miércoles, 17 de noviembre de 2010

Están aquí, están entre nosotros, ¡cuidao, cuidao! (oh, Tótem, Sensei del Gran Cabreo...)

Están aquí, lamento decirlo. Los soplagaitas, abrazafarolas, lamepiedras, estómagos agradecidos, botarates y, en definitiva, esa caterva de soplavidrios manirrotos que se creen la releche por juntar la eme con la a y firmar Fulano Menganez, Director de Algo Que Quede Bien. Y pista.
Están aquí, por ejemplo, los que insisten en llevar el archivo de ENSIDESA al Archivo Histórico de Oviedo. ¿Razones? Varias, tantas como ensaladas. Y no lo digo yo, qué va. Lo dice el director general de patrimonio cultural, que es un cargo muy molón y que queda en los papeles bien que te pasas, que te rilas, de alto nivel, Maribel. DICE, el hombre, que el archivo no es de Avilés. (Artículo AQUÍ) ¡¡Aaaahhh, ilusos!! Ignorantes somos, nosotros, inocentes florecillas silvestres, pues creíamos, unos pocos, que era cierta la máxima aquella De Que si A=B y B=C, entonces A=C; quicir, que si Ensidesa estaba en Avilés, creció en Avilés, triplicó (o más) la población de la Villa en pocos años, contaminó a mansalva Avilés (premio nacional de ciudad más contaminada de España años y años)... y Ensidesa tiene un archivo pistonudo, que diría mi Güelo que seguro que está en Gloria, pues entonces... EL ARCHIVO DE ENSIDESA DEBERÍA QUEDARSE EN AVILÉS...

...¿No?

¡JÁ! Cuán yerrados andubíamos, amigo Sancho. DICE el mentado Director de patrimonio que... "De todas las industrias asturianas, Ensidesa destaca por la gran influencia ejercida sobre el conjunto de la región (...) siendo responsable en última instancia del vertiginoso crecimiento demográfico experimentado por Avilés, Corvera, Castrillón y Gijón, en las décadas de los cincuenta, sesenta y setenta. Por todo ello, y también por el mandato legal que señala al Archivo Histórico de Asturias como lugar de depósito preferente de los fondos procedentes de empresas públicas asentadas en Asturias, el Gobierno de Asturias inició en 2002 el proceso para garantizar el correcto traslado de las toneladas de documentos que integran la memoria documental de Ensidesa al lugar natural para su custodia, que no es otro que el Archivo Histórico de todos los asturianos."...

...Y dicho eso, el pavo firmó el articulito y se pidió una copita de brandy, pa celebraylo. Así que ya sabéis, queridos amigos. Somos una especie de tontos del haba, o de capirote como se decía antaño, por pensar que esas TONELADAS de documentación (es que el figura no se corta y lo suelta de plano, así, ¡hala!) debían quedarse en la Villa. ¿Por qué no? Lo dice bien clarito: como ENSIDESA fue responsable del crecimiento de Avilés, Corvera y Castrillón (y Gijón, pero coime, mucho menos ho), pues por esa razón, y, ojo, por mandato legal (¡qué fermoso ye mandar!), pues por eso mismo, esas tonelaes van pa Oviedo, que es donde está el Archivo Hco de Asturias, de todos los asturianos.

Con dos cojones.

Yo PIDO desde aquí, ahora mismo, que el Bellas Artes de Oviedo, y las falsas tumbas de Máximo y Fromestano, se trasladen a Morcín. Por mandato legal. PIDO que la catedral de Oviedo se traslade a Mieres. Porque sí, que me pilla más cerca. PIDO que el Elogio del horizonte marche pa la Felguera, donde llamáinlo Water de King Kong, tal vez. PIDO que la Universidad Laboral, que es de todos los asturianos, se mueva piedra a piedra hasta Colunga, y que de allí saquen el MUJA y me lo pongan en Tapia de Casariego, que aunque quede lejos, oye, también ye Asturias, ¿no? Hay asturianos allí, compatriotas, hijos de Jove Llanos.

Venga coño...

Avilés, con sus 80.000 habitantes raspaditos y bajando, no tiene NI UN P. MUSEO. Medio miento: hay uno, en construcción, al final de la calle de la Ferrería, antigua calle Mayor, esquina plaza de Camposagrado. El futuro Museo de Avilés, de dos pisos siendo el tercero para los frailes franciscanos o eso se contemplaba inicialmente, que aquí las cosas cambian cada hora y no sabe uno a veces a qué atenerse.
Ni un museo, señores. Y para algo que es DE AQUÍ, tanto como Palacio Valdés, Constantino Suárez "Españolito", David Arias, Justo Ureña, El Fuero, Nicolás Llano Ponte de Oviedo y Portal, el marqués de Camposagrado y de Ferrera y la condesa de Canalejas (mayoral perpetua del derruido Alcázar), Marta y María, fray Telesforo, los cañones del parque y los casi CINCO KILÓMETROS de profundidad del Cañón submarino de Avilés, Peter Menéndez, la ría, la Chocolatera, Salinas, San Balandrán, la calle Oscura, los Alas, San Nicolás, San Agustín (de la Florida y el otro), Pedro Lucuce, fray Valentín Morán, el Parche, mi abuela... si a esta incompleta lista sumamos ENSIDESA, ¿estaríamos mintiendo, o qué?

Tenemos el Niemeyer. Bonito regalo que nos hizo el bueno y centenario de Óscar. Oscarinho. Seguro que en todo lo grande que ye el Niemeyer, entraban las tonelaes del archivo de Ensidesa. Y si no, que se construya un edificio, que lo saquen en el PGOU, para albergar toda la documentación. Documentación, por cierto, que aquí ya se catalogó y diversificó años antes, preparando los papelorios, fotos, maquetas, etc etc... para que ahora se lo lleven, hecho el trabajo sucio, al archivo de Oviedo.

Si yo voy y comento esto en un café de la calle del Rivero, y luego pongo la oreja, lo primero que escucharía con casi total probabilidad sería algo como "home, no me jodas". Pues sí, sí que jode. O joden. Pero así somos. Creyéndonos la leche merengada porque pasa de refilón Brad Pitt, o porque Woody Allen muestra la misma película que lleva haciendo 25 años seguidos, sin pestañear, el tío. Genio, sí, pero un pelín pesao, con perdón; o sin perdón, cual película. Venga ya, hombre. ¿Ustedes saben la cantidad de cosas que podría hacerse con el archivo de marras? La pléyade de fotografías y estadísticas y datos que mostrarían la evolución de la ciudad... Madre mía. Madre mía. Mucho mejor en Oviedo, si lo pienso bien. Aquí igual nos la cargamos al abrir una ventana y salir todo volando.

Y así estamos. Una ciudad abigarrada en sus propias tripas, metida pa dentro de sí misma, con gentes que tratan de no cruzarse con Mengana o Zutano para no saludar, que es muy trabajoso; una ciudad sin museo; una ciudad con un museo a medio acabar, del que no se sabe nada ni en el Ayuntamiento (plazos, oposiciones, quién lo va a gestionar [¿Ayto, Pcpdo, España, mi padre?])...; una ciudad plagada de historia, por los cuatro costados, con un archivo histórico del que la última investigación divulgativa que hizo fue... ¿cuál? y en el que, si vas, a lo mejor está el conserje, a lo mejor no, con documentación de 200 años embutida (sí, embutida) en caja de metal, con listados de documentos escritos a máquina y corregidos a boli bic cristal escribe normal. Una ciudad desmemoriada, olvidada de su propia evolución; unos vecinos que no saben sobre qué piedra caminan, en qué pared se apoyan, al lado de qué edificio toman el café.  

Pero no pasa nada. Tenemos el Niemeyer. Menos mal que ese, el Niemeyer, no es de todos los asturianos.

De momento.

miércoles, 6 de octubre de 2010

El Tiempo

Se me ocurrió en soledad, en medio de la quietud del mediodía. Ya había pasado la hora de comer, y yo, solo en la notaría, me refugié en la calma de la solitaria sala de firmas para, recostado en un mullido sillón, los pies en alto, leer (al fin) el nuevo libro del profesor Santos Julia: "Vida y tiempo de Manuel Azaña".
Pero no es del político alcalaíno de quien nació mi ocurrencia, sino del propio hecho: la soledad, el sol entrando por el ventanal alargado iluminando las motas de polvo que bailotean en el aire; el silencio, la calma, el tímido rumor del pasar de página. Y yo allí, en mitad de nada, y de todo.
La lectura de la infancia y juventud de Azaña me hizo pensar en los días más recientes. Este último fin de semana, rodeado de amigos, renovó en mí varias cosas, varias creencias. Me reafirmó en mi pensamiento sobre el paso del tiempo. Cuando hablé en mi breve discurso sobre los veinticinco años de amistad con Manuel, y sobre todo al finalizar el mismo, lo más importante fue el abrazo. El abrazo que él y yo nos dimos, y que pareció aislarme de todo lo demás, y poner en valor lo más importante que tenemos: los amigos, la familia, los recuerdos que nos hacen a nosotros mismos. Ojalá todo el tiempo que pasé hablando, lo hubiera hecho abrazado a mi amigo, porque hay veces que no hace falta abrir la boca para decirlo todo.
Es, decía, el paso del tiempo. La sensación, al abrazarme con Manolín, de que por mucho que ocurra, los que nos abracemos siempre seremos los mismos, pasen otros veinticinco años más, o cincuenta. Ese es el bagaje, el legado, y eso es lo más importante del último viaje a tierras cántabras de Corocota.
Porque el paso del tiempo es, por ejemplo y aunque muchos aún no se hayan enterado, el tema central de la novela "El señor de los anillos", más allá de magos, orcos y fantasía. "Cualquier historia, para ser buena, debe hablar del corazón de los hombres", dijo hace no mucho Pérez Reverte.
Y es desde ahí, desde el corazón de los hombres, desde el que se recibe y se capea el paso del tiempo. Porque el tiempo pasa, la vida sigue, continúa con o sin nosotros. No somos importantes.
De estas cosas me daba cuenta (o recordaba, mejor dicho) hace un rato, solo, con el sol silenciosamente entrando por los balcones. Y porque, para hacer las cosas bien, creo que hay que darse cuenta de estos asuntos, de vez en cuando. No olvidarlas. Continuamente buscamos esto y aquello, imaginamos, deseamos, pedimos... y a veces terminamos olvidando que lo más importante lo tenemos seguramente al lado, muy cerca de nosotros. Unos padres, una abuela, un tío, una familia, unos amigos... todos ellos llenos de recuerdos y experiencias que el Tiempo les ha tallado en sus memorias, y que, juntos, son el legado, el tronco del árbol de la memoria. Eso es lo importante.
Hace poco más de una semana, inmerso en terminar la novela que llevo meses escribiendo, ocurrió un suceso:
Atardecía mientras escribía, y abrí de repente las cortinas del minúsculo despacho-terraza en el que palabreo y tecleo palabras y frases. En el cielo, penachos de nubes, horizonte rosado, luz amarilla que se extingue. En la novela, tecla a tecla, tres personajes sufren los avatares de una guerra que comienza y las dudas que esta y aquella situación les provoca. Pero, de pronto, el viejo mayordomo Ramiro coge a Alonso y Teresa y sin apenas decir nada los conduce al exterior de la casa. Amanece en la novela, tras una noche de confesiones y sentimientos. Amenece, nace el día ajeno a la guerra y a las tribulaciones de los hombres.
Juntos respiran el amanecer desde sus corazones.
Juntos, no se olvidan de lo importante.

miércoles, 8 de septiembre de 2010

Ese Síndrome de Down

Soy mierda. Mierda pura. Y lo digo así, de entrada y sin avisar, porque es mi blog y para una cosa que es de uno y es igualmente gratis, pues hay que aprovecharla.

Lo segundo que digo es que este artículo va dedicado y está escrito única, total y exclusivamente para cuatro personas: Mama, Papa, Cris y Diego

El tema, por lo visto, es el maldito cromosoma. El par 21 duplicado, que en cada filita tiene, en lugar de 1 (1+1) como tienen los demás cromosomas (son cromosomas de orden, que se visten por los pies), el 21, que es el díscolo, la oveja negra del rebaño, tiene 3. Trisomía puñetera. También hay más causas, que si el mosaicismo, que si este, el otro... No voy a entrar ahí, porque todo se encuentra bien resumido y compartimentado en este artículo de Santa Wikipedia.Y además no voy a entrar ahí porque me la sopla, señores (y señoras). 

Parafraseando a Fray Luis de León, decíamos ayer, o sea, 2 párrafos arriba, que soy mierda. Y lo soy porque desde que creé este blog nunca había dedicado un articulito al Down. Y tal vez no lo haya hecho porque uno piensa que bueno, que a lo mejor este tema no interesa, y no quisiera yo parecer un tipo peleado contra el mundo porque su hermano es Down, quejándome de esto y aquello, es una vergüenza, etcétera. Qué va. En cualquier caso, hayan sido esas u otras las razones, el tema es que ahora me he decidido. Y lo he hecho tras observar un foro de debate de la red social fazebuk, titulado: "padres con hijos Down: qué hacer con la depresión". Se entiende que la depresión es de los padres, porque a lo que es los hijos, felices campan a sus anchas, en sus cunitas. 

Dices tú de depresión. Hay un arma contra la depresión: el amor, elemental querido Watson. Y no es una cuestión de fe, una verdad teologal. No no. Yo es que lo he visto, en mis padres hacia el pequeñuelo que ahora gasta 11 primaveras, nada menos. He visto a mi madre apretar los dientes con su hijo recién nacido (tenía aún las uñas rotas, el pequeñuelo) en brazos, apretarlos más de una vez, y de dos, y ese momento está en el ADN de mi memoria, y, aun derrumbada, luchar contra esa depresión poniéndose en movimiento desde el minuto 1. He visto a mi padre descargar toda la rabia, llorando conmigo en el garaje. Solo una vez. Solo esa vez. Y luego, al segundo, a seguir luchando, peleando. En esas circunstancias, ni mi hermana ni yo teníamos derecho a deprimirnos. Ni por asomo. 

Que sí, que parece que el mundo se cae sobre uno, que no te lo crees, que por qué a nosotros, a mí. Eso está muy bien, es comprensible, somos de carne y hueso. Al poco, sin embargo, comprendes que esas tribulaciones no te llevan a ningún lado, dejándote por contra varado en mitad de un lago de aguas muertas. Por contra, la bofetada que la vida te acaba de dar hay que aprovecharla, y no dejarse tumbar por esa jugarreta. 

Padres y Madres y Hermanos con hijos y hermanos con S. Down. Me gustaría que hubiéseis visto la entrega de los míos, de los tres, para con la Pulga. Y que hubiéseis visto también que no ha sido en vano, ni mucho menos. Al contrario, tengo que decir que, con diferencia, el mejor momento de estas últimas vacaciones, el momento Mahou, el momento supercincoestrellas, el momento con sabor, Pepe un purito, el momento olémequitoelsombrero, ha sido estar presente, inmerso en la piscina cuando la Pulga se arrancó a nadar él solito, sin manguitos, ni ná de ná. Bueno, sí que llevaba algo con él: sus pelotas, sin perdón de la expresión. Y yo venga a meter la cabeza en el agua para ver cómo Diego le daba a las piernecillas, cual moscuela nadadora con sus gafas azules (graduadas, ojito) y su gorrito de piscina, todo simpático, aplaudiendo y nadando a la vez.

El de arriba es sólo un ejemplo. Hay más, por supuesto, como el de montar a caballo y observar, de refilón y a traición (él no sabía que lo miraba) la expresión tierna y orgullosa de mi padre viendo como la Pulga, ataviado cual Martínez de Irujo, se reía señalando hacia nosotros desde la grupa de Tomy. O qué me dicen de cómo maneja el ordenador y su correspondiente ratón, mérito fundamentalmente de Cris. Tengo miedo ya hasta de dejarle mi tarjeta de crédito. Ojito con el zagal (bueno, también temo dejarle la Visa a mi hermana, pero no entremos en esos jardines porque me canea).

De manera, que a por ellos. No es trago fácil; al contrario, es amargo. Pero no es "una cruz", como he escuchado decir. Tampoco es "una bendición de Dios". Ni nos pasemos ni no lleguemos. Un niño Down es un niño como los demás, que requiere atenciones redobladas (la genética es así de perra) lo cual no significa que sea un inútil ni un vegetal. Nada de eso. Verán que crece, se desarrolla, y que su velocidad de aprendizaje es más lenta que un niño  digamos standard, un niño al uso, de batalla. Como yo lo fui, por ejemplo, por no señalar, que siempre queda feo señalar. Requiere por tanto una estimulación temprana, desde el segundo siguiente a posar su traserete en la cunita hay que comenzar a estimularlo. Por ejemplo, Diego nació en Carnaval y mi padre ya lo disfrazó cuando apenas tenía unas horas de vida, la Pulga. Bien, eso ya era aceptar la situación y comenzar a estimular, al pequeño y a uno mismo. 

Nada de depresión. Una persona con fibromialgia, retorcida de dolores, se calza al hombro su mochila y lleva todo el verano a su hijo a la piscina (en tren), tozuda, terca, agujereando la pared con la testa si es preciso. Yo fui un advenedizo, un testigo de excepción que tuvo la fortuna de llegar y besar el santo, de ver el momento cúlmen. Sin embargo, todo el trabajo todos los días lo hacen ellos tres, y quiero señalar especialmente a Mama y a Cris, porque todo el fruto de sus esfuerzos está a la vista del mundo entero, para que lo vean bien y tomen nota. 


Y sobre todo gracias a ti, Pulguita. 
Por nacer.





viernes, 16 de julio de 2010

16 de Julio de 1926

Hoy me he levantado una sensación extraña, con ese vaivén mental que nos agosta la mirada cuando, entre sueños y duermevelas, tenemos una experiencia muy vívida y, a la vez, muy lejana.
Esta noche he soñado (o no) que llovía a cántaros mientras atardecía, y que yo caminaba por un paisaje oscuro lleno de árboles que goteaban, y todo era muy verde, y muy pardo. Y hacía frío y el viento rugía y las ramas del bosque temblaban y los animales, escondidos, se retorcían de frío.
Y allí estaba yo, caminando, vestido como un montaraz de esos que protegían en silencio la Comarca. Que si el embozo, que si la capa que te camufla en la espesura, que si las botas altas para caminar a grandes trancos, y tal. Y estaba (yo) avanzando a paso rápido hasta que encontré al fin la entrada de la taberna. Curiosa, la taberna, porque en mi ensoñación estaba dentro del tronco de un inmenso castaño, y de su vientre manaba una luz amarillenta, dorada, y un olor a charlas y a risas, y a bebida tibia y comida caliente. Y alguien cantaba. Así que me dije que bueno, venga, voy a pasar de ponerme como una sopa a tomarme una sopita calentina.
Y dentro, cuando ya hube pedido, y sorbido el caldo, y echado una ojeada a la estancia y su clientela, noto que desde un rincón alguien me mira insistentemente, y que lleva la capucha sobre el rostro, y que sólo se le ven los ojos, que brillan a la luz de los candelabros. Y en esto que el posadero se me arrima y me dije una mijita al oído que ese tipo del fondo no ha parado de mirarme en toda la noche. Y yo digo que vale, que de acuerdo, que vamos a ver qué se le ofrece porque a lo mejor me quiere comprar los monos que llevo en la cara, y me gano un dinero.
Y me acerco, sentándome en frente del misterioso embozado. Y digo buenas noches, nos de Dios. A qué tanta mirada, buen hombre. Y éste, que parece viejo y es silencioso cual tumba, se echa para atrás la capucha y me mira a los ojos.
Y entonces le reconozco.
Debí agitarme en mi ensoñación noctura, nervioso, al tener delante de mí a mi abuelo. No obstante, como todo el mundo sabe, en el Reino de Calderón de la Barca muy pocas veces se pierden la compostura y los papeles, así que lejos de gritar o de llorar, lo que hice (creo) fue levantarme e ir hacia él para abrazarle y besarle.
Pero mi abuelo alzó una mano.
- Rubenín, si me abrazas me iré. En la Eternidad, o en lo que sea esto, sólo somos recuerdos de aire. Abrazarías el vacío, hijo.
Me guardo las ganas.
-¿Qué.. cómo.. cuándo... por qué...?
-¿Cómo que por qué, hijo? Yo también os echo de menos, que te crees.
-Pero es un sueño mío...
-Claro. Es la mejor materia para hablar un ratín.
-Casi no recordaba tu voz.
-No te preocupes, hijo. Yo la vuestra la oigo siempre.
E, increíblemente, después de doce años, Tato y yo volvimos a mantener una más de nuestras charlas.
-Y cómo está el mundo, Rubenín.
-Está, Tato, que no es poco, aunque muchas cosas no te gustarían; otras sí, algunas.
-Dime sólo las que me gustarían.
-Diego.
Se hace un silencio.
-Me encanta. Pistonudo mi nieto.
-Eso pienso yo, pero lo veo muy poco. Es culpa mía, como lo fue el que...
-Déjate de culpas. Tú lo que tienes que hacer es seguir un camino, recto, en la vida, y ser un señor, donde sea y ante quien sea. Hay mucho palurdo, mucho quinqui, mucho borrico. Y escoge bien.
-Hombre...
-Ya. Ya sé que no estás de acuerdo, pero coño, déjame al menos decírtelo, que aunque tu abuelo lleve doce años en el otro mundo, sigue siendo tu abuelo. O sease, yo.  
-Eso es mucha cantidá, como decías tú. Y hoy cumplirías 84 años, y eso también es mucha cantidá.
-Mooeeeeecaaa, es verdá. Mucha cantidá.
Y entonces no pude reprimirme, según recuerdo en la nebulosa de mi mente, y fui sobre él, y al abrazarlo se esfumó como una nube de humo soplada por un viento repentino. Y las luces de la taberna en el castaño, los ruidos, las canciones, las charlas... todo se esfumó también, se apagó, se diluyó en un silencio eterno.
-Rubenín Rubenín, siempre por el camino difícil.
-Ya pero...
-Sssshhh... Os quiero. Os quiero a todos. Quisiera daros tres besos a cada uno, como hacen los rusos.
-Y yo te...

Me desperté, pero aún recién huído de la duermevela, pude escuchar el eco de su voz:

          Slit Baizt

miércoles, 9 de junio de 2010

"...envía un pase laaaargo sobre Gaínza..."

Lo pensaba ayer, mientras visionaba la estupenda micción que la selección española de fútbol practicaba sobre el combinado polaco. Pensaba yo, madurando una idea futbolera-histórica. Y me dije que por qué no, tanta cultureta y tanta gaita. Por qué no, de vez en cuando, escribir sobre fútbol. Un pequeño reportaje en la edición nocturna de "La Dos Noticias" hablaba ayer del poco enraizamiento que el género literario hispano ha practicado sobre el fútbol, al contrario que en otros países, Pérfida Albión sin ir más lejos. Por qué no.
Y es que hay una fina línea que une varias cosas: une las acrobacias defensivas de Quincoces, las paradas de Zamora que sacaron de quicio al dictador Mussolini en Italia 1934, la efectividad y potencia de Zarra (un tipo que, según entrevista a Iñaki Gabilondo, llegó a estar rodeado de hasta 9 contrarios a la vez), la clase y portento de Di Stéfano y Luisito Suárez, la distribución de juego de Puchades, las galopadas de Gento y "Piru" Gaínza, la destreza de Molowny, las estiradas de Ramallets e Iríbar... 
Y esa misma línea fine une también el gol de Telmo Zarraonadía Montoya "Zarra" a Inglaterra, narrado por Matías Prats (esta narración es una reconstrucción posterior de Matías Prats Cañete, porque el audio original no se conservaba en aquella pretérita época por lo costoso del hecho), en Maracaná durante el pase a semifinales del Mundial Brasil'50. Ramallets a Alonso, éste a Gainza largo a la banda, centro a Zarra que se adelanta al arquero Williams y con la caña la empuja a las mallas. Toma ya. 
Y lo une, ese mítico gol del bilbaíno, con el gol del Niño Torres a Alemania en 2008. Ese pase de Xavi Hernández largo sobre la defensa teutona, ese desmarque portentoso por furia, fuerza y piernas de Fernandito Torres, esa salida a por todo del guardavallas valkirio, y ese toque sutil con el interior del pie derecho, en carrera, que eleva el esférico por encima del arquero lo suficiente para burlar su vana estirada y avanzar, botecito tras botecito, hasta colarse en la portería. Toma ya.
El gol de Marcelino en la final de la Eurocopa'64, la segunda que se disputaba, jugada en Chamartín con un gallego bajito en el palco (con aplausos al himno de la URSS, todo sea dicho. ¿Quién dijo que en el fútbol no puede haber clase?). Era el 2-1. Marcelino, en un escorzo imposible, bate de cabeza desde casi el borde del área a Lev Ivánovich Yashin, "La Araña Negra".  
Los une, esos y otros muchos, porque visten, todos, la misma camisola. Camiseta. Zamarra. Esa Roja de las narices con poderes mágicos (de repente no hay crisis durante 90 minutos, pan y circo sí, qué duda cabe). La Roja, la Roja, la Roja. La misma que llevaba enfundada Cesc Fábregas "la Moreneta" cuando le metió el chicharrito a Italia en los penalties. La misma que Ricardo Zamora, Antonio Ramallets, Luis Arconada... luego heredada por un tal Iker Casillas, que en loor de santidad detuvo un penaltie tras otro, diciéndoles a sus compañeros que tranquilos, tranquilos, que aunque no lo metas, yo paro el siguiente. A lo mejor sentía sobre sí la ínfula de las paradas de "el txopo" Jose Angel Iríbar. A lo mejor. 
Y es que los nuestros la tocan con clase, y eso es lo mejor de todo. La clase, y que la toquen todos. La bola, el esférico, la pelota, el balón. Lo que tiene que entrar. Fútbol es fútbol, dijo un evidente sabio. Pero quizá sea mucho más que eso. Tal vez, creo, sea algo parecido a lo que sienten los grandes aficionados taurinos (anti-taurino soy) en esas llamadas tardes de gloria y olés. Y resulta que, lo entrañable del tema es que ir al fútbol fue, durante mucho tiempo, una costumbre plagada de rituales y costumbres. Mi abuelo llevaba a mi padre al campo bajando a la Villa caminando, llegando al estadio de la Exposición casi dos horas antes del inicio del encuentro, sentándose mi abuelo Eduardo en el centro del graderío desierto a leer el periódico. 
Y las alineaciones recitadas de memoria, como poemas. Y las crónicas deportivas, que parecían novelas de acción, de capa y espada. 
Hablando de clase, ver a Zidane, por ejemplo, conducir, parar el balón sin mirarlo, mover el cuerpo con esa puñetera clase, como los de antes... no tiene precio. 
Los de ahora, a veces, parecen los de antes, pero entrando la pelotita. Con chispa de suerte. Y ese concepto, alejado del "ganar por lo civil o lo criminal", que es ganar con clase y estilo, gustándose, con humildad. La misma que tuvieron Gaínza, Gento, Amancio, la Saeta Rubia, Luisito Suárez, Pirri, Zoco,  Ufarte, Fusté, Sanchís (padre) y los demás. 
Por eso las victorias de ahora también son, en su justa medida, los triunfos de los de antes. 
De los setecientos fulanos que se enfundaron esa puñetera Roja. 

Para Noelia.

viernes, 21 de mayo de 2010

Ridley Hood, pídemelo bien...

El bueno de Sir Ridley Scott (1937) cuenta con una ventaja sobre los demás directores: se llama Ridley, y eso ya impone. No es lo mismo llamarse Tomás Arango, que Ridley Scott. Ojito.
Reconozco que suelen gustarme las películas de Sir Ridley, desde los tiempos de "Los Duelistas", "Alien", "Legend", "1492: la conquista del paraíso", "Blade Runner" y "Thelma y Louise", hasta las recientes "Gladiator", "Black Hawk derribado", "El reino de los cielos" y "Un buen año", una preciosa película, esta última, por cierto. 
El binomio formado con Russell Crowe también me gusta. Es un actor, me parece, muy profesional; me creo sus papeles, desde aquella del oeste con Sharon Stone de pistolera ("Rápida y mortal") hasta "El dilema", "Prueba de vida", "Una mente maravillosa", "Gladiator" y "Master and Commander", interpretando genialmente a Jack Aubrey (con permiso de Deivi).
No obstante, Ridley es capaz de hacer esas películas, las cuales me gustan en su totalidad (unas más, otras menos), y también, porque él lo vale, de hacer cosas como "La teniente O'Neal" y "Tormenta blanca"... 
Ahora, Ridley (a sus setenta y dos castañas) y Russell vuelven a asociarse para ofrecernos (y ganar tela, claro está) otra película sobre Robín de los Bosques. Y, oigan, me ha gustado. Mucho.
Películas sobre el hombre que robaba a los ricos para dar el dinero a los pobres (que se presente Robín Hood) hay unas cuantas, desde aquella del gran Errol Flynn hasta la de Kevin Costner. En este sentido, Ridley, que por inventar, es capaz de inventarse a sí mismo si le place, ha entendido que haber hecho un remake no tendría demasiado éxito. Por eso, y sabiendo el bueno de Ridley que todo mito o leyenda tiene un origen, por lejano que sea, se propone esta vez contarnos la historia de antes, el origen del mito. 
Hace tiempo que deseché fiarme de las críticas antes de ir a ver las películas. Para llegar a esa conclusión, utilicé el método científico de: veo primero la película y posteriormente leo las críticas, y luego comparo. Y madre mía. En muchos casos, pareciera que la película por la que pagué mi entrada fuese otra. En este caso, ha pasado igual. 
Desde las batallas de "Braveheart", "Gladiator", "El Reino de los Cielos", el Abismo de Helm y el sitio de Minas Tirith ("El señor de los Anillos"), "Alejandro Magno" (batalla de Gaugamela), incluso las navales de "Master and Commander" y terminando por "Avatar" (hablamos de cine "moderno", claro está, porque también podríamos referirnos a "Espartaco", "Tora, Tora, Tora!", e incluso a las mastodónticas megaproducciones del cine mudo de los años 20)... desde esas batallas cinematográficas, ya es complicado sorprender bélicamente en las salas de cine. En este sentido, "Robin Hood" no posee su punto fuerte en las escenas de acción (estando muy bien rodadas), con una salvedad: el asedio inglés al castillo de Châlus, en Francia, sitiado por Ricardo Corazón de León en su camino de regreso desde las Cruzadas. Es emocionante, para un historiadorcillo, ver a un Ricardo III de Inglaterra alejado de la imagen de Sean Connery en "Robin Hood: el príncipe de los ladrones", la divertida película de Kevin Costner. Aquí, Ricardo Lionheart nos es presentado por Ridley como el hijo de Leonor de Aquitania, imponente de presencia, la melena rubia al viento, balanceando la espada al frente de la tropa gritando aquello de "¡¡Mirad como luchan con corazón de león!!". Su destino es el que se refleja en la película, y no el que nos cuenta la leyenda. 
El punto fuerte está, para mí, en que mediante una serie de mecanismos, el bueno de Ridley fue capaz de llevarme de la butaca del cine hasta la Inglaterra del siglo XII; plantando los campos al amanecer, el violín del bardo, la miseria del pueblo de Nottingham (me gustó siempre este nombre), los bosques ingleses interminables, la campiña, la caballería subiendo la ladera hasta lo alto del acantilado, el recuerdo del asedio de Acre y el asesinato ordenado por Ricardo Lionheart de más de 3000 prisioneros musulmanes. Cate Blanchett como Lady Marian Locksley me encantó. Genial escena del famoso "...pídemelo bien...". Como Ridley es un tipo que será lo que sea, pero saber, sabe, nos va colando los elementos del mito en la trama histórica, a veces con humor, incluso: fray Tuck y sus abejas y su cerveza, el pequeño John, el rey Juan sin Tierra... ¿Que altera la historia? Bueno. ¿Que la carta de derechos se firmó muchos años después? Bueno. ¿Que el desembarco francés no ocurrió en esas circunstancias ni en ese tiempo? Bueno. Ridley puede inventarse eso y mucho más, porque para algo es Sir, y hacer, además, que quede bien. Es un maestro del filo de la navaja.
Sobre la música de Marc Streitenfeld, decir que está bastante conseguida (la llevo en el ipod, luego ha pasado "mi prueba"). La gaita, el laúd, bouzoki, violín, la flauta... aportan un toque muy singular a la orquesta completa. Mi tema favorito es el último, "Merry men" (los alegres acompañantes de Hood), también el de la última escena de la que hablaré un poco más abajo. 
El barco que lleva de vuelta la Corona de Ricardo a Londres entra en el estuario del Támesis, y la cámara sobrevuela muy arriba la embarcación. Resuenan fanfarrias a lo Miklós Rózsa (ejem), y Ridley nos dice mirad, hermanos, la torre de Londres en el siglo XII. Y recreándose. Para mí, eso valió la entrada. Pisha. 
Dice el maestro Pérez-Reverte que cualquier historia, de cualquier género, ambientada en cualquier época, lugar y circunstancia, para valer la pena debe hablar, al final, del corazón del Hombre. Decía Tolkien que una buena parte de los mitos, nacen del corazón de los Hombres, cocinados en una gran marmita, y servidos a fuego lento por la Historia, que los altera y condimenta. Ridley, en este "Robin Hood" que me ha encantado, une en la escena final la Historia con la Leyenda, haciéndolas convivir durante la película como buenas amigas, y dando paso la una a la otra en las últimas imágenes de una forma tranquila, armoniosa y hermosa:
Simplemente, una flecha hiende el aire, saliendo de la nada. 
Y se clava en un roble.


"Alzaos una y otra vez, hasta que los corderos se conviertan en leones"

viernes, 12 de marzo de 2010

El Camino sigue y sigue

"(...) Le gustaba al Mochuelo sentir sobre sí la quietud serena y reposada del valle, contemplar el conglomerado de prados, divididos en parcelas, y salpicados de caseríos dispersos. Y, de vez en cuando, las manchas oscuras y espesas de los bosques de castaños o la tonalidad clara y mate de las aglomeraciones de eucaliptos. A lo lejos, por todas partes, las montañas, que, según la estación y el clima, alteraban su contextura, pasando de una extraña ingravidez vegetal a una solidez densa, mineral y plomiza en los días oscuros.
Al Mochuelo le agradaba aquello más que nada, quizá, también, porque no conocía otra cosa. Le agradaba constatar el paralizado estupor de los campos y el verdor frenético del valle y las rachas de ruido y velocidad que la civilización enviaba de cuando en cuando, con una exactitud casi cronométrica. Muchas tardes, ante la inmovilidad y el silencio de la Naturaleza, perdían el sentido del tiempo y la noche se les echaba encima.
La bóveda del firmamento iba poblándose de estrellas y Roque, el Moñigo, se sobrecogía bajo una especie de pánico astral. Era en estos casos, de noche y lejos del mundo, cuando a Roque, el Moñigo, se le ocurrían ideas inverosímiles, pensamientos que normalmente no le inquietaban:
Dijo una vez:
—Mochuelo, ¿es posible que si cae una estrella de ésas no llegue nunca al fondo?..."

"El Camino"
Miguel Delibes

Gracias. Muchas gracias.
12 de marzo 2010

miércoles, 10 de marzo de 2010

La Venganza de Roque

Miércoles. 3 de marzo de 2010. Siete y media de la tarde. Auditorio Nacional, Madrid. Concierto del compositor español Roque Baños. ¿De quién, de quién? De Roque Baños. Ah...
El de Jumilla (Murcia) no es, ni mucho menos, un recién llegado. Al contrario, ya son más de 40 películas a las que ha puesto música, algunas de ellas bien conocidas (Las Trece Rosas, Celda 211 [por la que recientemente ha obtenido su tercer Goya], la saga de Torrente, El Corazón del Guerrero, Diario de una Ninfómana, Carreteras secundarias, Los dos lados de la cama, El maquinista...); todo ello tras una amplísima formación musical en Murcia, Madrid y Boston. Y además es joven, apenas cuarenta, aparenta. Y tiene un pendiente (en una oreja).
El programa del concierto ofrecía obras inéditas en salas, piezas de películas aún por estrena (La daga de Rasputín, Tensión sexual no resuelta), y clásicos en su filmografía. Y allí estábamos nosotros dos, en la cuarta fila, un poquito escorados a la izquierda de Roque, en el patio de butacas.
Conocida es mi condición de friki bandasonero, y por tanto, huelga decir que disfruté como un enano de los de Tolkien.  
Como mandan los cánones, Roque alternó piezas suaves, de gran belleza y lirismo, con otras fuertes, aguerridas, dejando, como voy a hacer yo, el plato fuerte para el final.
Tan pronto en mitad de un alarde sinfónico surge un oboe trazando motivos arabescos (Obertura del Casino de Murcia), como alza su voz un laúd aragonés, con el viento madera en cadencia de jota (Sinfonía de Aragón, pieza compuesta para la Expo de Zaragoza). La exaltación de la Belleza llegó con Diario de una Ninfómana, con una cuerda muy blanca y aguda acompañando al tema principal de la película, coloreado en el piano de cola (a Ana fue la pieza que más le entusiasmó, habiéndole gustado todas).
No somos nadie comenzó con una explosión orquestal (con coda final digna de Anton Bruckner) para concluir en una nana pervertida en lamento...
En El corazón del guerrero, magistralmente ejecutada, no pude resistirlo y comencé a "dirigir", una mano agarrada a la más suave del Mundo, la otra a su aire, y Roque conduciendo a la orquesta Filarmonía y al orfeón Filarmónico ya con desatada pasión, llevándose la segunda mejor ovación de la tarde.
El último plato fue un verdadero tour de force: una extensa suite de Alatriste. Los que hayan visto la película (un tanto aburrida y mal conducida, con infrautilización de la música de Roque) recordarán su final: el Tercio Viejo de Cartagena, rodeado por la caballería e infantería francesa en la batalla de Rocroi (mayo de 1643), que marcó el verdadero inicio del fin del Imperio español y de la hegemonía de los todopoderosos Tercios que idease el Gran Capitán Gonzalo Fernández de Córdoba, allá a finales del siglo XV.
Roque compuso un magistral tema ("Cuenta lo que fuimos", corte 19 en el CD) para ese postrer momento de heroísmo abatido, en el que el duque de Enghien ofrece rendición honrosa a los españoles pero el Tercio rehúsa ("dígale al señor duque de Enghien que esto es un Tercio español") y se apresta a recibir la carga francesa que lo hará definitivamente polvo. En la película, sin embargo, el director Agustín Díaz Yanes, tras varias vueltas y revueltas (discusiones con Roque incluídas), sustituyó esa pieza por el conocido tema semanasantanero La Madrugá...
En el programa del concierto,  Roque Baños escribió que, con la música que compuso para esa escena final, quería homenajear globalmente a esos Tercios de Flandes, a esos hombres duros (algunos) alejados de España atrapados en una tierra que los odiaba, con los ingleses tratanto de pincharles el globo por debajo. Un Imperio que se deshace, una España que gobernó el Mundo, con dos siglos plagados de genios e ingenios, unas Letras de Oro, una resistencia más allá de lo necesario, una bandera blanca con la cruz roja de San Andrés que ya apenas flamea.
Por eso Roque amplió ese tema para el concierto, llevando al coro al paroxismo épico, colocando dos trompetas y un trombón en lo alto de los graderíos, y las baquetas parcheando la Historia, y los metales soplando el tema de Diego Alatriste y Tenorio como si reluciese de nuevo el Sol de Breda y la toma del Oesternessë.
Y justo tras la última nota, en una pieza que jamás vi ejecutar a ningún compositor español, el graderío en pie.
Esa es, señores, la venganza de Roque.


viernes, 29 de enero de 2010

Ese Don Luis

Lo leí hoy en el periódico, en su versión digital: tal es el sino de los que, alejados de nuestra tierra, nos vemos abocados a seguir las noticias de la Villa y su comarca como acodados en un muro de piedra rodeado de zarzas, frunciendo los ojos para poder vislumbrar, en lontananza, lo que pasa por allá arriba.
Ya se fue, Don Luis, el miércoles 27. Con 82 años, al parecer. Desde 1962 era párroco de Viodo y Verdicio, y durante un breve lapso de tiempo fue, con anterioridad, cura en pequeñas parroquias del concejo de Colunga. Luis Villaverde García, era su nombre completo.
Al leerlo, me asaltaron los recuerdos. No por sacerdote, sino por profesor, que lo fue de mi colegio San Nicolás de Bari, durante muchos años hasta su jubilación en 1994. Como siempre ocurre, a unos le resultaba más simpático y entrañable, a otros menos.
Yo soy de los primeros.
Esas clases express de religión, donde el examen era saber persignarse adecuadamente. Esas clases de inglés, traduciendo del castellano a la lengua de Chespir frases como " tengo una manzana grande y roja"; esa pronunciación made in Verdicio ("cheir", "teibol"). Esos exámenes extraños donde nos dejaba copiar de una chuleta que, previamente, nos había mandado hacernos en casa (se supone que para ir practicando los esquemas, claro está). Ese genio iracundo que, cuando explotaba, a algunos provocaba carcajadas reprimidas ("¡¡¡QUE OS CALLÉIS LA BOCA!!!").
Paseábase Don Luis por el aula, arrastrando la sotana negra hasta los pies que no apeó ni el último día, dejando en el aire el olor de esa colonia, Barón Dandy. Se quedaba dormido, a veces, en su sitio, Don Luis. Y nos contaba anécdotas, de sus viajes (Méjico, Iguazú, Canarias...), de la gente del pueblo, de sus inicios como profesor... anécdotas que por entonces nos parecían tediosas y nos daban risa, algunas, pero que hoy me encantaría volver a escuchar de sus labios.
Le gustaba mucho, a Don Luis, contemplar la entrada al colegio de los niños más pequeños, adjudicándoles nombres tan falsos como divertidos ("mira, mira Romualdo", "¡ay Petulia, que te pesa la cartera!", "hombre Cristino, tú eres amigo de Eliseo, a que sí"). Desde 5º a 7º de E.G.B. nos impartió a mis compañeros y a mí clase de inglés, sociales y religión. Sobre sociales nos contó una anécdota personal, ya que é no quería impartir esa asignatura, porque, según sus palabras, hacía más de 20 años que tenía aparcados esos conocimientos. Tuvo que ir, un día de noche, el propio director del colegio, Garralda, a pedírselo por favor a su casa. Huelga decir que al final Don Luis cedió; en esa, y en más cosas.
Nos tiraba penaltis en el recreo, y de vez en cuando su prominente barriga se llevaba, sin querer, algún que otro balonazo, que él tomaba con humor y aprovechaba, de paso, para chutar a puerta desde lejos (casi siempre con resultados nefastos, aunque una mañana nos metió un golazo por la escuadra, muy celebrado). 
En fin, son muchos los recuerdos escolares en cuyas escenas Don Luis está presente. Los míos son buenos, a lo mejor los de otros no tanto, pero ya saben, cada uno tiene un palo y una vela, y eso.
No está de más, creo, que desde la atalaya de este 2010 que comienza, pararse un instante, dentro de estas afanosas vidas nuestras llenas de problemas e ilusiones, cada uno las suyas, y recordar lo que va quedando por el camino.
Yo recuerdo, Don Luis, las mañanas grises de lluvia, de chubasquero frío y bufanda de lana, de balón lleno de barro, de sudor en el recreo, de tardes arrimadas a una calefacción blanca; otras tardes, estas con sol, alumbrando las caleyas de Verdicio, y la iglesia, enjuta, recortando su silueta al final del camino.

"El amor es la única fuerza verdaderamente irresistible"
                                                                                      Don Luis*

(*Reportaje del diario ABC, lunes 5 de septiembre de 1994)

miércoles, 27 de enero de 2010

Ese Pedro Menéndez de Avilés, 1924


Ayer, 26 de enero de 2010, tuvo lugar en Avilés la proyección, por vez primera para el gran público, de una filmación realizada en la Villa entre los días 7, 8 y 9 de agosto de 1924. Esta película, hallada por Justo Ureña en 2001 y restaurada, en la medida de las posibilidades que el original ofrece, por técnicos de la Filmoteca Nacional de Madrid, da cuenta del traslado de los restos de Pedro Menéndez de Avilés a la iglesia de los Padres Franciscanos. Ahora hablaremos de eso.

Pedro Menéndez de Avilés Arango (por parte de madre), que nació el 15 de febrero de 1519 en esta Villa nuestra, que con apenas 20 años capturó dos barcos franceses, que participó en la batalla de San Quintín, Capitán General de la armada de las Indias con 35 años; que pasó un par de añitos a la sombra (en la cárcel, vamos) por un asuntillo con la Casa de  Contratación de Sevilla; que alcanzó el rango de Adelantado (máxima representación del Rey de España fuera del territorio nacional) con 46 primaveras, que barrió de piratas el Caribe, de hugonotes franceses las costas de la Florida, que fundó el 28 de agosto la ciudad más antigua de EEUU, San Agustín, por el santo de aquél día; que fue gobernador de Cuba, que exploró territorios y ríos al norte de la Florida, llegando hasta Carolina del Sur y Georgia, que pactó con indígenas, que iba a mandar la escuadra contra Inglaterra amarrada en Santander con 300 navíos y 20.000 soldados, y a quien sorprendió "un tabardillo maligno" el 17 de septiembre de 1574, con 55 otoños.
Así, a grosso modo, fue la vida de uno de los marinos más ilustres de la Armada española, consejero personal del rey Felipe II (se conservan cartas entre ambos) y, por lo tanto, completamente olvidado por la intelectualidad más prosaica de esta piel de toro, no digamos ya por la cinematografía, etcetera. De su importancia son ejemplo las palabras incluídas en el discurso que el historiador Jacobo de la Pezuela leyó en la Academia de la Historia el 21 de mayo de 1866: "como la de los hombres, la suerte de las naciones depende a veces del más leve accidente. Inglaterra, que apenas contaba entonces tres millones de habitantes, no sería acaso lo que es ahora, si Menéndez no hubiera muerto".
Pero volvamos a tiempos más cercanos. La filmación de 1924 lleva tres títulos intercambiables, a saber: Traslado y entierro de los restos mortales de Pedro Menéndez de Avilés , o Avilés, Agosto de 1924 o Pedro Menéndez (1924), filmada, por lo visto, en un material inflamable, y debía estar acompañada, al parecer, por una composición musical realizada ex profeso para el evento. Se trata de la "Marcha del Adelantado de la Florida", compuesta por un músico extremeño vecino de Avilés, Luis Causeco, con arreglos del avilesino Pedro Graña, director de la orquesta que acompañaba las proyecciones de cine en el teatro Palacio Valdés, en la década de 1920.
Lamentablemente, no pude asistir a ese estreno mundial, por encontrarme en la capital de ese Imperio al que el Adelantado sirvió varias victorias, pero, leyendo las crónicas y artículos de la prensa digital, me encontré con que, al parecer, los restos de Don Pedro fueron bastante viajeros, conociendo sus óseas dignidades hasta siete enterramientos o ubicaciones diferentes.
"¿Siete?", me dije yo. "Caray" (en realidad dije "joder", pero puede haber niños mirando, y eso).
Realicé una investigación de urgencia, que aquí expongo, porque estoy hasta las narices de liarme con las fechas, ubicaciones, cambios del nombre de la parroquia, y eso. Para colmo, Justo Ureña afirma que vio los huesos de Pedro Menéndez en 1956.
"Joder".
Por lo visto, Pedro Ménendez fallece en 1574 en Santander, como ya se indicó. A los pocos días, junto a amigos y otros capitanes del mar, embarcan su cadáver vestido con lino blanco y la cruz roja de Santiago en el pecho, rumbo a Avilés. A la altura de Llanes sorprende a la comitiva una tormenta, desembarcando en dicha villa llanisca, y sepultando al insigne marino en la iglesia de Santa María ( de los enterramientos). Allí permaneció hasta 1591, cuando Tirso de Avilés (canónigo de Oviedo) y un enviado del Justicia y Regimiento de Avilés, el arcediano Solís, levantan acta del traslado hacia la Villa de los restos de Don Pedro, el 9 de noviembre de ese año de 1591. Arribando en Avilés depositan el ataúd (puede verse este ajado cajón en la película de 1924, y en diversas fotografías) en su casa (que hoy se conserva, antaño museo de cerámica y en cuyo seno tuvo en proyecto el Ayuntamiento hacer un museo sobre el Adelantado en la década de 1950) para su posterior traslado ( enterramiento) a la iglesia parroquial de San Nicolás (hoy de los Padres Franciscanos), donde reposan en el Evangelio del altar mayor en un pequeño mausoleo de piedra los siguientes sesenta años. Pero he aquí que en 1652 el pregonero de la villa, por cierto de nombre un tal Pedro Fernández, da cuenta del momentáneo traspaso de la iglesia parroquial al convento de San Francisco, por obras en la susodicha iglesia: es aquí cuando se produce el cambio de denominación San Nicolás-San Francisco, que llega hasta nuestros días, para lío del más y el menos común de los mortales. Los restos de Don Pedro, viajeros como su dueño espiritual, también se trasladan al convento de los franciscanos ( de los traslados). Y Allí permanecen, aunque las obras de remodelación de la iglesia parroquial concluyeran dos años más tarde, en 1654.
Casi trescientos años más tarde, en el ya dicho momento de 1924, se procede al solemne traslado a su ubicación original, la antigua iglesia parrroquial de San Nicolás (hoy Padres Franciscanos), momento en el cual se filma la película de marras, con asistencia a los actos egregios de representantes de EEUU (su embajador en España, regimientos de marines...), del rey Alfonso XIII (general Álvarez del Manzano) y las fuerzas vivas locales (el alcalde José Antonio Rodríguez, un jovencito fraile Telesforo...). Encontramos aquí, por tanto, su cuarta ubicación ( enterramiento).
 Llega el fatídico año de 1936. Según parece, se produce una profanación-saqueo-diversión variopinta de la vieja iglesia parroquial de San Nicolás (hoy P.P. F.F.), con juegos variados con la momia de Carolina Luján Canalejas, nieta de Pedro Menéndez, etcetera. El mausoleo del Adelantado también se abre, hurtándose la caja de plomo que contenía sus históricos y viajados huesos. Según el diario ABC en su reportaje del martes 21 de agosto de 1956, "uno de los milicianos, sobrecogido de pronto por un fondo de temor y respeto, recoge la caja de plomo y, furtivamente, la lleva al cementerio y la entierra en la fosa común". Ignoramos si las razones que constituyen el quinto traslado de los restos del inmortal marino ( enterramiento) fueron tales, pero el caso es que en 1939, acabaza la atroz sangría nacional, José Menéndez González, párroco de San Nicolás de Bari (que ya es por tanto parroquia, antiguo convento de los franciscanos) cuya denominación es ya la que conserva actualmente, conoce "por confidencias" (según el ABC citado) la ubicación exacta en la fosa común del cementerio de La Carriona de la caja con el Adelantado dentro. Se conoce que el dicho sacerdote José Menéndez la rescata de entre el barro y los restos de los fusilados, y se la lleva a San Nicolás de Bari (insisto, para los oriundos de la Villa: antiguo convento franciscano), constituyendo, por tanto, el sexto traslado de la marinera osamenta ( enterramiento).
Finalmente, el sábado 18 de agosto de 1956, contando mi avilesino padre con un año y ocho meses de edad, se procede al definitivo (hasta la fecha) transporte de los restos de Don Pedro, desde San Nicolás de Bari (antigua...) a la iglesia de los Padres Franciscanos, su ubicación original cuando ese templo se llamaba, ya lo he repetido hasta la saciedad, parroquia de San Nicolás ( enterramiento). Es aquí, en este momento, en el que Justo Ureña, nuestro Cronista, tiene la oportunidad de ver los restos del marino.
Ahí puede encontrarse hoy, en un lateral del altar mayor, a la vista de todos, sin darle luz apenas. En la piedra, una inscripción, un escudo partido entre los Avilés y los Arango, y la cruz de Santiago. Sobre la piedra, una bandera replegada y tendida como cubriendo la Historia:

Aquí yace sepultado el muy Ilustre Caballero Pedro Menendez de Avilés, natural de esta Villa, Adelantado de las provincias de la Florida, Comendador de Santa Cruz de la Zarza, de la Orden de Santiago y Capitán General del mar Océano y de la Armada que el Rey Felipe II junto en Santander en el año de 1.574, donde falleció a los 17 de Septiembre del dicho, siendo de edad de cincuenta y cinco años.


Para Justo Ureña.

martes, 19 de enero de 2010

La puesta de sol

Madrid, 19 de enero de 2010

         
            T:

           Te escribo desde aquí, para sorpresa de la platea y del pequeño (e imprescidible) público  que sigue esta modesta página. Esperaban, seguramente, un artículo divertido y simpático sobre el viaje a Bailén de este fin de semana. Lo habrá, pero no hoy.
          Quizá nadie se acuerde de ello este día, porque ya han pasado doce años. A veces pienso que es mucho tiempo, volviendo la vista atrás, pero otras veces me parece tan sólo un pequeño suspiro. Ya sabes, el trajín diario, las cosas que pasan y que se solapan unas a otras, y que sepultan, poco a poco, las viejas imágenes y las voces apagadas.
           Pero no en mí. Mientras yo esté por aquí, no caerá en el olvido este día.
           Quiero que sepas que por aquí está todo bien. Algunos han seguido ya tu senda, y no están con nosotros, pero todo normal, la edad que los ha vencido.
            A veces, cuando estoy solo, tengo una pequeña fantasía: pienso en lo fantástico que sería que pudieras regresar una vez cada cierto tiempo, sólo una, para ponerte al día, y charlar un rato. Poder repetir aquellas tardes de verano que la memoria no puede emborronar, cuando el sol se ponía lánguido y yo miraba hacia arriba, a través de las copas de los árboles, y el Mundo era inmenso y extraño, y todo eran preguntas que tú me respondías.
           Parece que fue ayer, ¿eh? Bueno, no sé cómo se mide el tiempo, ahí donde tú estés, pero aunque uno se va haciendo mayor poco a poco, se echa igualmente de menos, y muchas veces quisiera volver allí, cuando la tarde se apagaba lentamente, los colores se fundían con la luz tenue del sol sobre la hierba, el aire fresco acariciando nuestras caras, y por delante un camino que explorar, la vuelta a casa, o sentados uno junto al otro al final de la ladera, cerca de los geranios y los rosales de mi abuela.
           Soy un sentimental, ya lo sabías, y eso no va a cambiar, me temo. Últimamente estoy intentando que la nostalgia no pueda conmigo, que no me impida avanzar, y lo estoy consiguiendo, creo. Me doy cuenta de todo lo que queda por andar, por aprender, por disfrutar. Parece que el carro del que tiraste tú primero, me toca a mí llevarlo ahora.
                      Estarías orgulloso de muchas cosas, pienso. De otras no, pero de esas no vamos a hablar, al menos no ahora. Estarías muy orgulloso de tus hijos, estoy convencido. Uno y otra han salido adelante, cada uno en su estilo y siempre siempre ayudados por su madre (la mejor Abuela del Mundo). Sé que tenías algo especial con cada uno de ellos, al margen de todo lo demás, bueno y malo, que pudiera haber pasado. Lo veía en tus ojos, y en la forma en que les hablabas cuando estabas tranquilo. Has de saber que ellos ahora, cada vez que hablan de ti, tienen ese mismo brillo en la mirada, pues el tiempo de los recuerdos termina por arrinconar lo malo, y por iluminar lo bueno.
            Y tus nietos, los demás, tampoco pueden quejarse demasiado, a día de hoy. Los mayores a lo suyo, creciendo, estudiando, divirtiéndose. De entre todos, hay uno al que no conoces pero que habría sido tu ojito derecho, por encima mía. Se llama Diego. Es el más grande. En febrero cumplirá once años. Ayer se operó de la garganta y todo fue bien. La noche antes de la operación, como recordarás, al acostarme cogí la foto que tengo en la mesilla de noche (salimos tú y yo, sentados en la finca, tú rodeándome con el brazo izquierdo, yo con apenas seis o siete años, si llegaba) y te miré como hago muchas veces, esa media sonrisa tuya, y sin hablar te dije "eh, mañana estate por ahí, no te vayas muy lejos, por favor".
           A mí me va bien, de momento, y espero que así siga. Tengo muchos proyectos, y algunos de ellos te gustarían. No abandoné mi gusto por la Historia; de hecho me licencié. Eso sí, mis opiniones e ideas están, algunas, en las antípodas de las tuyas, pero lo veo normal, no sé tú. Tampoco creo que te enfadases por eso. Muchas veces, por cierto, me viene a la mente una cosa que me dijiste: "escoge bien". Un poquito (muy) machista esa frase, no podías evitarlo, pero tengo que decirte que "escogí" bien. O me escogieron. O simplemente tuve suerte, pero lo que tengo por nada lo cambio, quiero que lo sepas.
         Recuerdo que en los últimos tiempos me hablabas mucho de la familia. Parecías temer que se rompiera. Temí que así hubiera sucedido, hace un tiempo. Hoy, en cambio, pienso de otra manera. La familia no tiene que permanecer en la misma casa o en el mismo lugar para estar unida, porque es el Amor lo que hace que sea fuerte y no se rompa.

         Y ya tengo que ir terminando esta carta. Pero esta carta no tiene final. Es un pequeño gran punto y seguido. No puede acabar, porque muchas veces cierro los ojos cuando estoy solo, y vuelvo allí, a ese rincón de mi memoria en parte recordado en parte inventado o idealizado, y estás tú allí, esperándome, y charlamos mientras el sol se pone y todo se va oscureciendo, y el aire ya refresca, y cuando tengo que marcharme me reconforta pensar que siempre siempre estarás ahí, y que siempre podré volver.

Slit baizt.

P.D. Este va para Cris, la pequeña Flor, la mejor Hermana del Mundo, a la que, creo, hubiera gustado vivir contigo algunos de mis recuerdos.

lunes, 11 de enero de 2010

Ese Avatar

O cómo un compositor resurge de sus cenizas

Bueno, ya la he visto. La hemos visto, mejor dicho.  Después del bombardeo mediático, de opiniones encontradas (que si mucho artificio, que si indios y vaqueros, que si tal, que si cual...) y demás parafernalia que acompaña a un estreno tan mediático, el velo se ha echado a un lado.
Vimos la película de marras en 3D, cosa que no había hecho nunca. Las gafas, psicodélicas, al principio molestan un poco, pero luego uno se acostumbra (otros, u otras, no tanto). Lo mejor es el ambientillo de ir al cine, las palomitas, la sala a rebosar, la cola para entrar... Por mucho que mejoren los equipos de cine en casa nunca podrán igualar esa sensación de magno acontecimiento, en mi opinión, aunque para gustos, colores.
Pero vamos a lo que importa, al meollo.
El argumento todos o casi todos lo sabemos, y como esto no es una crítica profesional,  los que no lo sepan no tienen mas que poner "Avatar" en google, o directamente en la wikipedia, y leerlo. Dicho esto, el fondo de la historia no es para tirar cohetes, ciertamente. A quiere algo que tiene B, y como B no se lo entrega por las buenas, A hace la guerra a B para arrebatárselo por las bravas. Dentro de esta proplija fábula, nos encontramos con personajes que el bueno de James Cameron maneja como pez en el agua, esos arquetipos yankis que, lamentablemente, existen en la realidad, muchas veces superando con creces a la ficción en cuanto a nivel de estulticia. Véase ese coronel de los marines con voz de Saruman, por ejemplo, o los marines en general, carentes de materia gris.
A lo largo de las casi tres horas de metraje, la peli entretiene, no aburre, y eso ya es mucho. Y luego está lo de los efectos especiales. ¿Hasta dónde llegará la técnica? Quiero decir: en "Avatar" tú ves a un Na'vi y a un fulano real, y dices ¿dónde está la diferencia? Llegará el día, a lo mejor, en que un productor de cine, de esos que tienen 5 mansiones, 3 ferraris, dos yates, acciones en bancos japoneses, etc, le diga a un actor de carne y hueso aquello de "oye tú, guapito de cara, Yorch Clunei, o como te llames, que ya no te contrato ¿eh? que los dos millones de dólares que me pedías los puedes enrrollar, billetito a billetito, e ir introduciéndotelos de a poco por todo lo que viene siendo tu canal rectal, ¿me sigues? que en lugar de tí, o de tú, con esos 2 millones contrato yo a unos superhiperexpertos informáticos que te rilas, de mucho nivel, Maribel, que me van a hacer un fulano digital que parece real, que hasta mea, y todo, y que no tiene contrato ni cláusulas ni se afilia al sindicato de actores. Así que ya sabes, Yorch, tú dale fuerte a los anuncios de Nexpresso, y eso. "
Técnicamente, "Avatar" es un prodigio, una maravilla, con unos paisajes bellísimos, una integración CGI-real absolutamente fantástica, que supera con creces el propio desarrollo de la historia que Tito James quiere contarnos, después de hundirnos en nuestras narices el Titanic. Tampoco hay alardes excesivos, hechos sólo para lucir los efectos, aunque si así fuese, tampoco molestaría: tal es el prodigio. Las escenas de los vuelos son preciosas, las de acción (la guerra) muy bien llevadas, las íntimas se salvan con alguna dignidad (podría haber sido peor, quiero decir)... Cameron y sus muchachos logran, en ciertas partes, que te identifiques con el pueblo Na´vi, que desees visitar Árbol Madre, y escuchar las voces de los ancestros en el árbol de Eywa.

Y luego, está James Horner.
Ese fulano es el compositor, y un comentario (breve) sobre él no podía faltar, ya que de casi todos es conocida mi afición frikística a las bandas sonoras. El bueno de James Horner es conocido por muchos, incluso por usted, querido lector, aunque no pueda ni sospecharlo. ¿No reconocerían la gaita de "Braveheart", o el tema de "Titanic"? A que sí. Bien pues ese es James Horner. Pero... ¡ay! este hombre es conocido, en el mundillo de los bandasoneros, como Hornereprise, el autocopiador. James es, desde hace más o menos 15 años, aficionado a autoreferenciarse en cada obra nueva que compone, pero no en un ejercicio de estilo, sino a veces poniendo las mismas notas para crear temas de diferentes películas. Y "Avatar" no es una excepción a este regla impuesta a sí mismo por sí mismo. De esta manera, en las 3 horas de proyección podemos escuchar "Braveheart", "Titanic", "Troya", "El hombre bicentenario", "La sombra del diablo", "Willow", "Una mente maravillosa", "Enemigo a las puertas"... y el famoso tema/motivo de cuatro notas, tocado a menudo por los vientos graves, con el que Horner identifica el peligro, amenaza, el Mal...
Pero "Avatar" también es diferente. Aquí, James Horner le da un toque diferente, parece compuesta con más mimo, y no un mero refrito de su obra. Se ve en los acompañamientos al tema de Pandora y los Na'vi, en el buen trabajo de percusión, en la música compuesta para las escenas de guerra (¡coros trabajando codo con codo con los metales, y la orquesta por debajo! ¿Cuánto hacía que Horner no nos daba algo así?). Con esto, el buenazo de James demuestra que el que quiere puede, y que él de componer sabe un rato largo (coro, orquesta, voces solistas, electrónica integrada con todo lo anterior... todo ello sin compositores adicionales como hace el bueno de Hans Zimmer, grabado y orquestado por el propio Horner), y da la impresión, en fin, que si no hace eso siempre, es poque no quiere. Un buen trabajo, Avatar. En el mp3 lo llevo, enterito.

De manera que, a la espera de futuras aportaciones al mundo del cine que aúnen técnica y guión de un modo sobresaliente, este "Avatar" constituye una opción más que considerable para acercarse al cine, si la nieve lo permite, y pasar un rato agradable.


Que Eywa os proteja.