martes, 19 de enero de 2010

La puesta de sol

Madrid, 19 de enero de 2010

         
            T:

           Te escribo desde aquí, para sorpresa de la platea y del pequeño (e imprescidible) público  que sigue esta modesta página. Esperaban, seguramente, un artículo divertido y simpático sobre el viaje a Bailén de este fin de semana. Lo habrá, pero no hoy.
          Quizá nadie se acuerde de ello este día, porque ya han pasado doce años. A veces pienso que es mucho tiempo, volviendo la vista atrás, pero otras veces me parece tan sólo un pequeño suspiro. Ya sabes, el trajín diario, las cosas que pasan y que se solapan unas a otras, y que sepultan, poco a poco, las viejas imágenes y las voces apagadas.
           Pero no en mí. Mientras yo esté por aquí, no caerá en el olvido este día.
           Quiero que sepas que por aquí está todo bien. Algunos han seguido ya tu senda, y no están con nosotros, pero todo normal, la edad que los ha vencido.
            A veces, cuando estoy solo, tengo una pequeña fantasía: pienso en lo fantástico que sería que pudieras regresar una vez cada cierto tiempo, sólo una, para ponerte al día, y charlar un rato. Poder repetir aquellas tardes de verano que la memoria no puede emborronar, cuando el sol se ponía lánguido y yo miraba hacia arriba, a través de las copas de los árboles, y el Mundo era inmenso y extraño, y todo eran preguntas que tú me respondías.
           Parece que fue ayer, ¿eh? Bueno, no sé cómo se mide el tiempo, ahí donde tú estés, pero aunque uno se va haciendo mayor poco a poco, se echa igualmente de menos, y muchas veces quisiera volver allí, cuando la tarde se apagaba lentamente, los colores se fundían con la luz tenue del sol sobre la hierba, el aire fresco acariciando nuestras caras, y por delante un camino que explorar, la vuelta a casa, o sentados uno junto al otro al final de la ladera, cerca de los geranios y los rosales de mi abuela.
           Soy un sentimental, ya lo sabías, y eso no va a cambiar, me temo. Últimamente estoy intentando que la nostalgia no pueda conmigo, que no me impida avanzar, y lo estoy consiguiendo, creo. Me doy cuenta de todo lo que queda por andar, por aprender, por disfrutar. Parece que el carro del que tiraste tú primero, me toca a mí llevarlo ahora.
                      Estarías orgulloso de muchas cosas, pienso. De otras no, pero de esas no vamos a hablar, al menos no ahora. Estarías muy orgulloso de tus hijos, estoy convencido. Uno y otra han salido adelante, cada uno en su estilo y siempre siempre ayudados por su madre (la mejor Abuela del Mundo). Sé que tenías algo especial con cada uno de ellos, al margen de todo lo demás, bueno y malo, que pudiera haber pasado. Lo veía en tus ojos, y en la forma en que les hablabas cuando estabas tranquilo. Has de saber que ellos ahora, cada vez que hablan de ti, tienen ese mismo brillo en la mirada, pues el tiempo de los recuerdos termina por arrinconar lo malo, y por iluminar lo bueno.
            Y tus nietos, los demás, tampoco pueden quejarse demasiado, a día de hoy. Los mayores a lo suyo, creciendo, estudiando, divirtiéndose. De entre todos, hay uno al que no conoces pero que habría sido tu ojito derecho, por encima mía. Se llama Diego. Es el más grande. En febrero cumplirá once años. Ayer se operó de la garganta y todo fue bien. La noche antes de la operación, como recordarás, al acostarme cogí la foto que tengo en la mesilla de noche (salimos tú y yo, sentados en la finca, tú rodeándome con el brazo izquierdo, yo con apenas seis o siete años, si llegaba) y te miré como hago muchas veces, esa media sonrisa tuya, y sin hablar te dije "eh, mañana estate por ahí, no te vayas muy lejos, por favor".
           A mí me va bien, de momento, y espero que así siga. Tengo muchos proyectos, y algunos de ellos te gustarían. No abandoné mi gusto por la Historia; de hecho me licencié. Eso sí, mis opiniones e ideas están, algunas, en las antípodas de las tuyas, pero lo veo normal, no sé tú. Tampoco creo que te enfadases por eso. Muchas veces, por cierto, me viene a la mente una cosa que me dijiste: "escoge bien". Un poquito (muy) machista esa frase, no podías evitarlo, pero tengo que decirte que "escogí" bien. O me escogieron. O simplemente tuve suerte, pero lo que tengo por nada lo cambio, quiero que lo sepas.
         Recuerdo que en los últimos tiempos me hablabas mucho de la familia. Parecías temer que se rompiera. Temí que así hubiera sucedido, hace un tiempo. Hoy, en cambio, pienso de otra manera. La familia no tiene que permanecer en la misma casa o en el mismo lugar para estar unida, porque es el Amor lo que hace que sea fuerte y no se rompa.

         Y ya tengo que ir terminando esta carta. Pero esta carta no tiene final. Es un pequeño gran punto y seguido. No puede acabar, porque muchas veces cierro los ojos cuando estoy solo, y vuelvo allí, a ese rincón de mi memoria en parte recordado en parte inventado o idealizado, y estás tú allí, esperándome, y charlamos mientras el sol se pone y todo se va oscureciendo, y el aire ya refresca, y cuando tengo que marcharme me reconforta pensar que siempre siempre estarás ahí, y que siempre podré volver.

Slit baizt.

P.D. Este va para Cris, la pequeña Flor, la mejor Hermana del Mundo, a la que, creo, hubiera gustado vivir contigo algunos de mis recuerdos.

4 comentarios:

anuska dijo...

Ya sabes que él está viendo todo lo q haces y habra seguido de cerca la evolucion de la familia. Seguramente, lo q mas desearía es que todos fueseis felices y creo q lo estáis consiguiendo.
También estoy convencida q él te escuchará sea cual sea el momento aunque no te pueda responder y algunas cosas q te ocurren y q os han ocurrido seguro q él ha empujado un poco dsd arriba :)

Cris dijo...

Ruben te comprendo. Tato era Tato, no hay definición para él porque con solo decir el nombre ya basta. Yo tb me acordé hoy, no vayas a pensarte que no que yo me acuerdo de todo. Yo tenía 11 años cuando se fue pero recuerdo muchas cosas que pasé con Él porque fueron todo buenos momentos. Obviamente tú viviste más porque eres más mayor. Me acuerdo que, cuando estaba en el hospital, mamá me dijo saliendo del catecismo que fuera a verle al hospital. No fui. No quería verlo así. Quería recordarlo como era Él, como siempre, como cuando me llevaba a ver a los Reyes Magos. Ahora me arrepiento, tenía que haber ido, sobretodo, por Él, para que me pudiera haber visto por última vez. Pero bueno a veces en la vida cometemos tonterías y obramos mal.
Ojalá estuviera aquí.

Anónimo dijo...

Para eso quieres que entre, joder si siempre que lo hago salgo llorando. Precioso, sabes que me veo reflejado en ello. un 10 amigo.
Óscar.

Anónimo dijo...

A mi me ha llegao, también me falta una persona importante, que seguro que si estuviera aqui ahora mismo me apoyaría un montón, y confío en que lo esta haciendo, a su manera.

Seguro que aunque no este, está muy orgulloso de ti, Rubén, siempre lo están, y por eso cuando faltan necesitamos pensar que siguen ahí, y que nos dan su opinión porque sabemos casi con seguridad lo que dirían en cualquier momento y que sean cuales sean las decisiones que tomemos en la vida ellos las apoyan y las respetan, solo quieren que seamos felices, es lo único que les importa, y esa es la mejor sensación del mundo.