viernes, 29 de mayo de 2009

La semana que viene... ¡hablaremos del Gobierno!

Eran geniales. Luis Sánchez "Tip" y José Luis Coll, Tip y Coll, formaban parte de esa generación de humoristas que, por mor de las circunstancias, se veían impelidos a rebuscar hasta en los últimos estratos de la inteligencia humorística para solventar las cambiantes condiciones políticos sociales de esa España de camisa vieja.
En sus gags hablaban de todo; hasta de cómo llenar un vaso de agua siguiendo unas instrucciones en francés declamadas por Tip y traducidas por Coll. Desternillante.
De lo que nunca hablaron fue del Gobierno, a pesar de terminar cada acto teatral y cada escena con esa frase: "la semana que viene..."
A cada día que pasa, más hago caso a esa filosofía. ¿Qué dirían ahora esos monstruos del humor? "La semana que viene... hablaremos del avión de ZP"; o tal vez "la semana que viene... hablaremos de las elecciones europeas"; a lo mejor "la semana que viene... hablaremos del aborto"; "de monseñor Cañizares"; "de Paco Camps y sus trajes"; de "miembros y miembras"; de "es un ser vivo pero no es un ser humano"; la semana que viene...
...y nunca hablaron, porque ellos estaban por encima. Descender a las miserias de la vida política de este maltrecho país. Porque ellos tenían más de dos y de tres dedos de frente.
Eso sí, con la crisis se habrían hinchado. Fíjense ustedes: los que intentan sacarnos de ella fueron los que nos metieron. Y más: cobran desde 5000 euros los más modestos (los diputados) hasta chorrocientos mil euros (empresarios y cía). Al mes, claro.
Ante esto, prefiero imbuirme de ese espíritu humorístico del que hacían gala Tip y Coll, Miguel Gila, Eugenio...

Pongo la tele y escucho y veo a un político dando un mitin mi mente traduce, automáticamente, y de repente le escucho hablar como Antonio Ozores: "Es una vergüenza que el Gobierno no... bocadillo de mortadela señal de tráfico en ambar culebra roja de chorizo eso no se dice caca chuletas de bacalao en Logroño ay ¡¡noooo hija no!!".

Zapeo. Zap zap zap.




Ahora contemplo hablar a un diputado en el Congreso, mancillando el mismo suelo y el mismo ambiente, bajo el mismo tragaluz en el que hablaron Azaña y Ortega y Gasset, mis oídos sólo pueden oír "¿es el enemigo? ¿oiga? ¿es la guerra? Que... que mañana por la tarde no ataquéis, que hay fútbol" y cuando Gila cuelga el teléfono vuelvo a hacer zapping.




Zap Zap




Un tertuliano habla en un debate en tv como si él mismo fuera Eratóstenes de Protas. Entonces de su boca surgen palabras sueltas: "Saben aquél de diu que era una pareja de novios, él respetó a la novia hasta el final tú, y diu el día de la boda le diu a ella: "nos vamos a ir de luna de miel a Valencia". Se casan y cogen autopista para Valencia, y diu a la media hora le diu ella a él: "ahora ya estamos casados nen, ya puedes pasarte". Y se fueron a Sevilla tú."




A ver si va a resultar que, a lo mejor, estoy fuera de la realidad. Quizá debería dejar que me regalen un buen traje. No uno cualquiera, uno cojonudo, coyonut o como se diga, com se diguim, sin factura ni ná. A renglón seguido, ahora que empiezan mis vacaciones, me piro vampiro a Soria en un Jumbo 747 air force güan de las FFAA, que tenga vidé a todo confort. Luego, malverso fondos un poquito. Luego, me dejo querer. Luego me hago nacionalista. Luego lo contrario. Luego me doy golpes de pecho en misa un poquito. Luego comparo violaciones de niños por curas y monjas con el aborto. Luego de ser un mindundi me hacen Ministro del Gobierno del Reino de las Españas, aunque en realidad yo sólo sepa que la eme con la a es MA y hacer la O con un canuto de manera rudimentaria; eso sí, en la foto luzco que te cagas (no en vano el traje es regalado).

Ahora ya estoy listo. Estoy en la realidad del país. Huela a mierda.

Zap Zap. ¡Zap Zap!
¡No puedo cambiar de canal! ¿Dónde reponen esa gran película histórica española en la que Ozores hace de fraile de la Inquisición y ante la afirmación de un campesino que dice "mi padre es un holgazán y un vago", el fraile Ozores responde "ah pero ¿su padre es diputao?"

Por favor, que se abran los cielos y por ellos descienda un haz de luz que nimbe a Tip y Coll vestidos de frac.

Porque no quiero hablar del Gobierno.




miércoles, 6 de mayo de 2009

Abuelita

La rosa en la ventana

Es curioso y extraño a la vez, y quizá también, desde cierto punto de vista, sea comprensible. Hace ya más de dos años y es ahora, justo en este entretiempo, cuando empiezo a echarla más de menos.
Como siempre, a Rubén se le quedan miles de palabras que decir, miles de cosas que preguntar, miles de ansias por saber más que ahora a la fuerzo debo reprimir. Tantos momentos que pude vivir y que ahora se conforman con ser imaginaciones y fantasías que se pierden en mi cabeza. Tengo la sensación que se fue sin que yo la conociese bien, realmente. Hoy, no es el deseo por investigar la vida de alguien perfecto lo que me mueve a verter en estas líneas mi ignominia mental. Es, en cambio, el lamento lánguido de no poder ver a una persona como fue, con sus luces y sus sombras. Y el problema es precisamente ese: yo tengo alguna luz, pero sobre todo tengo sombras.
No sé por qué escribo esto hoy. No es ninguna fecha especial, ningún día señalado ni efeméride alguna. Pero tengo que hacerlo, aunque no lo lea nadie.
Abuelita la llamé siempre. Miento: hace algunos años improvisé formas de llamarla más acordes con el paso del tiempo, o eso creía yo, al menos. Pero al final, se impuso ese Abuelita ya que, con solo evocar esa palabra, me llevaba inmediatamente a su rostro. Y era este afable, al menos tal y como yo creí conocerlo, ya vetusto, la piel tersa, curtida por años y años de esfuerzo y trabajo.
Recuerdo que en febrero de 2007, en el funeral el cura se refirió a su sonrisa. Tenía razón. Era una sonrisa especial, porque estaba cimentada en su creencia de que toda la gente puede llegar a ser buena, si se lo propone.
Seguro que sufrió, en mayor o menor medida, interiormente, en silencio, cuando yo me aparté de la Iglesia. Devota católica, convencida en la Redención de los pecados, y en la infinita misericordia de Dios, vivió teniendo presentes esas Escrituras que su madre, mi bisabuela María, le inculcó desde niña. Yo mismo he podido ver, en estos dos años, un misal, un catecismo y un devocionario firmados por una joven Pacita Pérez Fernández, 1929.
Su aparición al final de mi pequeño relato histórico publicado aquí hace semanas, "Abril: entre Avilés y la Puerta del Sol", como una jovenzuela que se dirige, en su primer día de trabajo, a la redacción de "La Voz de Avilés", es solo una gota en el mar que no le hace justicia. Ella misma podría haber escrito un relato mucho mejor, que podía haber titulado "Cómo sobrevivir en España en los años 50 con un marido enfermo en cama, una hija pequeña, un hijo aún bebé, una vaca, cuatro conejos, seis gallinas y un pedazo de tierra".
Pero todo esto, ahora, me queda muy grande. Es mucho más grande que yo. Casi me parece una falta de respeto hablar de ello. No debería ser así. Pero lo es. Sé que ella quería a todos por igual, pero también sé que yo no era su nieto predilecto. Pero también sé que eso no cambia nada. La vida somos nosotros mismos y miles de circunstancias cambiantes que nos acechan por doquier.
También sé que nunca nos vimos mucho; al menos, no muy a menudo. Quizá por eso sea ahora, más de dos años después, cuando más noto su falta. Muchas veces la perspectiva de que no haya nada Después, salvo Vacío, me acongoja y tengo que auto-obligarme a pensar en otra cosa; y otras veces me gusta pensar que tal vez esté por ahí, no sé si arriba, abajo o simplemente por Ahí, observando cómo su nieto no-predilecto, se lamenta él solo, en silencio, sin contarlo a nadie, a veces a oscuras en la cama, de noche, a veces paseando a día abierto, por no poder sentarme a su lado ahora mismo, en la cocina, oliendo a madera vieja y a carbón quemado mezclado con la última comida del día, y poder pregutnarle cosas; muchas. Todas. Yo, tanto tiempo alardeando de mi gusto por la Historia, y tenía al lado Historia Viva nacida desde 1916. Ella quizá tenía metido en la cabeza, aún, el ronco zumbido de los Fiat italianos sobrevolando las calles de Avilés, soltando la metralla en los tejados de la plaza de Abastos y derruyendo parte de la fachada del ayuntamiento, en 1937.
A lo mejor ya no lo recordaba. Pero a lo mejor sí. Y yo, debería habérselo preguntado, para atesorar ese recuerdo y transmitirlo a los que vengan después.
Fueron 91 años de lucha, de brega, de trabajo constante.
Y fue quizá una corazonada, lo que me llevó a visitarla en vísperas de mi viaje a la Capital, en agosto de 2006. Fui solo, pero tenía la sensación de que aquella oportunidad no podía dejarla escapar una vez más. Y menos mal. Hablo conmigo sin darse importancia, aconsejándome con una humildad impropia de alguien que con 91 años aconseja a otro alguien de 26. Lo que me contó no voy a reproducirlo aquí. Sólo diré que fue la vez que más cerca de ella me sentí, como si supiera que estaba siendo la última.
"Cuando vengas, ven a verme a mí también". Una vez más Rubén incumplió su palabra. Parecía que ella siempre estaría ahí, que siempre estaría bien. Sólo era descolgar el teléfono, sólo era doblar a la derecha en lugar de seguir de frente. Pero un día ya no estuvo. La voz de mi madre (no podría haber otra voz mejor para eso) me lo hizo saber, ese febrero de hace dos años. Se había ido.
No llegué a tiempo. Sólo para llevarla en el último tramo, la última salida. Era febrero pero hacía un extraño día de primavera. Un sol manso, tranquilo, una luz reposada. Una pura metáfora de esa sonrisa que, ahora, solo podía evocar en mi mente.
Ahora, la echo de menos. Quien quiera que lea esto, quizá no le sirva para nada, y quizá, tal vez, contribuya a hacer reflexionar sobre aquellos que siempre están ahí y que, a lo mejor por eso, no tratamos como realmente merecen. Luego, el lamento es tan sólo la frustración de un deseo.

Te echo de menos.

Epílogo.
Meses después. Tarde gris. La casa en silencio, el viento agita su soledad impuesta. En un acto reflejo, golpeteo el cristal de la cocina. Nadie responde. Oscuro. Ana me aprieta la mano. Me esfuerzo en llorar, pero no me sale el llanto. Del rosal arranco una flor, y allí, en el alféizar de la ventana, solitaria, la dejo tendida.
Ojalá nunca se marchitase.

Ahora sí. Ahora, ya me sale el llanto.

P.D. Papá, este va para Tí.

viernes, 1 de mayo de 2009

Músicas de Cine

Lunes, 27 de abril. Calles de Madrid, vías de circulación, siete de la tarde, soleado, dos asturianos se baten el cobre en la circulación de la capital del reino; uno conduce, otra co-pilota profesional. "¡¡¡Brumm brumm piiiiiiiiiiiiiiiii pipipiiiiiiiiiiiiiii mamooooonnn!!!" ¿Pero este que coño haceeee!!!"... etcetera.

Parking. Ratonera. Calle del Príncipe de Vergara, número 146. Recordemos que el Príncipe de Vergara fue el General Joaquín Baldomero Fernández-Espartero Álvarez de Toro, el del Abrazo de Vergara con el general carlista Rafael Maroto Yserns (el de la moto, chistes de historiadorcillos). Auditorio Nacional. Concierto "Coros de Cine", esto es, Bandas Sonoras.
Aclaración: YO soy un FRIKI de las bandas sonoras (orquestales, no las canciones churreras a las que comúnmente se hace referencia cuando se habla de la música de cine).
Sigo: Orquesta Sinfónica Chamartín y Coro Talía, ambos madrileños. Dirige su directora titular y fundadora del Coro Talía, Dª. Silvia Sanz Torre. Sala Sinfónica del Auditorio, vista muchas veces por la televisión, conocida ya anteriormente por mí cuando presencié, en solitario, un concierto sobre obras de Mahler.
Patio de butacas, zona central escorada al lado izquierdo. Buena vista del escenario, aunque mejorable. Se produce ese momento en que el menda se emociona y no para de decirle a Ana gilipolleces. Me calmo cuando se produce otro momento que me encanta: la orquesta afina. Detrás, se acomoda el coro.
Ñíiiiiiiiii.... Paaaaaa.... Buummm....
La directora entra en escena. Da la mano al primer violín (en esta ocasión, primera violinista, pues se trataba de una chica de facciones eslavas). Aplausos. Silencio mágico. La directora da la entrada y las primeras notas de Shrek, de Harry Gregson-Williams, reverberan en los salientes y guardacantones del auditorio. No es una obra complicada, pero se nota que la orquesta no es de primer nivel.
Aclaración: Verbigracias: La orquesta sinfónica de Viena, la de Chicago... son DIOS. La London Symphony, la Nacional de España, incluso la OSPA... son de Primer Nivel. La que hoy nos ocupa, es de Segundo Nivel. Ojo, hay más por debajo: las orquestas del Este, baratas, muy usadas en el cine español, o las orquestas de aficionados o conservatorios, son de tercer nivel. Luego están las orquestas juveniles, etc... Un tema tocado por una y otra de estas orquestas arroja diferencias abisales (y digo abisales, no abismales, a posta). También influye el director. Silvia Sanz realizó una dirección para nada ortodoxa, sino más bien gestual. No la vi marcar dos compases seguidos casi en ningún momento, pero parecía divertirse a tope con las piezas, dando la entrada emocionada a las secciones, y ofreciendo, en fin, una dirección vivaz y alegre. Pero esto también se nota: ella no era la autora de ninguna de las piezas, y ese es un privilegio que solo los autores que saben dirigir pueden ofrecer al público. Verbigracia: el concierto de Alan Silvestri hace dos años en la calle Atocha, en el que el autor de Regreso al Futuro puso en pié al público al segundo tema.

Y la imagen en mi retina del Maestro Howard Shore marcando el compás 5/4 sincopado del tema de Isengard (La Comunidad del Anillo), o la dirección de su obra maestra, el tema Arden las Almenaras. "Ligthing of the Beacons" (El Retorno del Rey), donde exprime a la orquesta en un tutti (la totalidad de instrumentos tocan a la vez) dirigiéndolos a todos y elevando el nivel compositivo para cine a la enésima potencia.

Volvamos a Madrid: Shrek bien tocado, el coro brillando un punto por encima de la orquesta (tónica repetida toda la velada). Al final, se atrevieron a tocar el tema "Ride on the Dragon", que pensé no acometerían. Bien salvado, excepto por dos cosas: los metales debieron haber brillado más, y los chelos marcar más el stacatto. Pero para eso, el menda es un pijotero, tal y como Ana me señaló cuando se lo susurré a su lindo oído.
Luego llegaron temas de Harry Potter, salvado dignamente, sobre todo el coral Double Trouble. En esta banda sonora se pudo apreciar lo cabrón que es el Maestro John Williams, rayando el cabroneo en la cuerda a altos niveles, ofreciendo una caterva de aumentados y disminuidos muy bellos al oido pero, supongo, muy agrios de tocar para la cuerda (calma: no voy a explicar qué son los aumentados y disminuidos, porque tampoco sabría hacerlo bien).
John Williams, con su peculiar estilo altamente loado por millares de frikis del planeta, entre los que me encuentro.

Un aparte dedico a una película española con música vivaz (¡al fin!): La Conjura de El Escorial, infausta obra del cineasta Antonio del Real, mala película en la cual tan solo salvo el vestuario, las localizaciones, a Juanjo Puigcorbé (hace un digno Felipe II) y, sobre todo, la música de Alejandro Vivas. El propio compositor me firmó el disco, al final del concierto, estrechándole yo la mano. La suite de temas de esta película fue bien tocada, destacando su Réquiem (Ana me enseñó su piel de gallina) y la vivaracha Lucha en el Mercado, un gran tema que a muchos recordaría a la música de Piratas del Caribe, como yo mismo susurré de nuevo a Ana, pero que, pensándolo mejor, recuerda más a las obras de W. Korngold, un compositor de los años 30 que a todos os la traerá al pairo, pero que musicó grandes obras marinas como "El Halcón del Mar", para lucimiento del saltarín y galán Errol Flynt.
Alejandro Vivas, ojalá no haya sido su primera y última composición para el cine
Más temas, un par de ellos corales antiguos, el "Don't cry for me Argentina", simpático. Salvar al Soldado Ryan, tranquilo y pausado, definido por Ana como "soso", preparó la traca final de Star Wars:
La lucha galáctica, magna obra de John Williams, fue salvada también dignamente. Bien el tema de Darth Vader, los Créditos de inicio archiconocidos, esa fanfarria poderosa con el tema de Luke Skywalker, y al final, para cerrar el programa, se atrevieron con el "Duel of the Fates", sin duda lo mejor de TODA la ¿pelicula? de "La Amenaza Fantasma". El coro rindió bien las frases en sanscrito, pero la cuerda estuvo algo falta de fuerza en los stacattos y spicattos, y algo más cortada debería haber tocado en un par de pasajes (ojo, siempre con el original en mente).
Todo fue megadivertido. Me lo pasé como un enano. De nuevo, la música de cine (la verdadera música "clásica" de nuestro tiempo) se me revela como un deleite para mis sentidos. Y, al escuchar el gran tema de "Lucha en el Mercado", me pregunté en silencio a mí mismo...
...¿cuándo? ¿cuándo podré componer yo algo así?














Howard Shore se retuerce conduciendo su Sinfonía en Tres Movimientos