lunes, 15 de diciembre de 2008

Alcordanza d'Asturies

(Recuerdos de Asturias)

En ocaciones, el tiempo demuestra que estabas equivocado; y en otras ocasiones, ese mismo tiempo imparcial e inexorable, demuestra que sí que la tenías. Pues bien, hace muy poco sucedió esto último, pues las premisas contenidas en el artículo "Amigos de Prestado" volvieron a cumplirse: el núcleo duro volvió a reunir sus mesnadas y no contentos con eso, realizamos una dominguera excursión por esa tierra de niebla y hierba fresca que se llama Asturias.
¡Ay, mi Asturias del alma! Cuánto te extrañamos, los que estamos fuera, más allá del último relumbre del último cordal de la Cordillera que te une y separa de la vieja Castilla. ¡Ay, mi Asturias, que entre unos y otros llevan siglos maltratándote como a una Cenicienta cualquiera! Pero tú no tienes calabaza para convertirse en carroza, Asturias: tú aguantas y aguantas, tanto la furia del mar como la lluvia que cala hasta el tuétano; tanto el gélido nordeste como la nieve posada sobre el corazón de tu entraña.
¡Ay, mi Asturias! Eres víctima de unos políticos malsanos, vetustos, unos políticos políticamente acabados, que no hacen sino arrojarte tierra encima desde hace años. Un centro focalizado en el poder de Oviedo y en las inversiones y detalles que se lleva Gijón, cuna de tu Presidente, como en los mejores tiempos del caciquismo. ¡Qué contentos estarían Cánovas y Sagasta, viendo que su obra perdura indeleble en aquella tierra bendita!
Pero ojo, yo no quiero un Don Pelayo, no quiero un salvapatrias, aunque tu Presidente sea presa en tres tramos de idiotez, de la Federacion Socialista Asturiana y de su propia caducidad como político, y a su vez, la FSA sea presa de la idiotez entera.
¡Ay, mi Asturias! Que ni fuiste cuna de España ni nada que se le parezca, pero en cambio has sido cuna de nuestro sudor, nuestros ancestros, y nuestros sueños por verte liberada y en paz, y eso, en confidencia, vale mucho más que cualquier patria.
Volví a sentirte hace poco, mi Asturias, recorriendo tus arterias más profundas. Protegido por el calor del núcleo duro, y tras llegar a mis diez minutos tarde de rigor, para mayor gloria y honra de Luis, nos embarcamos en un pequeño viaje a través de tu piel de valle y montaña, de viento frío que corta el aliento y de mirada perdida tras el cristal con un café humeante en las manos.

Desde Avilés partimos dirección Belmonte de Miranda, parando primero en Cornellana y su barroco monasterio del siglo XVII. Tras el matutino café de rigor, y los pertinentes asemeyos (fotografías), proseguimos viaje por tus caminos sinuosos, tus repechos repentinos, tus curvas revoltosas, el río Nalón regando a nuestra siniestra la ribera del camino, llegando a Belmonte: un pueblo abigarrado enmarcado en la indisoluble belleza del valle de Somiedo. Allí, tras haber contemplado la faraónica obra de un tal Mijares, ingeniero, buscamos el placer del paseo previo al yantar, dedicándonos luego a él con fruición: degustamos jabalí como si nosotros mismos hubiéramos dado caza a tan temida bestia boscosa. Las mesas de madera, las ventanas abiertas al valle mientras el humo escapaba gris de las chimeneas del pueblo, dotaron de un sabor especial, único, a toda la maravillosa velada.

Para relajar nuestros estómagos dedicamos un buen rato a pasear junto al cauce del río Pigüeña, adentrándonos en el corazón del pueblo casi hasta la raíz misma de la montaña. Mientras tanto, tú, mi Asturias querida, te ibas enfriando soplando sobre nuestras cabezas ese aliento tan sinceramente frío que hasta las pupilas tiemblan bajo su poder.
Con las últimas luces del día, mientras en el cielo eran todo desgarros de ocre y ámbar, y las nubes se estiraban por encima del cordal sobre el valle del río Narcea, detuvimos en su cumbre los coches para admirar una vez tu increíble belleza. Al fondo, serpeando como una cinta de plata sobre una serpiente gigantesca, el estirado embalse de Calabozos ofrecía un magnífico retrato de lo que tú eres: hermosura sin límite, grandiosidad sin ostentación, callada belleza dentro de un mundo que apaga su luz mientras tú pareces meditar en silencio.

Todo enmudece, incluso en la cima del cordal. Por un momento me alejo de todos y miro hacia el valle, yo solo (gracias Luis, por esa foto traidora): tú y yo nos miramos, frente a frente aunque mis ojos nunca puedan abarcarte del todo. Entonces me sincero contigo, mi Asturias del alma, y te confieso cuánto te echo de menos y cuánto necesito saber que, con los años, pervivirás así, sólo cambiando en lo imprescindible.

Casi al abrigo de la noche arrivamos a Tuña, realizando parada en la cafetería del hotel obra de nuevo de un tal ingeniero Mijares. Ahora los rostros son más serios, los ojos quizá cansados de tanta belleza, con esa agradable sensación de estar entre personas a las que quieres y a las que no hace falta decir nada, cuando no salen las palabras.



Sobre el puente romano afloran los recuerdos de este historiador, rematándolo el homenaje a Rafael del Riego, foto incluída con Manu señalando, ambos, la bandera republicana que encintaba la corona de flores puesta bajo el pedestal del general antuñano.
Tras los abrazos de despedida, de vuelta a casa, me sumo en mis pensamientos solitarios y apenas digo nada, si es que algo llegué a decir. Es como besar a tu amada y dejarla marchar una y otra vez.
Sigues en manos de botarates arrastrados, empeñados en ennegrecerte el corazón y en despoblar tus alas. Pero ahí sigues, pues tu espíritu se alimenta de los ojos que te miran con respeto, admiración y orgullo.


Asturias, cuánta alcordanza.

martes, 9 de diciembre de 2008

Mi abuelo

Estaba allí, de pie, observándome con una silenciosa sonrisa en sus labios finos. En los ojos castaños se reflejaba, en cambio, un indisimulado orgullo mientras yo deslizaba torpemente mis dedos sobre las teclas del piano. Al instante, las notas fluyeron para él sin que ellas, ni yo mismo, ni nadie, lo supiera; era un secreto pequeño y hermoso.
Podía ser, tal vez, la melodía de toda una vida. Tal vez, un pequeño gran homenaje hacia su figura. No era ésta imponente ni adusta, no era grande ni tampoco lo contrario. Era... ecuánime.
Su piel morena aún brilla en la memoria, al igual que aquella risa abierta y franca que pocas veces regalaba a casi nadie.

Estaba allí, años antes, de pie, mirándome mientras sonreía desde el corazón, quizá porque ni yo ni nadie nos fijábamos en él. Allí estaba, divirtiéndose en mi contemplación: yo trataba de imitarle con un carretillo y una azada hechos por sus manos, a escala de su niño; un niño de cabellos revueltos y mirada perdida que sólo pensaba en qué habría más allá del último pinar que se veía tras la valla de la finca.

Estaba allí, su cabello corto, rizado y azabache, brillando tenue bajo el sol de verano. Su camisa azul, y sus zapatos, finos.
Estaba allí, con su llavero de Maestro colgado del cinto, y sus gafas grandes y doradas. En un momento me volví a lo lejos y me saludó alzando la mano, y en ella su anillo jalde atrapó el reflejo del cielo apenas un instante.
Estaba allí, con su bocata de sardinas, apurando el último culín de sidra de la tarde. Luego, los faros del coche alumbraban un regreso al que ya no puedo volver.

Ahora, el mundo sucumbe a un continuo atardecer dentro de mis recuerdos.
Ese telón, que cayó hace tiempo.

Pero él estaba allí, aplaudiendo la función del colegio en fin de curso. Estaba allí, en la iglesia, y en la arena junto al mar, y en la cabalgata de reyes haciéndome imaginar un paisaje plagado de nieve y peligros.

Allí, solo, sentado en silencio mientras el día se consumía en el horizonte, estaba.
Así le veía, solo, sumido en sus pensamientos creyendo que yo no le miraba.

También su cara oculta estaba, su reverso amargo, pero hoy no se ensuciará el recuerdo. No hoy.
Apagándose. Consumiéndose.

Estaba allí, mucho después, su esencia vagando en algún lugar incierto para los Hombres. Estaba allí, el rostro plagado de ángulos oscuros, hundido sobre sí mismo con unos ojos que no verían más luz, y un estertor de muerte que me robó un pedazo de mí que jamás podré recuperar.
Unas manos me rescataron de allí, y otras me alejaron de aquel lugar maldito donde a veces sigo preso.

Luego, el sol al fin se puso.
Ya no estaba allí.

Pero mi Padre sí.
Él invocó su recuerdo, mientras pequeñas gotas iridiscentes de agua y sal se perdían en el viento bajo mis ojos.

Todo cambió, entonces.
Volvió a estar allí.
Estaban juntos sus dedos sobre sus labios; estaba su mano agarrada a mi brazo mientras caminaba. Estaban las historias contadas, decenas, valiosas. Estaban los recuerdos que me regaló, que eran suyos, y que yo, ahora, guardo en mi propia memoria como el mayor de los tesoros.
Pero siento que dejó algo inconcluso, y que, sin decírmelo, me encomendó terminarlo por él.
Siento que la antorcha cada vez está más cerca. Una parte de mí teme que ese calor me abrase. Y otra, en cambio, ansía ese fuego.

Estaba allí, de pie, observándole en silencio. Despacio, me acerco a él. Le toco en la espalda. Se vuelve, le abrazo. Tres besos: uno por mejilla y uno en la frente. Lejos oigo voces que parecen susurros de la propia brisa, apenas confidencias del viento.
"-Estabas allí", le digo. "Caminando con el paraguas colgado del brazo, perdido entre los árboles del parque. Yo corrí hacia ti, pero no pude alcanzarte", le digo. "Perdóname".
Entonces él sonrió como sólo hacía aquellas pocas veces.

El sol se puso. El suspiro, se apagó.
Desperté de mi sueño y estaba solo, en mi cama. Al levantarme, con el corazón repiqueteando furioso en el pecho y un nudo atenazándome la garganta... noté un extraño calor en mi rostro.
Era el inconfundible calor de una antorcha.

Para ti, Mamá.
Gracias, Papá.
(Para todos los demás: perdonadme)

lunes, 1 de diciembre de 2008

Fabada y Nacionalismo

Entre la niebla del tiempo

Vamos allá.
Me encontraba yo en plena disquisición con los vales de descuento del DIA, cuando una idea que me llevaba rumiando muchos días, saltó a la palestra y domeñó mi psiqué.
Se trata del Nacionalismo.
Debo confesar que en mis años mozos, este fulano fue nacionalista. Primero español, y luego asturiano. Hasta que la Filosofía, la Experiencia, la Historia, los Viajes, los Libros y mis Padres me abrieron los ojos, agarrándome por la solapa y rescatándome de la Caverna platónica.
Así que desde hace ya bastantes años, este fulano es un anti-nacionalista convencido. Y bueno, por qué no hacer un artículo sobre el tema, me dije mientras preparaba la fabada para los próximos tres días (mis compañeros de la Notaría sufrirán las consecuencias, jeje). Además, fabada y nacionalismo van al hilo del tema, puesto que también me propongo hablar de Asturias.
Todo viene, de manera postrera, de una conversación que mantuve hace poco con una persona con la que, siempre que hablo, me deja pensando en varias cosas durante los días subsiguientes.
Comienzo, y quiero hacer constar que esta es mi opinión, si bien, como historiador, trato de aspirar a algo más que una mera opinión, puesto que opinar puede hacerlo el vecino del 5º, el Notario, el de la tienda del pan, el ingeniero de caminos canales y puertos y también puede opinar el Duque.
Por lo tanto, quisiera apuntalar mis palabras con datos ciertos, objetivos, sin caer en la pesadez ni en la extensión excesiva del artículo, pero al mismo tiempo tratar de realizar afirmaciones en base no a mi mera opinión, sino al calor de los datos ofrecidos.
Bien. La cuestión es poliédrica, y muchos de esos edros se quedarán en el tintero, porque esto es un blog, no un púlpito. Lo que no tengo miedo es a decir las cosas como creo que son, aunque puedan entrar en contradicción con lo normalmente aceptado. Por ejemplo, quiero decir que el Nacionalismo es un invento político de la burguesía europea de finales del siglo XVIII, el siglo XIX y apuntalado en el siglo XX.
Primero, ocurrieron los nacionalismos que dotaron de contenido "ideológico" a la formación estructural de los Estados, que pasaron a llamarse "Estados Nacionales". Es como cubrir una carcasa con una tela: carcasa es Estado y tela el Nacionalismo. Luego a la tela la pintamos y la llamamos bandera, y mientras la vamos pintando, cantamos, y a eso lo llamamos himno, y todos pintamos y cantamos de manera parecida asi que pintamos y cantamos "a la española", y así etc etc etc.
Para que los Hombres, en honor a Voltaire, Rousseau, Montesquieu, etc etc... se organicen socialmente, y funcionen como grupo, no es necesario el nacionalismo. Existen características de grupo, perspectivas emic (interna) y etic (externa), formas de organización grupal primigenia que se dan en las agrupaciones humanas desde los tiempos del Paleolítico Medio. Pues bien, durante 100.000 años hasta el siglo XIX, los Humanos funcionaron en grupo sin el nacionalismo.
¿Por qué surgió, pues?
Insisto: la Burguesía. Grupos emergentes económicamente que trataron de defender políticamente sus intereses económicos. Sí, esto puede ser un coñazo, pero bajo mi punto de vista es la pura verdad, cristalina, despojada de ideología.
Y hablando de ideología: una persona que se crea "progresista" o, genéricamente, de "izquierda", sospecharía yo de ella si al mismo tiempo se declarase nacionalista. Una persona progresista cree efectivamente en el Progreso, pero de Toda la Humanidad, no de 1º el progreso de esta parte que casualmente es la mía, y luego la de los demás, si acaso. El progresismo debe ser internacionalista, caramba.
Pero sigamos con los burgueses. Es en esta coyuntura, como pasó en España a finales del XIX y principios del XX, cuando surge el nacionalismo periférico, claro ejemplo de origen burgués del pensamiento y la acción nacionalista: las clases burguesas catalanas y vascas, casualmente provenientes de dos de las zonas más desarrolladas económicamente (industrialmente) del país, son las primeras en formar partidos nacionalistas. ¿Por qué? Pues es bien sencillo de entender: los gobiernos que se iban sucediendo en Madrid eran lamentables, salvo alguna pequeña excepción como Canalejas. El caso es que desde luego no defendían los intereses de esas burguesías emergentes, pues el Estado estaba, en un 90%, atrasado secularmente (de siglos) e inmerso en unas formas de subsistencia (no hay otra palabra) agrícola. Además, el nacionalismo español era tosco, rancio, anclado en unos mitos nacionales en los que casi nadie creía ni quería ni tenía intención alguna de creer. Los factores de nacionalización o eran vetustos, o estaban atrasados, o eran vistos como medidas represaras (la escuela, el ejército...).
Entonces dijeron los catalanes y vascos: "Esta es la nuestra tú, Pachi, la hostia escolti tú".
¿Y qué hicieron, los fulanos?
Fundaron partidos políticos. Revistieron a sus movimientos de ideas "nacionales", de "mitos históricos". Y ya se sabe que un mito puede manipularse hasta extremos obscenos. Total, el mito no va a quejarse, que para eso es un mito. Por tanto, se atribuyen concepciones políticas modernas a ideas y maneras de pensar feudovasalláticas (caso de los Condados Catalanes como germen de Cataluña independiente o autónoma, que tienes narices).
Esto en sí mismo, es muy divertido. Es como inventar un cuento. El problema, es cuando la gente se lo cree, y nada en esa "niebla del tiempo" que propone el nacionalismo.
Pero aquí hay otra cuestión clave: esta persona a la que antes hice velada referencia, me manifestó, al calor de este debate, que el nacionalismo no tiene por qué ser malo en su esencia. Simplemente se trataría de recuperar unas tradiciones, de velar por tu tierra, por los tuyos, de considerar su cultura como algo rico y hermoso que debe conservarse, etc. Luego, me conminó, vendría el emponzoñamiento político, y ahí entraríamos en el terreno de lo desdeñable.

¡Pues bien! Yo manifiesto, desde esta tribuna libre, lo mismo que repliqué en persona hace poco: pienso que el nacionalismo es malo en su esencia. Es perverso, es maniqueo (ellos y nosotros), es falso de la misma manera que la realidad no debe arruinarte un buen titular, es maligno en su concepción intrínseca, pues germinó, como antes dije, para dar salida a unas aspiraciones económico-políticas de una clase social claramente delimitada. Luego, esa burguesía accedió poco a poco a los instrumentos de gobierno del Estado, con lo que el nacionalismo fue difundido por tierra, mar y aire. Y por eso cantamos la marsellesa, señores.

Como juego, los símbolos y mitos nacionales me divierten. De hecho, los respeto como respeto la conciencia de grupo, el sentirse protegido en la manada. Pero ninguna bandera representa a un solo Hombre o Mujer. Algo tan complejo, tan bello, tan retorcido a veces, tan cambiante, tan... todo... como es el Ser Humano y sus pensamientos, no pueden recogerse en una bandera.

¿No se puede sentir apego a tus raíces, entonces, y según este razonamiento? Esa sería quizá la siguiente pregunta, y aquí es donde entra en liza Asturias.
Y la respuesta es: ¡Claro que se puede!
Este fulano reside en Madrid, donde por cierto ha nevado esta mañana intermitentemente. Pues bien, en Asturias paso desapercibido, de hecho soy muy muy crítico con esa Comunidad Autónoma. En cambio, es pasar el túnel del Negrón y mirar hacia atrás: la última luz de la tarde se funde con la falda de las montañas, y las últimas nubes adquieren un tono ocre y ambarino. La niebla se levanta en poniente, y las nieves perpetuas reverberan bajo la bóveda de azul y plata. Parece que un Mundo entero queda detrás de mi, perdido más allá de cualquier camino. Este fulano ha llegado a llorar tras el cristal del autobús, mirando perderse ese paisaje en la lejanía, pero no por nacionalismo, ni por no poder escuchar la gaita asturiana hasta dentro de un mes.
No.
Es porque tras esas montañas se queda un pedazo de mi. De mi mundo particular. Es porque tras esas montañas, yo puedo salir de mañana y aspirar un aire diferente, un aire frío y límpido, pero cargado de recuerdos. Es porque tras esas montañas y bajo esa lluvia pertinaz que nos cala con frecuencia, se refugian mis ancestros, su memoria que también es la mía. Es porque allá lejos, donde el frío cala en los huesos y la lluvia entama la nuesa alma, están los que yo quise y los que yo quiero. Está mi reino.
Y porque tras esos últimos relumbres del día, mientras yo me alejo, se queda el par de ojos más sincero que yo haya visto nunca, el par de ojos que me lo dice todo sin hablar, el par de ojos que refleja el alma más inocente de la tierra; los dos iris azulados que cuando me miran, me lo dicen todo sin hablar. El par de ojos más hermoso que la fuente la Nalona, que el Escañorio, que Muniellos en otoño, que la finca de mi abuelo en un atardecer de primavera, que la sonrisa de mi abuela, que el horizonte del mundo en la playa de San Lorenzo, que la abigarraga historia de la plaza de la Catedral con la sombra de Alfonso II; más bellos esos ojos que cualquier recuerdo de Avilés, de sus calles estrechas, de sus soportales, de sus luces amarillas en invierno, que su hojarasca del parque en un tamiz pardo de comienzos del estío. Más hermosos que cualquier poema en bable, xunto a la mar na ribera nel molín del puertu.

Esos ojos que se clavan en mi alma aunque ellos no lo sepan. Esos ojos que me hacen sentir un traidor cada vez que me voy y mientras bajo la escalera las lágrimas ganan a los peldaños. Esos ojos por los que yo daría la vida.

De manera que, ¿cómo no va a poder sentirse apego a la tierra, sin ser nacionalista? ¡El nacionalismo es un maldito invento político! Lo otro, es puro, porque nace del corazón. ¿Cómo no hablar con mimo de Asturias estando en Madrid, si un pedazo de mí, sigue allí?
Así que, con permiso, pero donde estén los ojos de Diego, que se aparte Don Pelayo.

SI NAMÁS FUERA SOÑALO.

¿Hay futuru na esperanza
de lo que nun tien más
que una migaya presente
y un universu de pasau...?
Acolumbro dende la ventana el ñerbatu que me glaya n´alborada
Y un respingú m´estremez la roxez los mios papos. Nun ye´l cutu
¿Sedra´l mieu? ¿Sedrá lo lloñe que siento la mar dende equí?
Solo queden pereos centenarios, como siempre, cargaos del frutu.
Nun yera la ambrosía mítica y nunca terminaron de gustame.
Pero si que prestábame quedar ehí sólo, na so sombra colgau
N´esi columpiu artesanu que nun tornará enxamás a buscame
Y que mos traxo tantes rises y engarrades con la mio hermana...
[...Hoy ta callau...]
Guey atopé daquelles coses que escribía con tiesta de guaje...
Pero agora nun hay voces nel Llugar, nin homes clabuñando.
Naguamos po los branos con tortielles nos praos d´herba seca
Y escaecemos aquelles tardís tiraos en Roballera suañando.

(C) Nicolás Alonso Rodríguez, historiador asturiano.
Este artículo va, modestamente, a la memoria de Tato.

martes, 25 de noviembre de 2008

La Catarsis Positiva

Aprendiendo
Resulta fascinante poder escribir sobre algo que uno conoce de primera mano. Nunca en la vida se deja de aprender, de modificar comportamientos, de adaptarse al medio, de recibir pequeñas y grandes lecciones.
Pero en el tema que ocupa este artículo la lección debe dársela uno a sí mismo, aunque duela y haga pupa.
Se trata de la Catarsis: palabro griego que viene a significar purgamiento y purificación interior.
Y este fulano hizo catarsis.
Los dramaturgos de la Grecia Clásica pretendían que los espectadores, mediante la catarsis, liberasen sus miedos interiores y saliesen del teatro purificados y limpios en su interior.
Pues bien, todo esto enlaza con algo que realmente me irrita.

Y eso que me irrita lo conozco bien, porque lo practiqué mucho tiempo. Se trata de eso tan oído de "Oh Dios Mío, Oh My God, qué mal lo estoy pasando", "cuánto estoy sufriendo", "qué injusto es el mundo conmigo", "todo me sale mal" o "estoy viviendo un infierno"... Todos conocemos y sabemos de lo que hablo.
Pues bien, mi queja y fastidio se refiere a pensar eso de tu propia vida y no hacer nada.
Y aquí entra la Catarsis.
Porque todos sabemos también que muchas veces tendemos al autoengaño, al embuste de creer que tenemos solucionada una cuestión y que, por tanto, ya no nos duele ni aunque le echen sal encima. Esa mentira es atractiva hacia uno mismo, porque proporciona calma momentánea, pero a la larga y en verdad, representa hundir más los pies en el barro.
Porque de lo que se trata no es de cambiar por cambiar; no es de cambiar en tu interior con un objetivo concreto, no es cambiar por o cambiar para. Si una de las raíces de aquello que te hace sufrir y quieres erradicar de tu vida nace en tí mismo, debes buscar en tus propios miedos interiores, en tí mismo, pero única y exclusivamente por ti. Ahí, de esa autosinceridad, germina tu propio triunfo.
Se trata quizá de llorar, quizá de pensar, quizá de no pensar, quizá de estar solo, quizá de rumiar tus pensamientos más oscuros, quizá de ser duro contigo mismo, quizá en buscar a tus amigos de verdad (no a los de truco)... Se trata, en definitiva, de mirar un espejo y decir voilá.
Cada uno debe buscar su propia catarsis, no hay fórmula mágica; pero algo quisiera aportar, un minúsculo secreto: quizá de lo más arduo de todo el proceso sea esa autosinceridad, lo que más cuesta, pero también por tanto lo más valioso. Pues bien, no ha de ser hasta la superación de ese momento cuando debas presentarte ante el Mundo y decir estoy aquí.
¿Cómo saber cuándo llega ese momento?
Pienso que llega en el momento en que no sólo reconoces, no sólo aceptas, sino que sabes, llegas al convencimiento de que aquellos errores que te sumieron en esa situación interior, no se volverán a repetir. Otros sí, cometerás otros fallos de diferente naturaleza, que para algo eres humano, pero no los mismos, aunque durante mucho tiempo tropezases en aquellas piedras. Ahora, en cambio, debes meterte esas piedras en el bolsillo y seguir caminando. Ya no más lamento por el error pasado, sino que sabes que, de ahora en adelante, no te llevarán esos mismos errores a la misma situación. Ese es el verdadero aprendizaje: el personal, el que no se airea, el descarnadamente propio, interior y humano. El de Verdad.
Pero ojo: ese convencimiento debe ser interior, propio. Ese es el que vale. No trates de convencer a los demás de tu recién adquirida seguridad. Por el contrario, si te creen o no es algo que debe importante más bien poco, es decir, lo mismo que Clark Gable le dijo a Scarlatta O´Hara en Lo que el viento se llevó: francanmente, me importa un bledo.
Hazlo por tí. Por nadie ni nada más.
Y en ese momento ya sí; en ese momento puedes decir ya estoy aquí; pero ojo de nuevo: no se trata de "soy el más grande", "soy el mejor", "no hay quien me pare" "que suenen las fantarrias" o "soy el rey del mundo", como diría Di Caprio. No. Simplemente se trata de un sencillo vuelvo a ser Yo. Quizá corregido y aumentado, pero yo mismo.
Llegado a ese punto respira hondo, abre la puerta y sal fuera. Vete a dar una vuelta por el mundo de nuevo. Que no te importe más de la cuenta lo que digan los demás, porque ahora puedes solucionar tú solo lo que se te ponga por delante.
Ahora no debe influirte hasta hundirte el parecer ajeno, no debe hacerte dudar de tí mismo. Que cada uno se meta en su propia catarsis.
Y entonces, deja que la Vida siga su curso, ahora ya puedes plantearte lo que antes te era imposible porque por más que empujabas siempre topabas con un muro, porque estabas preso de tí mismo. En cambio, ahora vuelves a ser tú cuando te parecía imposible autorecuperarte. ¿Lo demás? ¿El futuro? Como decían los antiguos: Dios proveerá. Pero ahora, las cosas claras y el chocolate espeso.
Ahora sí puedes luchar.
Los viejos valores se ven solapados por nuevos. Las vetustas tablas de medir son eso, vetustas. Lo que antes te hacía sentir mal, puede ahora hacerte sentir agusto, y viceversa. Continúa por esa vereda, sin miedo, aunque el Papa de Roma esté en contra.
¿Esto es fácil? No.
¿Se puede conseguir? Ya te digo. ¿Es posible madurar (y/o aprender) más en apenas dos meses que en casi dos años? Sí, es posible. ¿Es posible odiar el kiwi 25 años y luego convertirse en parte esencial de tu dieta? Sí, es posible.
¿Estoy chiflado? Sí. ¿Soy raro? Sin duda.
Pero Atención: la catarsis no es una fórmula mágica. Al hilo de este tema, debemos tener en cuenta que el ser humano se compone de: corazón, cabeza y piel. Y no se trata de que ningún elemento domeñe a los otros dos, sino que esa tríada esté en equidad, a partes iguales, con momentos en que uno de ellos despunte más que los demás.
Si hacemos las cosas bien, pero bien de verdad y por el hecho de hacerlas bien, no hacerlas bien para o por, sino simplemente bien, creo que la vida equilibrará más tarde o más temprano la equidad de la balanza.
Lo que está claro, pienso, es que las cosas ocurren por algo. Y si tú permaneces quieto, lamentándote de tí mismo, todo permanecerá inmutable. Muévete, lucha por cambiar aquello que quieres cambiar, y si una parte de tu malestar interior nace de tí mismo, cámbialo, pero por ti, no sirve en la catarsis la reflexión "voy a cambiar esto de mi porque así esta situación cambiará y tomará el rumbo que yo deseo". Tú no dominas los vientos, y hay cosas que no dependen de ti. Por tanto, la clave está en hacerlo por uno mismo, y con eso presentarse ante el Mundo siento Tú.
¿Por qué este artículo? Desde luego que no busco una palmadita en la espalda, o un regodeo personal. Simplemente, no todo va a ser ironía y política ¿no? Además, este post va dedicado a todos aquellos y aquellas que, leyéndolo, se hayan sentido cuanto menos un poquitín poquitín mejor.
Sigamos adelante o, como diría mi mejor amigo: vamos pa'llá.
Punto y seguido.

El nuevo Batman, un personaje catárquico que busca en sus propios miedos interiores la respuesta y la solución al Miedo.

lunes, 17 de noviembre de 2008

Microrelato: "Esperanzas de Bruma"

Esperanzas de Bruma


En la tierra de Or se contaba la historia desde hacía generaciones. Según se decía, allá en el albor del mundo, en el País de las Brumas, cruzando el río Sombrío, habitaba un mago de poderes extraordinarios. Vivía en la corte del Rey Brígar, en una torre solitaria dentro del castillo de Dríada, y la fuente de sus poderes era realmente un misterio. Y realmente ningún hechicero, nigromante, brujo u hombre arcano podía igualarse al Mago Tánatos, porque de entre todas sus facultades había una que destacaba sobremanera:
Se decía que Tánatos podía llevar a los vivos junto a los muertos, para que de nuevo disfrutasen juntos de la existencia, poder decirles aquello que en vida no se atrevieron a confesar, y mitigar así apenas un rescoldo de entre el gran infierno de pesar.
Y por eso, el caballero Lirior recuperó algo de su vieja esperanza. Había oído rumores toda su vida, pero desde la muerte de su esposa esos rumores comenzaron a ser susurros, y estos poco a poco trocaron en veladas confesiones de testimonios, reales por supuesto, en los que Lirior comprobaba cómo habían sido muchos los que, cruzando al País de las Brumas, el mago Tánatos había llevado junto a sus seres querido; y, de hecho, al volver junto a ellos, casi nadie regresaba de pura felicidad al ver cumplido su sueño más profundo e irreal.
Por eso, Lirior quería cruzar al País de las Brumas. Cubriría de oro al mago Tánatos, de joyas, de títulos, de ejércitos, se pondría a su servicio personal, se arrastraría ante él, haría realmente cualquier cosa con tal de volver a estar con Dara. La tuberculosis la había arrancado de sus brazos, y desde aquél momento a Lirior cada segundo de cada hora de cada día le parecía una tortura propia del Prates, un lento discurrir del tiempo anclado en un infierno en vida dentro del cual nada tenía sentido sin Dala; sin sus ojos, sin su sonrisa, sin el susurro a su espalda, sin la cálida suavidad de las palmas de sus manos, sin su risa desatada que desafiaba cualquier viento.
Por eso, Lirior removió cielo y tierra hasta encontrar el camino al País de las Brumas. Atravesó el desierto de Vita y el marjal de Nihil, y tras las montañas de Grief, divisó al fin las Brumas. Sin detenerse, divisó los muros del castillo a la mañana de los dos días siguientes. La guardia le detuvo, pero Lirior les contó a los soldados su pretensión, y éstos mudaron el gesto: rápidamente le franquearon el paso, y Lirior fue conducido hasta el rey Brígar.
Lo encontró sentado en el trono, cabizbajo, viejo y arrugado como una bandera que flamea sin fuerza, rota y gastada por los años. El rey Brígar abrió un ojo y las múltiples arrugas de su párpado color ceniza se escondieron bajo una ceja poblada de nieve.
-¿Qué quieres de mí, infeliz?
Lirior arrojó la rodilla al suelo e inclinando levemente la cabeza respondió:
-Vengo de Or, majestad señorial. Vengo de Or para pediros concesión de audencia con el mago Tánatos.
El rey entreabrió el otro ojo, pero su mirada seguía perdida en el suelo.
-Tánatos... Mucho posterga mi sufrimiento, mi mago Tánatos. Mucho dolor. Desde hace años yo mismo le vengo pidiendo audiencia, pero ese hechicero inhumano no me permite tratar con mi hijo... ¡Mi pobre hijo, muerto hace seis años!
-Porque vos mismo lo matásteis, majestad señorial, y esa carga la llevaréis mucho tiempo más -retumbó una voz en la sala del trono-. Ven, Lirior, yo calmaré tu sufrimiento desde hoy por siempre. Acércate a la ventana y sube por la escalera de caracol. Mi puerta está abierta para ti.
La voz de Tánatos era joven y vieja, poderosa y serpeante. Lirior fue hasta la ventana. A la izquierda, envuelta en penumbra, estaba la escalera. Subió hasta contar 71 escalones. Luego, la puerta blanca entreabierta. Lirior la empujó y los goznes se quejaron. Asomó la cabeza y vio una figura alta y delgada con las manos apoyadas en el alféizar de un ventanal; en el cristal, a modo de vidriera, un caballero alanceaba a un dragón.
-Pasa, Lirior. Sé lo que te aflige y lo que te entierra en vida.
Tánatos llevaba una túnica oscura con embozo, y su rostro estaba en sombras aun cuando la luz de la ventana caía sobre él-. ¿En verdad, de corazón, quieres que Dala vuelva a estar junto a ti? Sólo yo tengo ese poder, ningún otro podrá ayudarte.
Los ojos de Lirior se llenaron de lágrimas, azotados por los recuerdos que, de súbito, rebosaron en su mente.
-Mi esposa, mi amor, toda mi vida -balbuceó a duras penas, moqueando. Las rodillas le temblaron y cayó al suelo, tapándose el rostro con las manos-. Haré lo que sea, Tánatos, haré lo que me pidas. ¡Sólo deseo estar con Dala!
-¿Abandonando a sus hijos? ¿A tus amigos? ¿Dedicarías toda tu vida a recuperar algo que sólo yo puedo devolverte?
Percibió Lirior que el tono de las preguntas no admitía mentira.
-Si puedo volver a estar con ella, sí, lo haría. Ayúdame Tánatos.
Hubo algo parecido a una pequeña brisa apenas rasgada. No supo Lirior si de aquel embozo oscuro salió un suspiro o una risa.
-Así sea, pues.
Tánatos caminó hacia Lirios, y sus pies no hicieron ningún ruido sobre la madera del suelo. Vio entonces Lirior que sus manos estaban totalmente descarnadas, y mientras el corazón se le paraba en el pecho supo ante quién estaba, y justo en el último suspiro se maldijo al descubrir el misterio.
Tras el desplome, hubo un silencio intemporal.
-Muere en paz, Lirior. Ojalá encuentres a tu amor entre los Llanos de la Niebla.

Lentamente, volvió hacia el ventanal. La luz caía gris sobre su figura. Entonces, la Muerte volvió a sentirse dueña de la desesperanza del Hombre.

Como tantas otras veces.

Fin.
(c) RASC 2008

¡¡No alimentemos la falsa esperanza, pero no renunciemos a los sueños mientras nos quede vida!!

¡¡¡LUCHEMOS, FULANOS!!!

Amigos de prestado

De prestado; amigos de prestado

Tomando como referencia el título de uno de los temas del último disco del cantante Alfredo González, Cicatrices de Prestado, del disco Dudas y Precipicios, he pensado en plasmar una pequeña reflexión personal, al hilo de últimos acontecimientos.

La milonga va sobre la Amistad.
Amistad. Curioso término. Encierra tanto en tan poco. Una de las actividades que colocan al ser humano en una posición privilegiada dentro de la escalera y la convivencia evolutiva: la capacidad de crear vínculos con nuestros semejantes más allá del linaje, la sangre y la supervivencia.
Los amigos son el último refugio, la última defensa contra lo oscuro. Están ahí sin que tú tengas que decírselo, y tienen la extraña capacidad que permanecer en la sombra, simulando un apartamiento ficticio para luego... aparecer en la peor de las horas en tu rescate.
¡Conservad a vuestros amigos! Los amigos de verdad ni se crean ni se destruyen: pero tampoco se transforman. Son inmutables al paso del tiempo.

Salvo los de prestado.
Los amigos itinerantes. Los amigos de truco. Los amigos guadianescos. En realidad, y esto es una pequeña confesión, hace tiempo que acepté que lo que yo piense es de muy poca importancia; sin falsa modestia, sin victimismos. Simplemente, lo creo así. Pero ello no es óbice para que el menda siga dándole al coco, y... bueno, hace mucho tiempo (y no tanto), dije en diferentes ocasiones que mientras yo insistiese, mientras yo fuese pesado, mientras nunca faltase la llamada... todo estaría bien, no habría problema a pesar de mi pesadez.
En cambio, la preocupación habría de llegar cuando fermentaser la Indolencia, cuando acaeciese la última llamada. Y esto, lejos (lejísimos, de hecho) de ser o querer representar una amenaza, es en cambio una autodefensa para evitar sufrimiento.

Sí, aquí el fulano lo confiesa.
Como diría Harrison Ford en Blade Runner, "yo he visto cosas que ninguno de vosotros creería"; porque realmente, hoy en día, cuesta creer que algunas cosas llegaran a suceder. Yo he visto a mis amigos batirse el cobre por mí, y abrazarme mientras yo derramaba lágrimas muy duras y que al salir hacían mucho daño. Yo he vivido momentos absolutamente intensos, experiencias para contarlas por ahí y causar admiración. He visto a amigos venir a por mí de madrugada mientras aquí el fulano se debatía entre lo oscuro y la nada.
Hoy en lugar de eso, siento que el vacío, la rutina, la distancia, o quizá algo de todo eso junto, ha provocado que esos hechos parezcan hoy día increíbles. Realmente, dudo que esos tiempos vuelvan, porque todos, todos, todos los días, desde que sale el sol, estamos tomando decisiones; algunas intrascendentes más allá de lo cotidiano (¿hoy como un quesito del caserío o mejor dos?), pero otras son decisiones importantes, y a veces se toman inconscientemente: simplemente la deriva nos lleva hasta ellas y ocurren.

Yo ante eso me revelo, y desde hace un tiempo el timón de mi balandro lo llevo yo.
Ahora en mi vida las cosas claras, y chocolate espeso. O sí, o no.
Seguro que sabeis del tipo de amigos del que me estoy desahogando: aquellos que van desapareciendo, aquellos de quienes no oyes su voz a menos que seas tú quien llame, aquellos que se acuerdan de ti cuando están solos, aquellos que dicen sí y al poco dicen no.

Aquellos a los que quieres pero poco a poco vas dejando de saber por qué los quieres.
Sin embargo, desde aproximadamente los diecisiete años decidí no perder nunca la Esperanza. Y hace un par de días tuve esa Esperanza delante mía: el núcleo duro me ha dado una lección que tardaré tiempo en olvidar si es que alguna vez la olvido. Cuando era un infante mi madre me aleccionó sobre la importancia de escoger mis amistades. Era apenas un niño, pero años después, mi abuela Paz (qepd) me repitió lo mismo a los veinticinco años. Caray, me dije, va a ser cierto esto. Dos personas tan diferentes diciéndome lo mismo. Dá que pensar...
Y lo que pienso es que hace años que escogí bien. No podría hacer escogido mejor. La Amistad de verdad se mantiene contra viento y marea, resiste la galerna y la helada del invierno, aguanta la distancia y la edad, y siempre la sientes latir en el corazón cuando los ves junto a ti.
Esa Fuente de la Amistad de la que mi mejor amigo me escribió en la parte de atrás de una foto de clase de instituto. ("Bebe, como hice yo en su día, pensando en ti. No preguntes, yo tampoco sé por qué").
Bueno pues este pseudoartículo camuflado de reflexión personal (o al revés), va por los que hace dos días me recordaron, cual filósofo presocrático Parménides quién es y quién no es; quién está y quién no está. Oh, sí, habrá otras ocasiones, y todos estaremos, incluso los ausentes, y correrán el vino y la risa, pero dentro del tesoro de mis certezas, yo sabré la verdad.

Y por eso, todas y cada una de las palabras de cada una de estas líneas, va por ellos, por el núcleo duro. Va por David, va por Manuel y va por Luis.

¡Va por vosotros, sin duda! ¡Cuánto os quiero!

Los cuatro jinetes del Apocalipsis que derrotarán al Apocalipsis ese; ojito con el de la izquierda del todo, el de cara de dormido: nunca se puede contar con él, siempre falla, el tío xD

sábado, 8 de noviembre de 2008

Crítica de "DINOSAURIO", de James Newton Howard

DINOSAURIO


O "Dinosaur", para que aquellos a los que les gusta pronunciar siempre la versión original de las cosas no se enfaden. Entrando en materia, habría grandes clásicos dentro del género bandasonero entre los que elegir para inaugurar esta sección de crítica de música de películas, uno de mis hobbies predilectos, pero he elegido esta banda sonora de reciente adquisición por mi parte para ello.

¿Por qué? Por el fulano que la compone.



Se trata de una banda sonora del año 2000 (qué tiempos universitarios, vive Dios), y su compositor no es otro que James Newton Howard. La razón es sencilla: poco a poco voy descubriendo el talento de este tipo, comedido siempre en sus declaraciones, humilde, y habitual colaborador del director M. Nigth Shyamalan (el de "El sexto sentido", "Señales", "El bosque", "El incidente", "La joven del agua" y "El protegido"; tan habitual que ha compuesto para todas las películas de M. Nigth, que por cierto, lo de "Nigth" será apodo autopuesto porque queda chachi o ya le vendrá de lejos...).

El caso es que el Nigth sabía a quién contrataba.

El talento de James Newton Howard brilla con luz propia en esta banda sonora. Tal vez la culpa de no haberme acercado antes a su obra con la humildad que lo he hecho ahora sea mia: él fue quien sustituyó a mi amado y admirado Howard Shore (Dios, a la sazón) en el filme King Kong, y por ello le cogí algo de tirria (y el caso es que la bso de King Kong me gustó desde el primer momento, así de curiosa y estrambótica es a veces la psiqué humana, o por lo menos la mía).

Pero entremos en materia:

Dinosaur, película de la factoría Disney, es un logro de la animación, sin duda. Los dibujos y efectos especiales resaltan una historia para niños (disfrutable por adultos) que no encierra complicación ni en el fondo ni en la forma: un huevo de iguanodonte sobrevive al ataque a su manada de un carnotaurio, iniciando un viaje que le llevará a una isla perdida en el océano donde será recogido y criado por una familia de lémures; luego, la aventura.

Pero será en ese viaje realizado por el huevo donde se encuentra el auténtico puntal de esta banda sonora: el corte "The Egg Travels" (pinchar en el nombre para oírlo), describiendo con un hálito épico marca de la casa (de la casa de James Newton Howard, se entiende) el viaje que emprende el huevo de Aladar hasta caer por casualidad en la isla de los lémures. Un tema que se inicia piano con una percusión tribal (estilo "El Rey León", para que me entiendan), con un fagot en los bajos al que le siguen la progresión en la flauta y los pizzicatos de las cuerdas para desembocar en la entrada del stacatto de la cuerda (dando notas "separadas" y "secas") a las que se le une el coro (00:53), dibujando la melodía principal de la película que aún no arranca del todo. Las trompas se unen a la fiesta (01:12), y siempre con aquella percusión tribal de fondo, y, tras una pequeña y hermosa fanfarria en las trompetas (01:32) estalla por fin el Gran Tema de Aladar (01:38). Es ahora el coro el que marca un pequeño ritmo mediante golpes corales salteados, pero la orquesta la tenemos a pleno rendimiento, atención a la coda del tema en 02:00, con un segundo golpe de platillos. Tras el éxtasis que acompaña el vuelo del perodáctilo con el huevo de Aladar en sus garras por la planicie y los valles, ríos y montañas del Cretácico, el tema se diluya en golpes orquestales que anticipan momentos de tensión (02:25). Gran manejo de sus propios recursos. James no se cree Zubin Mehta, pero no pretende serlo. Sus derroteros son otros.

La banda sonora se va desarrollando conforme a las líneas marcadas por Newton Howard: hermosos acordes en la cuerda, percusiones tribales, apuntes corales y metales y golpes orquestales para subrayar la tensión. Todo, de nuevo, marca de la casa.

Pero quisiera hacer hincapié en otro corte: "The Courtship" (de nuevo, pinchar en el enlace para oír el corte), el cual se corresponde con la ceremonia que los lémures jóvenes destinan a conquistas a las lémures jóvenes (o lémuras jóvenas, como diría Doña Bibiana Aído). Se trata de un tema progresivo, de menos a más, con la percusión exacerbadamente tribal y triunfal, excelente apoyo coral infantil y femenino, y la orquesta en un segundo plano. Los acordes y la progresión de uno a otro llevan el sello inconfundible de Newton Howard, y son un deleite para el oído. Atención al momento audible de 02:15. ¿No dan ganas de bailar en taparrabos y con una caña de bambú en la boca, benditos sean todos los dioses del África austral? El corte se diluye de manera íntima, ya con las cuerdas, trompas, flauta y oboe como protagonistas.

La banda sonora no decae. Buenos momentos son también "Across the desert", "Finding water", "Aladar and Neera", "The carnotaur attack", la sencillez de "Neera rescues the orphans", la parte central y final de "Breakout", "Kron and aladar fight", y por supuesto el gran inicio de "It comes with a pool", donde se recupera el tema de "The Courtship" si bien luego el corte discurre por el camino de la acción desatada.

Finalmente, en "Carnotaur standoff" tenemos la encarnación de la magia que Newton Howard nos fabrica: tema de Aladar en versión épica retratando la lucha del mismo contra el carnotauro, momentos de acción orquestal trepidante con ese famoso efecto "de montaña rusa" que, sobre una percusión agresiva, Newton Howard suele imprimir a sus partituras; tras la lucha, una conclusión de trombones y tubas (03:00) nos lleva a la calma coral recuperando el tema de Aladar en versión intimista que, sorprendentemente, enlaza con un cierre digno del final de una película basada en una obra de William Shakespeare (04:16): un tempo marcado por la cuerda y la trompa dibujando un tema triunfal. Huelga decirlo, pero es marca de la casa.

Como conclusión que mejor que "Epilogue" para recuperar el tema de Aladar y cerrar con un broche de oro esta magnífica banda sonora, demostrando que James Newton Howard es un todoterreno como la copa de un pino.

Calificación: 8.
Edición: Normalita la comercial y excelente la versión completa.

James Newton Howard, el fulano en cuestión.