martes, 22 de marzo de 2016

El pequeño héroe anónimo del Ala 11



De pequeñas acciones está el mundo lleno. Solemos acordarnos de las grandes, sobre todo en los días señalados al efecto por la efeméride de turno. Pero yo quisiera resaltar hoy y ahora, a destiempo y sin motivo aparente, un par de cosas sobre lo que pasó el 23-F-1981.

Hemos escuchado hasta la saciedad la frase "y Milans sacó en Valencia los tanques a la calle". Y luego que los retiró cuando el Rey le llamó por teléfono, más allá de las 2 de la madrugada. Jaime Milans, es de sobra sabido, eran el capitán general de la III región militar (división territorial de defensa extinguida en 2002), la de Levante. Media hora después de que Tejero tomase el Congreso, se transmitió en la capitanía general de Valencia, por radio, la palabra clave: Miguelete.

[Nota aparte: cómo somos los de aquí, ¿verdad? Ni Tormenta del desierto, ni operación León Marino, ni Barbaroja, ni operación Overlord (o sea, Normandía)... Aquí con Miguelete vas que chutas. Tengamos en cuenta que toda la operación marco de este golpe blando o bonapartista era la Operación De Gaulle... copiando nombres, y todo].

Dieron así comienzo las operaciones Alerta Roja y Turia (al menos, la nomenclatura era más épica). No era cosa de broma: 60 vehículos de combate y 2.000 soldados de la División Maestrazgo III, con sede en Bétera y Paterna, se desplegaron por Valencia en dos anillos estratégicos, provistos de 12 tanques M-47 (fabricados en EEUU en los años 60) artillados con un cañón de 90x38 milímetros y tres ametralladoras Browning, escoltados por tanquetas patrulleras y varios vehículos de apoyo logístico con combustible, agua, comida, artillería pesada y material antiaéreo. El despliegue es de manual: rápidamente toman el gobierno militar y el gobierno civil, el Ayuntamiento (el alcalde, que estaba dentro, huye al escuchar radiado el parte rebelde de Milans... justo lo contrario que un tal Julio Anguita, alcalde de Córdoba, que se encerró en su despacho y depositó sobre su mesa de trabajo un revólver 9 corto... no es comparar: es referir), la Diputación, la Jefatura de Policía, los medios de comunicación (transmitiendo el Bando de Milans por radio), Correos y la estación de autobús. El Jefe del Estado Mayor, general Gabeiras, aún tardará 2 horitas en enviar a Valencia la contraorden, mediante la red TAC, telex número 169: "Poner en marcha BERTA 2. Acuartelamiento de unidades". ¿Qué pasó en esas 2 horitas? Ahí entrará el personaje anónimo.

Entre tanto, sin que casi nadie lo sepa (salvo los que estaban en la harina), un avión awacs de reconocimiento estadounidense (oh, qué raro) despegó de Lisboa y sobrevuela todo el espacio aéreo español. En multitud de bases y cuarteles españoles se suprimió la orden de paseo, tradicionalmente a las 17:00h. Ya no digamos las bases norteamericanas de Morón y Rota, en alerta máxima desde dos días antes. No creo en estas casualidades, amiguitos.

En Madrid, parte de la división de élite Acorazada Brunete había tomado ya la carretera de Burgos en dirección a Madrid desde la base de El Goloso. Cuando el general Juste, jefe de esa división, regresa por sorpresa al cuartel (estaba de maniobras en Zaragoza), emite la contraorden: las primeras unidades mecanizadas ya tenían a la vista la plaza de Castilla (aún sin las torres Kio, que son de 1996). Como dije, no era cosa de broma. El Paseo de la Castellana estaba a tiro (nunca mejor de dicho) de piedra. Cuando el general Juste paraliza la operación tras hablar con Zarzuela (concretamente con Sabino Fernández Campo), las unidades se apartan a las cunetas y dan media vuelta. El general Víctor Lago Román, que manda los boinas verdes en Madrid, le dice a Quintana Lacacy, capitán general de Madrid, que 300 hombres están preparados para parar a cualquier carro de combate en plena calle... El ambiente era genial para ir de vermout.

[Nota: tanto Víctor Lago como Guillermo Quintana Lacacy serían posteriormente asesinados por los terroristas de ETA]

En Valencia, una columna blindada rebelde toma el camino de la base militar aérea de Manises. Los conductores de los tanques tienen prohibido comunicarse entre ellos, pudiendo solamente establecer comunicación con el sargento primero de turno a través del interfono. Mientras tanto, varias capitanías generales se van sumando a la rebeldía, y otras permanecen dudodas. El parlamento está secuestrado, y el jefe del Estado, a la sazón Juan Carlos, desaparecido (no en combate). Milans del Bosch, militar de prestigio técnico, será un golpista, pero no es precisamente un mindundi: como buen general, tiene un plan alternativo, un plan B; y éste consiste en marchar sobre Madrid por la Nacional-III (320 kms) con todas las unidades de la división Maestrazgo para, con ello, arrastrar tras de sí a las capitanías y divisiones dudodas (imaginemos que se juntasen la Brunete y la Maestrazgo en maniobra de arco envolvente sobre Madrid... tontos no eran).
Tanque delante de la Capitanía de Valencia
Las unidades se acercan a Manises, tanto que ya se divisan desde la propia base. Entonces aparece nuestro hombre: el coronel del ejército del aire que comandaba la base. Al ver la columna llegar, llama por teléfono al ayudante de Milans, un tal Ibáñez Inglés, y le suelta algo del tipo:

-"¿Qué cojones estáis haciendo?". 

-"Los tanques son para proteger la base, mi coronel". 

-"Y un carajo". 

Tras un breve parlamento entre ambos, la charla no debió ser muy amena, porque el coronel se negó a sumarse al asunto. Es más: Ibáñez le cuenta, suponemos que para amedrentarlo, el plan B. Veamos la respuesta de nuestro hombre:

-"Te advierto que, como anden un kilómetro más, tengo un Mirage-III [cazabombardero de combate] en pista y otros dos preparados que salen y de tus carros de combate no dejan ni los restos."

Todo el escuadrón de Manises se puso en alerta máxima. Varias unidades arrancaron los motores y se pusieron en posición en las pistas de despegue: si la maniobra del plan B (avanzar sobre Madrid) se hubiera puesto en marcha, varios cazabombarderos con misiles aire-tierra hubieran salido como flechas para bombardear todos los puentes de la carretera Nacional III y cerrar el paso a los carros de Milans, destruyendo también las gasolineras de toda la autopista. Milans, por su parte, había ordenado situar artillería de campaña con orden de tirar sobre las pistas y edificios de la base de Manises en cuanto se diera la orden. La escabechina pudo ser pequeña.

Lamentablemente, este pequeño héroe anónimo es eso: anónimo. No he sido capaz de encontrar su nombre por más que he rastreado. Solamente podría aventurar un nombre: el del coronel Enrique Ortíz de la Cruz, pero no puedo asegurar que sea nuestro hombre.

Tendré que seguir buscando. ¡Menudo ladrillo!
Portada del New York Times