miércoles, 6 de marzo de 2013

En la Espesura...

Leyendo sobre Carl Sagan llegué a varias páginas de blogs y de la enciclopedia popular wikipedia que versaban sobre temas que, realmente, siempre me interesaron. Uno se pone a leer sobre ello y ya no sabe con qué quedarse. También he descubierto términos nuevos para mí, como "Malteísmo" (creencia en que Dios es cruel) y "Misoteísmo" (odio a Dios o a los dioses). 
Y tampoco deja de ser una realidad el hecho de que, en nuestros círculos sociales (familia, amigos, conocidos o compañeros del trabajo), se suele ser bien reacio a hablar de estos temas bien a despacharlo con una sentencia breve y que apenas deja lugar a más cosas, como por ejemplo "soy católico", "creo en Dios pero no en la Iglesia", "no creo en nada" o "creo que algo tiene que haber, pero no sé el qué". 
Por supuesto, todo esto es algo personal y si se quiere hablar de ello hay, en mi opinión, que hilar muy fino y con mucho tacto y tiento. La experiencia me dice que cualquier palabra o expresión puede herir conciencias y levantar susceptibilidades sin que tal haya sido la intención primigenia. Sin embargo, a mi entender, no es menos cierto que nosotros, personas de a pie, no manejamos estudios ni tratados filosóficos más allá del colegio y el instituto, ni nuestro pensamiento al respecto se basa en nada que vaya más allá de nuestro propia experiencia o en las experiencias de familiares o/y amigos cercanos, así como en lo aprendido en el colegio etcétera. Obviamente, estoy generalizando. 
No quiero derivar al viejo debate, interesante por otra parte, sobre Ciencia y Fe. Por contra, voy al sentimiento personal, a esa tremulación del espíritu inherente a casi todo ser humano, crea o no crea, sea del Real Madrid o del Barcelona. 
Cuantos más años tengo y más aprendo, más me cuesta definirme, si bien tampoco hay obligación de hacerlo, por supuesto. En materia cultural, por ejemplo, me inclinaría hacia el Deísmo (el conocimiento de Dios podría llegar a explicarse mediante la Razón) sin duda antes que al Teísmo (Dios se revela a sí mismo o mediante terceros). Obviamente, mi sustrato cultural heredado, del que filosóficamente no reniego, es cristiano católico. Será la edad, pero me parece absurdo y de poco interés renegar de ese sustrato (repito, filosófico) para, a través de esa negación, crear tu propia identidad. Por ejemplo, "soy un no-católico", o "soy un odiador del catolicismo". Condenar tal cosa al ostracismo es apartarse igualmente de San Agustín, de Santo Tomás de Aquino, de San Juan de la Cruz, de Santa Teresa de Ávila o, de alguna manera, del propio René Descartes. No hablo de Papas ni concilios ni de curas. Eso, y la herencia social, política, económica y mental (que no filosófica) de la iglesia católica, lo dejo para otro día. 
Hoy por hoy me parece más adecuado en mí mismo, en lugar de construir desde la negación de lo otro o lo contrario, prefiero fabricar mi propio humus mental recogiendo de aquí y allá en lo que el propio Juan de la Cruz llamó "adentrarse en la espesura".
Veamos. Me gusta, como corriente de pensamiento, el  Panteísmo (identificar a Dios con la Naturaleza). No conocía el Pandeísmo (combinación de Panteísmo y Deísmo), que viene a decir que Dios existió para crear el Universo y que, al crearlo, dejó de existir. En este sentido, seríamos "los restos de Dios". Tampoco sabía de la existencia, como término, de la Irreligión: no seguir religión alguna pero poder creer (o no) en lo sobrenatural. Curioso e interesante. 
Agnosticismo y Ateísmo es otro cantar. Taxonómicamente, hay agnósticos fuertes, débiles, apáticos, interesados, modelos y activos. Por ejemplo, el propio Carl Sagan era ateo agnóstico, puesto que aunque pensaba en la no existencia de Dios, científicamente se veía incapaz de demostrar esa no existencia.
¿Qué diablos soy yo? No quiero caer en la trampa de la auto-etiquetación, ni practicar demagogia o reduccionismo. Hablo de cómo calmar mi sentido de trascendencia. Creo, por ejemplo, que soy alguien bastante espiritual, que no espírita como Arthur Conan Doyle. No sigo ni activa ni pasivamente religión alguna (Irreligión), aunque como dije antes no reniego del sustrato cultural cristiano que hay a mi alrededor y en mí mismo... pero nada más allá. Creo que hay cosas que no podemos explicar, hoy por hoy; mañana quizá sí. Evidentemente, la idea de morirme no me gusta un pelo, y como todo espécimen terráqueo lucho por mi supervivencia. Creo en la Evolución Darwiniana (corregida y aumentada, que ya llovió), en la Ciencia y en la Razón. Me gustaría profundamente reencontrarme con mis seres queridos y, tras la muerte, seguir siendo consciente de mi propia existencia (¿a quién no le gustaría eso?). Me gustan el Humanismo, el Idealismo, y la Justicia Social (no así la Caridad, el Paternalismo y la Condescendencia Trascendental). Tambien sé que nos acabamos pudriendo como materia, huesos y polvo. Creo en la existencia de lazos fuertes, mentales, espirituales y químicos como el Amor y la Amistad, los cuales pueden llegar a no pudrirse jamás...
...¿Teísta? ¿Ateo...? En puridad filosófica, soy Agnóstico: ni sé ni puedo saber si existe un Dios o algún tipo de existencia tras la muerte de la materia. No lo sé. Más allá de la filosofía y más en el ámbito tan personal de la creencia pura y dura, no creo que exista Dios alguno que nos supervise, vigile o guíe. Lo cual no es óbice ni me impide plantearme, a veces, la supervivencia de nuestra energía, quizá más allá de las estrellas, canalizada en el amor que sentimos en vida. Quizá nos fundamos con la Naturaleza, no sé si solos o acompañados. 

Quizá haya parido (como diría Sócrates siguiendo su Mayéutica) un artículo muy espeso... Pero ya estoy cansado de que se premie la inmediatez, que no se estile la reflexión sosegada, que no nos dejen pensar... Y es que hay mucha espesura. Tanta que necesitaría dos o tres vidas más para siquiera empezar a entender algo, creo.