectiva de que no haya nada Después, salvo Vacío, me acongoja y tengo que auto-obligarme a pensar en otra cosa; y otras veces me gusta pensar que tal vez esté por ahí, no sé si arriba, abajo o simplemente por Ahí, observando cómo su nieto no-predilecto, se lamenta él solo, en silencio, sin contarlo a nadie, a veces a oscuras en la cama, de noche, a veces paseando a día abierto, por no poder sentarme a su lado ahora mismo, en la cocina, oliendo a madera vieja y a carbón quemado mezclado con la última comida del día, y poder pregutnarle cosas; muchas. Todas. Yo, tanto tiempo alardeando de mi gusto por la Historia, y tenía al lado Historia Viva nacida desde 1916. Ella quizá tenía metido en la cabeza, aún, el ronco zumbido de los Fiat italianos sobrevolando las calles de Avilés, soltando la metralla en los tejados de la plaza de Abastos y derruyendo parte de la fachada del ayuntamiento, en 1937.
A lo mejor ya no lo recordaba. Pero a lo mejor sí. Y yo, debería habérselo preguntado, para atesorar ese recuerdo y transmitirlo a los que vengan después.
Fueron 91 años de lucha, de brega, de trabajo constante.
Y fue quizá una corazonada, lo que me llevó a visitarla en vísperas de mi viaje a la Capital, en agosto de 2006. Fui solo, pero tenía la sensación de que aquella oportunidad no podía dejarla escapar una vez más. Y menos mal. Hablo conmigo sin darse importancia, aconsejándome con una humildad impropia de alguien que con 91 años aconseja a otro alguien de 26. Lo que me contó no voy a reproducirlo aquí. Sólo diré que fue la vez que más cerca de ella me sentí, como si supiera que estaba siendo la última.
"Cuando vengas, ven a verme a mí también". Una vez más Rubén incumplió su palabra. Parecía que ella siempre estaría ahí, que siempre estaría bien. Sólo era descolgar el teléfono, sólo era doblar a la derecha en lugar de seguir de frente. Pero un día ya no estuvo. La voz de mi madre (no podría haber otra voz mejor para eso) me lo hizo saber, ese febrero de hace dos años. Se había ido.
No llegué a tiempo. Sólo para llevarla en el último tramo, la última salida. Era febrero pero hacía un extraño día de primavera. Un sol manso, tranquilo, una luz reposada. Una pura metáfora de esa sonrisa que, ahora, solo podía evocar en mi mente.
Ahora, la echo de menos. Quien quiera que lea esto, quizá no le sirva para nada, y quizá, tal vez, contribuya a hacer reflexionar sobre aquellos que siempre están ahí y que, a lo mejor por eso, no tratamos como realmente merecen. Luego, el lamento es tan sólo la frustración de un deseo.
Te echo de menos.
Epílogo.
Meses después. Tarde gris. La casa en silencio, el viento agita su soledad impuesta. En un acto reflejo, golpeteo el cristal de la cocina. Nadie responde. Oscuro. Ana me aprieta la mano. Me esfuerzo en llorar, pero no me sale el llanto. Del rosal arranco una flor, y allí, en el alféizar de la ventana, solitaria, la dejo tendida.
Ojalá nunca se marchitase.
Ahora sí. Ahora, ya me sale el llanto.
P.D. Papá, este va para Tí.
viernes, 1 de mayo de 2009
Músicas de Cine
Y la imagen en mi retina del Maestro Howard Shore marcando el compás 5/4 sincopado del tema de Isengard (La Comunidad del Anillo), o la dirección de su obra maestra, el tema Arden las Almenaras. "Ligthing of the Beacons" (El Retorno del Rey), donde exprime a la orquesta en un tutti (la totalidad de instrumentos tocan a la vez) dirigiéndolos a todos y elevando el nivel compositivo para cine a la enésima potencia.
Un aparte dedico a una película española con música vivaz (¡al fin!): La Conjura de El Escorial, infausta obra del cineasta Antonio del Real, mala película en la cual tan solo salvo el vestuario, las localizaciones, a Juanjo Puigcorbé (hace un digno Felipe II) y, sobre todo, la música de Alejandro Vivas. El propio compositor me firmó el disco, al final del concierto, estrechándole yo la mano. La suite de temas de esta película fue bien tocada, destacando su Réquiem (Ana me enseñó su piel de gallina) y la vivaracha Lucha en el Mercado, un gran tema que a muchos recordaría a la música de Piratas del Caribe, como yo mismo susurré de nuevo a Ana, pero que, pensándolo mejor, recuerda más a las obras de W. Korngold, un compositor de los años 30 que a todos os la traerá al pairo, pero que musicó grandes obras marinas como "El Halcón del Mar", para lucimiento del saltarín y galán Errol Flynt.
Howard Shore se retuerce conduciendo su Sinfonía en Tres Movimientos
martes, 14 de abril de 2009
Abril: entre Avilés y la Puerta del Sol
miércoles, 1 de abril de 2009
El parte de guerra
-...a ver qué te parece así, Pacón -Franco da media vuelta en su paseo sobre la alfombra de Rangún decorada con madreselvas doradas y alisos extendidos sobre campánulas grises, y blande varios papeles pintarrajeados en la mano derecha. Se aclara la voz y lee, melífluo-: En el día de hoy, primero de abril del tercer año triunfal... -tose, inseguro, reponiéndose al instante- las tropas españolas les hemos dado pal pelo a las hordas rojas... No no , espera Pacón, tacha esto último.
Francisco Franco Salgado-Araújo, alias "Pacón", primo del otro Franco, tacha las últimas ´palabras y vuelve la mirada a su primo caudillesco, poniendo los ojos en blanco de cansancio cuando el primísimo no le ve.
-Tranquilo Paco, tú a tu ritmo.
Franco echa a su primo una mirada por encima de los papeles.
-Qué quieres decir con eso de "a tu ritmo".
-¿Perdón?
-Sí sí, ese tonito.
-Eh... ¿qué tonito, mi general?
-Ah, ahora soy "mi general"...
-Siempre lo has sido, Paco.
-Ya...
Franco se pasa la punta de la lengua por el bigotito y le deja a su primo, de soslayo, una miradita muy suya, de esas de "ya hablaremos tú y yo luego".
-Apunta, Pacón: En el día de hoy blablabla... las tropas nacionales han limpiado... No. Han vapuleado... No. Les han dado por... No. Pacón -el caudillo pone ahora voz sibilina-, ¿tú cómo lo pondrías?
Ante esa disyuntiva histórica, a elegir entre lo que su primo quiere decir pero se ve incapaz de poner en papel, y lo que el último parte de guerra debería decir, Pacón, como buen gallego, no opta ni por lo uno ni por lo otro.
-Yo llamaría a Ramón, Paco.
Franco acepta, con la expresión de admiración escondida por el requiebro de su primo.
-Sí. Que se presente Serrano.
Al punto, entra Ramón Serrano Súñer. No como Franco, sino carente de tripilla, alto, gallardo, al que en petit comité las mozuelas (y no tan mozuelas) llaman Jamón Serrano.
-Mi general.
-Sí, Ramón, estamos redactando...
Franco hace una explicación somera, pero se queda a la mitad, sumiéndose en un silencio ambigüo. Pacón termina de explicar el tema.
-Yo pondría lo siguiente, mi general: "En el día de hoy, cautivo y desarmado el ejército rojo, han alcanzado las tropas nacionales sus últimos objetivos militares. La guerra ha terminado. Burgos, 1º de abril de 1939, año de la victoria. El Generalísimo Franco."
Franco entorna los ojos, procesa la información, en silencio. Pacón suspira, aliviado. Serrano se mantiene en pie, heroico en su uniforme oscuro y su camisa azul que le quedan como un guante; pero no como un guante cualquiera, sino como un guante de seda (de seda de la buena).
-Podría ser -dice Franco, al cabo-. Que lo lea ese locutor, Fernández de Córdoba. Ahora, juguemos al mus. Pacón, haz preparar la mesa. Que venga Carmencita, tenemos que ensayar antes las palabras a los niños alemanes.
-Sí, Paco. Osea, mi general.
-Bueno -murmura Franco entre dientes cuando nadie le oye, salvo la Historia de España que ya le dedicó un artículo tiempo atrás en este mismo blog-, bueno bueno, qué duro es gobernar.