martes, 17 de mayo de 2011

España y la Democracia Real

Este asunto de las manifestaciones a favor de una democracia verdadera me parece muy interesante. Por un lado, porque siempre es positivo que el pueblo soberano haga el ruido que considere menester; y por otro, porque el asunto permite ir más allá, hacia el fondo de la cuestión.
En mi opinión, antes de reclamar legítimamente algo hay que saber desde dónde se parte y en qué punto está el tema que se quiere cambiar. Desde mi punto de vista, de lo que se trata aquí no es (sólo) de conseguir más trabajo. Ese particular es (entiéndaseme bien, por favor, que yo también estuve en paro y quizá vuelva a estar, y sé cómo se pasa) superficial. Porque si José Luis Rodríguez Zapatero es el responsable directo de elevar el desempleo hasta el 21%, entonces también lo sería de rebajar al 8,3% la tasa anual de paro en 2007. Tal cosa requeriría debates y detalles más profundos que no vienen al caso ahora, pues estarían contaminados por asuntos y eslóganes políticos que pretendo dejar al margen de este análisis anti-partidista.
La Crisis del sistema va mucho más allá, pero tampoco ese es el tema ahora, porque la pancarta de Madrid rezaba Democracia Real Ya. Bueno, veamos eso de la democracia.
En primer lugar, el término dimana del griego Demos (pueblo) y Kratos (gobierno): el gobierno del pueblo, es decir, tu gobierno, el mío, el de Fulano y el de Mengana. En segundo lugar, tengamos en cuenta que, políticamente, venimos de la Revolución Francesa y de la Ilustración. Ni cristianismo, ni árabes, ni celtas, ni don Pelayo, ni nada. Y en tercer lugar, hay que tener presente el modo en que el pueblo se organiza políticamente, cosa que hacemos basándonos en la División de Poderes.
Ese concepto, que comenzó a tratar Aristóteles y mucho después fue moldeado por Locke, Rousseau y otros ilustrados, adquirió gran reconocimiento en base a Del Espíritu de las Leyes, de Montesquieu, allá por el año 1748. La teoría dice que esa separación consiste en que los tres conceptos del Estado moderno (elaborar las leyes, hacerlas cumplir y velar por su cumplimiento) no deben concentrarse en las mismas manos, sino que deben separarse en tres brazos que actúen como contrapeso los unos de los otros: Legislativo, Ejecutivo y Judicial. Qué bonito. Veamos el caso de España de una vez, poder por poder:

1º) LEGISLATIVO:
Muchos incautos creemos que cuando vamos a votar a nuestro colegio electoral en las elecciones generales, votamos a Zapatero o a Rajoy o a Llamazares o a Rosa Díez, pero no. Tras, se supone, deliberar en la jornada de reflexión acerca de nuestro voto, vamos al colegio y, en medio de un batiburrillo de fulanos de varios partidos que nos vigilan y de (según la hora y la afluencia) un maremágnum de personas, cogemos nuestra papeleta de una mesa que está a la vista de todos (supongamos que la cabina está ocupada). Quizá un jubileta despistado no se aclara… pero tranquilos, porque allá va el interventor del partido de turno para decirle al abuelo qué tiene que meter en el sobrecito, venga hombre, no se preocupe que yo le echo un cable; faltaría plus.
Bueno, en cualquier caso damos nuestro voto al presidente de mesa y él dice “Rubén bla bla”… vota” mientras deja caer el sobre en la urna. Muy bien… pero lo que va dentro no es el nombre de nuestro querido Presidente, sino muchos nombres de fulanos a los que no conocemos ni en pintura (ni falta que hace), de entre los cuales Zapatero o Rajoy o Llamazares no figuran ni de lejos: son personas que el partido correspondiente ha decidido que figuren en la lista por la provincia. Nada más. En los próximos cuatro años no volverán a Asturias o a Huelva salvo que tengan casa allí.
Dan las ocho, o las nueve, y se acaba la votación. Comienza el recuento. Y éste se hace en base a la famosa Ley D´Hont. Resumámosla:
Para empezar, los partidos que hayan obtenido menos del 3% de los votos en la provincia o circunscripción electoral, se quedan fuera del reparto del pastel (por cierto que los votos en blanco NO van a parar a la lista más votada, pero sí se tienen en cuenta a la hora de establecer ese umbral de 3%). Luego, se ordenan las candidaturas de más a menos según el número de votos que hayan tenido. Después, supongamos que en la provincia se eligen, como en Asturias, 9 diputados al Congreso. Entonces se van dividiendo los votos de los partidos entre los 9 números, es decir, que si el partido Fuika obtuvo 1000 votos, y el partido Suflé 600, y el partido Gandalf 100, pues se va diviendo 1000:1=1000, 1000:2=500; 1000:3=333,33; 1000:4=250… etc etc hasta llegar a 1000:9=111,11, y luego haríamos lo mismo con los 600 votos de Suflé (600:1=600; 600:2=300…) y los 100 de Gandalf. Y por último, de entre todos los resultados de todas las divisiones, se cogen las 9 cifras más altas y cada una de ellas se le asigna un diputado. Y ese era todo el misterio.
¿Qué ocurre con esto? Pues que como se vota por provincias y/o circunscripciones (Asturias es una provincia pero tiene 3 circunscripciones electorales: la central, la oriental y la occidental), si hacemos un cálculo a nivel nacional, vemos que por ejemplo al PP y al PSOE ganar UN diputado les cuesta 70.000 votos, mientras que a Izquierda Unida UN diputado le cuesta 250.000 votos… Apliquemos esto al Congreso de los Diputados:
Elecciones Generales 2008:
-PSOE: 11.064.524 votos (43,64 %) -> 164 diputados.
-PP: 10.169.973 votos (40,11 %) ->148 dip.
-IU: 963.040 votos (3,8 %) -> 2 dip.
-CiU: 774.317 votos (3,05 %) -> 11 dip.
-UPyD: 303.535 (1,20 %) -> 1 dip.
-PNV: 303.246 votos (1,20 %) -> 7 dip.
-ERC: 296.473 votos (1,17 %) -> 3 dip.
Bien, ahora apliquemos el porcentaje de cada partido a los 350 escaños que tiene el Congreso. Los resultados serían estos:
-PSOE ->152 diputados.
-PP ->140 dip.
-IU -> 13 dip.
-CiU -> 10 dip.
-UPyD -> 4 dip.
-PNV -> 4 dip.
-ERC ->4 dip.
Esta aplicación está hecha por mí, que no tengo ni idea de estadística ni nada, es decir, no corresponde a ninguna tabla científica de uso electoral… pero aunque sea de manera muy muy aproximativa, vemos que el reparto sería diferente. El tanto por ciento seguramente variase si la elección fuese directa a nivel nacional, y seguramente también muchos votos que van a partidos nacionalistas dejarían de ir a ellos en, como digo, una elección directa y no por provincias.
¿Por qué es así? Evidentemente, porque favorece: 1) a las mayorías y 2) a los nacionalistas, fraguado todo ello en la sacrosanta Transición, donde se reunieron en una mesa Adolfo Suárez, Felipe González, Santiago Carrillo y los nacionalistas vascos y catalanes y dijeron “bueno, a ver cómo nos repartimos el pastelito”. De esta manera es posible que Izquierda Unida (insisto en ella porque es un partido nacional y el gran perjudicado por este sistema, aunque a lo mejor habría que comenzar a incluir también a UPyD) tenga 60.000 votos en Asturias y obtenga 1 diputado, y ERC consiga su diputado en Gerona con 43.000 votos en 2008.
Alternativa: la elección directa del poder Legislativo, a nivel nacional y sin circunscripciones. Tantos escaños, tantos votantes, tantos votos por escaño. Y fin.

2º) EJECUTIVO:
El Gobierno. La cosa se pone interesante, pues siguiendo algo dicho más arriba (“Muchos incautos creemos que cuando vamos a votar (…) votamos a Zapatero o a Rajoy o a Llamazares o a Rosa Díez, pero no”) nos damos cuenta de hasta dónde se malversa la separación de poderes: el Ejecutivo es elegido por el Legislativo. Es decir, que los diputados del Congreso (localizado en la confluencia de la Carrera de San Jerónimo con la plaza de las Cortes) reunidos en pleno, votan y eligen (en primera votación con mayoría absoluta y si no en segunda con mayoría simple de la mitad+1) al Presidente, tras un Debate de Investidura. Posteriormente (tras los aplausos, cócktail, etc…) el Presidente jura o promete su cargo ante el Rey y nombra luego a los Ministros. Acabado el proceso, Presidente y Ministros (que pueden ser diputados o no serlo, es decir, yo mismo, ahora, podría ser ministro si me nombrase el presi… que no creo) tienen una bancada azul para ellos reservada en el Congreso de los Diputados.
Es decir: el Legislativo elige al Ejecutivo, no el pueblo soberano. Podríamos caer en la trampa de decir “pero el Legislativo está elegido por el pueblo”… ¡Amigo! ¡Pero está elegido PARA LEGISLAR, NO PARA ELEGIR AL PODER QUE DEBE GOBERNAR!
Alternativa: Que ambos poderes sean elegidos en votaciones directas y distintas: una para elegir a los diputados, y otra para elegir al Presidente, como se hace en Francia, o en Estados Unidos de Norteamérica (donde al igual que en Gran Bretaña, el complicado procedimiento de Impeachment [“bochorno”] es el único camino para que el Legislativo tome declaración el Ejecutivo, como le pasó a nuestro recordado amigo Bill Clinton). Elecciones “Legislativas” y elecciones “Presidenciales” en las cuales sí que meteríamos en la urna el nombre de Zapatero, Rajoy o el sumsum corda.

3º) JUDICIAL:
La Justicia ha sido representada tradicionalmente como una mujer vendada sosteniendo una balanza, de ahí el dicho “la Justicia es ciega”. En España, es ciega y algo más, a mi parecer. ¿Por qué? Vamos rápidamente para acabar:
Los Jueces administran la Justicia “en nombre del Rey”. El poder Judicial se organiza entorno a la institución del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), administrativamente a la misma altura que el Congreso de los Diputados y que el Consejo de Ministros. El CGPJ está presidido por el a su vez presidente del Tribunal Supremo, y formado por 20 miembros llamados vocales. ¿Cómo se elige a esos 20 vocales? Ahí está la cuestión:
-12 son propuestos por el Rey. Pero como sabemos, la monarquía es parlamentaria, es decir, depende del Parlamento. El Rey reina pero no gobierna, no es sujeto de derecho, no es responsable de sus actos (lo es el Consejo de Ministros). Por tanto, esos 12 vocales que propone Juancar le son a su vez dados a él por el Parlamento, a razón de 6 el Congreso y 6 el Senado, teniendo que ser aprobados sus nombres por al menos 3/5 de la Cámara correspondiente, es decir: PP+PSOE, gracias a la Ley Electoral que vimos al inicio. A su vez, esos 12 magistrados propuestos el Parlamento los ha recogido previamente de una lista de 36 nombres facilitados al mismo por las asociaciones de Magistrados con al menos el 2% de representación del censo de jueces.
-Los 8 restantes son directamente aprobados por el Parlamento por la misma mayoría de 3/5, a razón de 4 el Congreso y 4 el Senado (PP+PSOE)
Las condiciones que estos prohombres deben cumplir para formar parte del CGPJ son dos: ser de “reconocida competencia” y “llevar al menos 15 años de ejercicio profesional” (todo esto está establecido en Leyes Orgánicas y en artículos de la Constitución que ni voy a citar).
Es decir: El Legislativo elige al Ejecutivo, y JUNTOS ellos dos ELIGEN AL JUDICIAL.
Alternativa: De nuevo en EEUU, por ejemplo, los jueces son elegidos por sufragio universal. Aquí podríamos hacer lo mismo, o elegir por sufragio popular a los jueces de instancias inferiores, y posteriormente éstos elegir (por sufragio interno de entre todos ellos) a los jueces de instancias superiores. Otras ideas o baremos podrían ser el número de años de servicio sin haber sido si quiera llamado a declarar por cohecho, el número de sentencias emitidas y de entre ellas el número de las que no fueron apeladas, el número de casos iniciados de oficio (con indicios propios), etc etc…

En definitiva, efectivamente en España no hay Democracia Real, sino un régimen de partidos políticos, en el que no hay separación de poderes sino de FUNCIONES (sin mencionar ni entrar en más cosas como la prensa, ese llamado “cuarto poder” que también responde a intereses controlados por los partidos…)

Por tanto, pidamos democracia real, desde luego que sí, pero sabiendo qué tenemos y hasta dónde podríamos llegar. En cualquier caso, soy pesimista en esto (aunque no al 100%).
Recuerden: hablamos de España.

lunes, 2 de mayo de 2011

El inicio del Dos de Mayo de 1808

¡Hola a todos de nuevo! Después de algún tiempo sin escribir, vuelvo para conmemorar ese Dos de Mayo madrilegno con un texto que encontré pro ahí en internete. ¡Feliz fiesta a todos!


"(...) Y en ese instante, a unos metros de allí, en Palacio se abre una ventana de manera furibunda. La madera golpea contra la piedra, astillándose y cayéndoles los pedazos sobre las cabezas a los primeros paisanos que encabezaban la turba. En el balcón se asoma un gentilhombre de Palacio, extremeño de Badajoz, mayordomo de semana del Rey: el teniente coronel de infantería Rodrigo López de Ayala Barona. Abre los brazos, en actitud apocalíptica, y exclama:
            -¿Sois españoles? –clama el pacense, abriendo los brazos todo lo que puede, agitándolos-: ¿Sois ES-PA-ÑO-LES? ¡PUES A LAS ARMAS, COÑO, QUE NOS LO LLEVAN! ¡QUE SE LLEVAN AL INFANTE!
            Ruge la multitud de abajo.
-¡Que nos los llevan!
-¡Armas! ¡Armas!
Y esas dos proclamas comienzan a correr como la pólvora por todo Madrid. Uno de los tropeles que las vocifera pasa junto a la casa de José María Blanco White, cerca de Palacio. Blanco White se asoma a la ventana, alarmado. Abre la hoja de la ventana y pregunta a un fulano de abajo:
-¡Eh! ¿Qué decís, hombre?
-¡Los gabachos! ¡Que nos llevan al infantito y están sobre el pueblo! ¡Armas, coño!
 A esas alturas son ya setecientas personas, o más, las que han ido llegando desde las casas cercanas y ya no tan cercanas, acudiendo ante el rumor propagado boca a oreja en un santiamén. El carruaje que esperaba, ya sin caballos, junto a la puerta del Príncipe, es zarandeado y volcado al suelo. El equipaje de la infanta María Luisa se desperdiga por el empedrado.
            Entonces, se escuchan las botas de la tropa francesa acercarse a Palacio, y el tambor marcando el paso, run run PUM run run PUM run run PUM, y alé alé, le soldadés, vivelempereur, la Frans, espagnolos de la merdé. Chusmé.
            Justo en ese momento, José María Blanco White llega a la plazuela de Santo Domingo, donde desembocan cuatro calles, una de las cuales lleva a Palacio, y escucha Blanco White ese mismo parcheo en la piel del tambor francés. Y se le eriza el vello. Y Alonso y Tomás, que ya casi habían logrado salirse de la batahola, ven acercarse aquél percal, y no les queda más remedio que dar media vuelta, corriendo como nunca en su vida. A la bayoneta calada iban otra vez los franceses, nada menos.
            -¡Alonsín! ¿¿Pero éstos no eran aliados?? -grita el mulero mientras corre junto a Alonso en dirección a las puertas de Palacio, con el corazón en la boca.
            -¡Eran, Tomás! ¡Eran!
            -¡Pues su puta madre, Alonsillo! ¡Su puta madre!
            El batallón de la Guardia Imperial avanza sin remisión a paso de carga, y los tambores retumbando, y el suelo que retiembla bajo los cascos de los enormes caballos de guerra que montan los polacos del escuadrón de caballería. Llevan consigo tres piezas de artillería de a veinticuatro que emplazan embocándolas frente a la puerta del Príncipe. Son las diez y media.
            Cunde el pánico entre los ya mil vecinos arremolinados en la plaza. Todos se empujan, atropellándose, cayendo al suelo. En el palacio Real han cerrado las puertas. Se ve movimiento frenético tras las ventanas. O’Farril y los infantes se refugian en la cámara del Palacio. Los guardias de corps y los alabarderos van de aquí para allá, qué pasa, mi coronel, que quieren los franchutes tomarnos el Palacio por las bravas, por lo visto, cierren todas las puertas y que aquí no pase ni Dios, y todo Cristo a municionar.
            En el último instante, los franceses rectifican la posición de las piezas artilleras, que dejan de apuntar a Palacio y embocan, directamente, a la gente. Y en esto que levanta el sable el oficial francés, y mucha gente que se echa al suelo sin dejar de insultar a los franceses.
            -¡¡Alonsillo!!
            -¡Agáchate Tomás, joder!
            El mulero y el maestro, que nunca se vieron en una como aquella, juntan sus cuerpos con los demás vecinos, intentando protegerse los unos a los otros. Algunos miran hacia atrás, desesperados, hacia las puertas de Palacio cerradas a cal y canto.
            -¡¡Que nos matan, Alonsín!!
            -¡Calla y agáchate! ¡No levantes la cabeza!
            Y entonces, es el propio Alonso quien la levanta por un instante, justo el tiempo necesario para ver, como en un sueño macabro, cómo el sable reluce al tibio sol de aquella mañana plagada de nubes de presagio. Y cómo ese sable curvo alcanza el cénit y el reflejo de la luz repasa todo su filo. Y cómo baja de súbito.
Y entonces un grito exhalado desde la garganta de un paisano que se tapaba la cabeza cruzando sobre ellas las manos, ¡HIJOS DE PUTAAAAA!, se solapa a la orden del capitán de la Guardia Imperial, ¡FEU[1]! Y el final de ambos gritos se confunde con la primera descarga de fusilería[2].
José Rodrigo de Porras, el portero de Cadena más antiguo de Palacio, es herido en cara y cabeza por una bala de rebote. Joaquín María de Mártola, mayordomo de la infanta María Luisa, recibe un impacto en el hombro derecho. Y Rodrigo López de Ayala, que es herido en el pecho, asomado como estaba a la balconada[3]. Con ellos, son abatidos muchos vecinos a sangre fría. Tras la primera descarga se desperdiga por la plaza el humo de los fusiles, y la gente empieza a gritar, mitad por miedo y mitad para insultar a los franceses. Muchos hacen las dos cosas a la vez, matando dos pájaros de un tiro.
Tomás se palpa el cuerpo: la cabeza, buscando sangre, el estómago, los testículos. Se palpa el pecho. Está entero, parece. Mira hacia abajo y ve a Alonso en el suelo, inmóvil, las manos sobre la nuca.
-¡ALONSO!
Se agacha el mulero como un rayo, buscando al maestro. Agarra a Alonso por la espalda y tirando de su ropa lo levanta a pulso, de puro nerviosismo. Aunque Tomás se temía lo peor, Alonso parpadea y se tiene en pie por sí solo. El estruendo de la descarga lo ha aturdido y sólo puede oír un pitido monocorde dentro de su cabeza. Por señas, le hace entender al mulero que está sordo perdido.
-¡Y yo, Alonsillo! ¡Y yo! (...)"


[1]     Aclaración: feu, además de feo en bable o asturiano, es fuego en francés.
[2] Una placa encastrada en un pequeño monumento de mármol blanco, en la plaza de Oriente de Madrid, recuerda el lugar exacto donde se produjeron las primeras descargas. Tiene el siguiente texto, la placa: “A los héroes populares que EL 2 DE MAYO DE 1808 iniciaron en este mismo lugar la protesta y  sacrificio contra las tropas extranjeras. El Círculo de Bellas Artes. 1908. Repuesta por el Ayuntamiento de Madrid. 1947.”
[3]     Producto de esa herida, Rodrigo López de Ayala morirá tres días más tarde.

martes, 11 de enero de 2011

En Avilés había una vez

En Avilés había una vez una muralla, de tres de alto por uno y medio de ancho, abierta con cinco puertas y guarnecida por dos barbacanas, y con un camino de ronda y un adarve que fue paseo hasta que se demolieron los lienzos.
En Avilés había una vez una fuente de la Cámara, que fue fontanal con arqueta hasta que la enterraron los años y la remataron unas obras municipales.

En Avilés había una vez dos torres gemelas, una llamada de los Alas, otra del Alcázar. La primera adosada a la casa-palacio de la misma familia, entre la iglesia de San Nicolás (hoy San Fran) y el palacio de Camposagrado, artillada con cañones y aspilleras; la segunda era, como la alada, de cinco lados y tres pisos con un reloj con barra de torsión y campana encima y dos manecillas: una para las horas, otra para las medias.
En Avilés había una vez unos alfolíes o almacenes de sal, junto a la puerta del puente, que ahora no se sabe a qué se dedican, o qué guardan.
En Avilés hubo un día un poblado a las afueras llamado de San Sebastián, con ermita dedicada a tal santo y todo, y al que se iba cruzando por el puente y atravesando el camino de igual nombre, y que quedaron, poblado y ermita, anegados por el tiempo.
En Avilés hubo pósitos de grano en la calle Rúa Nueva (Fruta), y tres conventos de los que subsiste uno: el de San Francisco (hoy San Nico). Los otros dos, de la Merced y de San Bernardo, sobreviven también pero en esencia, con el alma repartida entre piedras reutilizadas.
En Avilés hubo guerras y bombardeos, y un victorioso desfile militar, aunque de todo eso, por fortuna, nada queda.
En Avilés había una vez un teatro-circo, llamado Somines, que voló por los aires en 1937 gracias a un gentil bombardeo; y un Iris, abandonado en 1956; y un Clarín, ídem en los setenta; y un Chaplin, un Florida y un Canciller, ídem en los ochenta; y un  Almirante, en los dos mil. Como en Los Inmortales, sólo queda uno: el Marta, cine palaciego donde los hubiere.
Hubo en Avilés tres campos, a saber: del Faraón (cerca plaza la Merced), de San Roque (aprox. parque del Carbayedo e iglesia de San Rocky IV) y de Bogad (cerca de la estación de autobuses).
Hubo en Avilés una playa de San Balandrán, a cuya vida estaba adosada una lancha por nombre "de Velilla". 
Y hubo un tal Pachico, hijo de un capataz, los cuales, juntos páter et filio, curraron en la canalización de la ría allá por el diecinueve, y cuya mano (la de Pachico) avisaba antorcha en ristre a los barcos para que virasen a estribor al entrar en nuestro brazo marino por la curva que ahora lleva su nombre.
En Avilés había una vez un Fuero que decía que dentro de los muros de la Villa "nadie es más que nadie".
En Avilés hubo una vez jamones, y vino. Y se fue.
En Avilés había una vez prados y colinas y bosques que rodeaban la Villa bajo la sombra de la sierra del Bufarán.
Hubieron en Avilés terremotos, inundaciones y nevadas variadas, y un escribano por nombre Reconco, que empeñóse en contarlo todo.
Hubo en Avilés un rollo que no era sino un poste de piedra para ajusticiar reos. Primero en la plaza de fuera de la villa (Parche), y luego, cuando ya fue rémora, colocáronlo a la entrada de la calleja de los cuernos esquina la Cámara. O sea, mal rollo.
En Avilés hubo una vez monedas romanas con la jeta del emperador Nerón en medio (sin lira), y con la diosa Ceres y espigas de trigo.

Hubo una vez en Avilés un novelista.
¿Habrá más? Lo intento.

Había una vez en Avilés cosas que fueron y no son; cosas que son y no fueron.
Cosas que fueron, y que son.
¿Serán?

En Avilés, una vez, hubo un Cronista.