Este asunto de las manifestaciones a favor de una democracia verdadera me parece muy interesante. Por un lado, porque siempre es positivo que el pueblo soberano haga el ruido que considere menester; y por otro, porque el asunto permite ir más allá, hacia el fondo de la cuestión.
En mi opinión, antes de reclamar legítimamente algo hay que saber desde dónde se parte y en qué punto está el tema que se quiere cambiar. Desde mi punto de vista, de lo que se trata aquí no es (sólo) de conseguir más trabajo. Ese particular es (entiéndaseme bien, por favor, que yo también estuve en paro y quizá vuelva a estar, y sé cómo se pasa) superficial. Porque si José Luis Rodríguez Zapatero es el responsable directo de elevar el desempleo hasta el 21%, entonces también lo sería de rebajar al 8,3% la tasa anual de paro en 2007. Tal cosa requeriría debates y detalles más profundos que no vienen al caso ahora, pues estarían contaminados por asuntos y eslóganes políticos que pretendo dejar al margen de este análisis anti-partidista.
La Crisis del sistema va mucho más allá, pero tampoco ese es el tema ahora, porque la pancarta de Madrid rezaba Democracia Real Ya. Bueno, veamos eso de la democracia.
En primer lugar, el término dimana del griego Demos (pueblo) y Kratos (gobierno): el gobierno del pueblo, es decir, tu gobierno, el mío, el de Fulano y el de Mengana. En segundo lugar, tengamos en cuenta que, políticamente, venimos de la Revolución Francesa y de la Ilustración. Ni cristianismo, ni árabes, ni celtas, ni don Pelayo, ni nada. Y en tercer lugar, hay que tener presente el modo en que el pueblo se organiza políticamente, cosa que hacemos basándonos en la División de Poderes.
Ese concepto, que comenzó a tratar Aristóteles y mucho después fue moldeado por Locke, Rousseau y otros ilustrados, adquirió gran reconocimiento en base a Del Espíritu de las Leyes, de Montesquieu, allá por el año 1748. La teoría dice que esa separación consiste en que los tres conceptos del Estado moderno (elaborar las leyes, hacerlas cumplir y velar por su cumplimiento) no deben concentrarse en las mismas manos, sino que deben separarse en tres brazos que actúen como contrapeso los unos de los otros: Legislativo, Ejecutivo y Judicial. Qué bonito. Veamos el caso de España de una vez, poder por poder:
1º) LEGISLATIVO:
Muchos incautos creemos que cuando vamos a votar a nuestro colegio electoral en las elecciones generales, votamos a Zapatero o a Rajoy o a Llamazares o a Rosa Díez, pero no. Tras, se supone, deliberar en la jornada de reflexión acerca de nuestro voto, vamos al colegio y, en medio de un batiburrillo de fulanos de varios partidos que nos vigilan y de (según la hora y la afluencia) un maremágnum de personas, cogemos nuestra papeleta de una mesa que está a la vista de todos (supongamos que la cabina está ocupada). Quizá un jubileta despistado no se aclara… pero tranquilos, porque allá va el interventor del partido de turno para decirle al abuelo qué tiene que meter en el sobrecito, venga hombre, no se preocupe que yo le echo un cable; faltaría plus.
Bueno, en cualquier caso damos nuestro voto al presidente de mesa y él dice “Rubén bla bla”… vota” mientras deja caer el sobre en la urna. Muy bien… pero lo que va dentro no es el nombre de nuestro querido Presidente, sino muchos nombres de fulanos a los que no conocemos ni en pintura (ni falta que hace), de entre los cuales Zapatero o Rajoy o Llamazares no figuran ni de lejos: son personas que el partido correspondiente ha decidido que figuren en la lista por la provincia. Nada más. En los próximos cuatro años no volverán a Asturias o a Huelva salvo que tengan casa allí.
Dan las ocho, o las nueve, y se acaba la votación. Comienza el recuento. Y éste se hace en base a la famosa Ley D´Hont. Resumámosla:
Para empezar, los partidos que hayan obtenido menos del 3% de los votos en la provincia o circunscripción electoral, se quedan fuera del reparto del pastel (por cierto que los votos en blanco NO van a parar a la lista más votada, pero sí se tienen en cuenta a la hora de establecer ese umbral de 3%). Luego, se ordenan las candidaturas de más a menos según el número de votos que hayan tenido. Después, supongamos que en la provincia se eligen, como en Asturias, 9 diputados al Congreso. Entonces se van dividiendo los votos de los partidos entre los 9 números, es decir, que si el partido Fuika obtuvo 1000 votos, y el partido Suflé 600, y el partido Gandalf 100, pues se va diviendo 1000:1=1000, 1000:2=500; 1000:3=333,33; 1000:4=250… etc etc hasta llegar a 1000:9=111,11, y luego haríamos lo mismo con los 600 votos de Suflé (600:1=600; 600:2=300…) y los 100 de Gandalf. Y por último, de entre todos los resultados de todas las divisiones, se cogen las 9 cifras más altas y cada una de ellas se le asigna un diputado. Y ese era todo el misterio.
¿Qué ocurre con esto? Pues que como se vota por provincias y/o circunscripciones (Asturias es una provincia pero tiene 3 circunscripciones electorales: la central, la oriental y la occidental), si hacemos un cálculo a nivel nacional, vemos que por ejemplo al PP y al PSOE ganar UN diputado les cuesta 70.000 votos, mientras que a Izquierda Unida UN diputado le cuesta 250.000 votos… Apliquemos esto al Congreso de los Diputados:
Elecciones Generales 2008:
-PSOE: 11.064.524 votos (43,64 %) -> 164 diputados.
-PP: 10.169.973 votos (40,11 %) ->148 dip.
-IU: 963.040 votos (3,8 %) -> 2 dip.
-CiU: 774.317 votos (3,05 %) -> 11 dip.
-UPyD: 303.535 (1,20 %) -> 1 dip.
-PNV: 303.246 votos (1,20 %) -> 7 dip.
-ERC: 296.473 votos (1,17 %) -> 3 dip.
Bien, ahora apliquemos el porcentaje de cada partido a los 350 escaños que tiene el Congreso. Los resultados serían estos:
-PSOE ->152 diputados.
-PP ->140 dip.
-IU -> 13 dip.
-CiU -> 10 dip.
-UPyD -> 4 dip.
-PNV -> 4 dip.
-ERC ->4 dip.
Esta aplicación está hecha por mí, que no tengo ni idea de estadística ni nada, es decir, no corresponde a ninguna tabla científica de uso electoral… pero aunque sea de manera muy muy aproximativa, vemos que el reparto sería diferente. El tanto por ciento seguramente variase si la elección fuese directa a nivel nacional, y seguramente también muchos votos que van a partidos nacionalistas dejarían de ir a ellos en, como digo, una elección directa y no por provincias.
¿Por qué es así? Evidentemente, porque favorece: 1) a las mayorías y 2) a los nacionalistas, fraguado todo ello en la sacrosanta Transición, donde se reunieron en una mesa Adolfo Suárez, Felipe González, Santiago Carrillo y los nacionalistas vascos y catalanes y dijeron “bueno, a ver cómo nos repartimos el pastelito”. De esta manera es posible que Izquierda Unida (insisto en ella porque es un partido nacional y el gran perjudicado por este sistema, aunque a lo mejor habría que comenzar a incluir también a UPyD) tenga 60.000 votos en Asturias y obtenga 1 diputado, y ERC consiga su diputado en Gerona con 43.000 votos en 2008.
Alternativa: la elección directa del poder Legislativo, a nivel nacional y sin circunscripciones. Tantos escaños, tantos votantes, tantos votos por escaño. Y fin.
2º) EJECUTIVO:
El Gobierno. La cosa se pone interesante, pues siguiendo algo dicho más arriba (“Muchos incautos creemos que cuando vamos a votar (…) votamos a Zapatero o a Rajoy o a Llamazares o a Rosa Díez, pero no”) nos damos cuenta de hasta dónde se malversa la separación de poderes: el Ejecutivo es elegido por el Legislativo. Es decir, que los diputados del Congreso (localizado en la confluencia de la Carrera de San Jerónimo con la plaza de las Cortes) reunidos en pleno, votan y eligen (en primera votación con mayoría absoluta y si no en segunda con mayoría simple de la mitad+1) al Presidente, tras un Debate de Investidura. Posteriormente (tras los aplausos, cócktail, etc…) el Presidente jura o promete su cargo ante el Rey y nombra luego a los Ministros. Acabado el proceso, Presidente y Ministros (que pueden ser diputados o no serlo, es decir, yo mismo, ahora, podría ser ministro si me nombrase el presi… que no creo) tienen una bancada azul para ellos reservada en el Congreso de los Diputados.
Es decir: el Legislativo elige al Ejecutivo, no el pueblo soberano. Podríamos caer en la trampa de decir “pero el Legislativo está elegido por el pueblo”… ¡Amigo! ¡Pero está elegido PARA LEGISLAR, NO PARA ELEGIR AL PODER QUE DEBE GOBERNAR!
Alternativa: Que ambos poderes sean elegidos en votaciones directas y distintas: una para elegir a los diputados, y otra para elegir al Presidente, como se hace en Francia, o en Estados Unidos de Norteamérica (donde al igual que en Gran Bretaña, el complicado procedimiento de Impeachment [“bochorno”] es el único camino para que el Legislativo tome declaración el Ejecutivo, como le pasó a nuestro recordado amigo Bill Clinton). Elecciones “Legislativas” y elecciones “Presidenciales” en las cuales sí que meteríamos en la urna el nombre de Zapatero, Rajoy o el sumsum corda.
3º) JUDICIAL:
La Justicia ha sido representada tradicionalmente como una mujer vendada sosteniendo una balanza, de ahí el dicho “la Justicia es ciega”. En España, es ciega y algo más, a mi parecer. ¿Por qué? Vamos rápidamente para acabar:
Los Jueces administran la Justicia “en nombre del Rey”. El poder Judicial se organiza entorno a la institución del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), administrativamente a la misma altura que el Congreso de los Diputados y que el Consejo de Ministros. El CGPJ está presidido por el a su vez presidente del Tribunal Supremo, y formado por 20 miembros llamados vocales. ¿Cómo se elige a esos 20 vocales? Ahí está la cuestión:
-12 son propuestos por el Rey. Pero como sabemos, la monarquía es parlamentaria, es decir, depende del Parlamento. El Rey reina pero no gobierna, no es sujeto de derecho, no es responsable de sus actos (lo es el Consejo de Ministros). Por tanto, esos 12 vocales que propone Juancar le son a su vez dados a él por el Parlamento, a razón de 6 el Congreso y 6 el Senado, teniendo que ser aprobados sus nombres por al menos 3/5 de la Cámara correspondiente, es decir: PP+PSOE, gracias a la Ley Electoral que vimos al inicio. A su vez, esos 12 magistrados propuestos el Parlamento los ha recogido previamente de una lista de 36 nombres facilitados al mismo por las asociaciones de Magistrados con al menos el 2% de representación del censo de jueces.
-Los 8 restantes son directamente aprobados por el Parlamento por la misma mayoría de 3/5, a razón de 4 el Congreso y 4 el Senado (PP+PSOE)
Las condiciones que estos prohombres deben cumplir para formar parte del CGPJ son dos: ser de “reconocida competencia” y “llevar al menos 15 años de ejercicio profesional” (todo esto está establecido en Leyes Orgánicas y en artículos de la Constitución que ni voy a citar).
Es decir: El Legislativo elige al Ejecutivo, y JUNTOS ellos dos ELIGEN AL JUDICIAL.
Alternativa: De nuevo en EEUU, por ejemplo, los jueces son elegidos por sufragio universal. Aquí podríamos hacer lo mismo, o elegir por sufragio popular a los jueces de instancias inferiores, y posteriormente éstos elegir (por sufragio interno de entre todos ellos) a los jueces de instancias superiores. Otras ideas o baremos podrían ser el número de años de servicio sin haber sido si quiera llamado a declarar por cohecho, el número de sentencias emitidas y de entre ellas el número de las que no fueron apeladas, el número de casos iniciados de oficio (con indicios propios), etc etc…
En definitiva, efectivamente en España no hay Democracia Real, sino un régimen de partidos políticos, en el que no hay separación de poderes sino de FUNCIONES (sin mencionar ni entrar en más cosas como la prensa, ese llamado “cuarto poder” que también responde a intereses controlados por los partidos…)
Por tanto, pidamos democracia real, desde luego que sí, pero sabiendo qué tenemos y hasta dónde podríamos llegar. En cualquier caso, soy pesimista en esto (aunque no al 100%).
Recuerden: hablamos de España.