En mi última visita a casa (Avilés) encontrábame yo en una charla distendida y familiar, al socaire del último día de fiesta nacional. En un momento dado, el menda afirmó (con total convicción, y corrigiendo a otra persona) que los patos, en general, tenían alas pero eran incapaces de volar, como si tal fuese su naturaleza. Entonces David, sin darse importancia ni haciéndome sentir inepto, hizo una acotación sobre el asunto:
"-Sí que pueden volar, lo que pasa que a los patos del parque les cortan las alas, para que no marchen."
"-Sí que pueden volar, lo que pasa que a los patos del parque les cortan las alas, para que no marchen."
Bueno, esto puede parecer de perogrullo, y de hecho lo es. ¡Tantos años pensando que los pobres patos, ánades, anátidas en general, no poseían el don de Hermes! ¿Influenciada mi mente por la presencia del pato Lucas y/o Donald? Puede ser, pero no es a lo que voy.
A lo que voy, es a que algo que pueda parecernos simple, más claro que el agua, de cajón, siempre tuvo un primer descubridor o descubridores, y antes que él/ellos, tuvo unos primeros investigadores del asunto.
Digo esto porque el sábado pasado vimos "Agora", la nueva peli del Amenábar. Trata, como casi todo el mundo sabrá, de una parte de la vida de la filósofa Hipatia de Alejandría (finales siglo IV d.C.), en el tiempo en que los filósofos investigaban, teorizaban y se mojaban las manos comprobando (ensayo y error, etc) las teorías que bullían en su mente. La peli nos muestra a Hipatia como una investigadora del círculo, esa forma perfecta que, en principio, debe regir, en tanto que perfecta, el ordenamiento del universo, del mundo, de la vida.
Pero no todo lo perfecto termina funcionando. No digo más, para los que aún no la hayais visto.
Pero la peli habla de algo más. Está ahí un interesante reflejo del conflicto civil-religioso, a nivel histórico (miel para la abeja que soy yo), reflejado entre el obispo Cirilo (el futuro San Cirilo) y el prefecto Orestes, autoridad civil de un Imperio Romano a un tris de desaparecer (recordemos, fin "oficial" del Imperio de Occidente en 476 d.C.). También tenemos el conflicto personal, gentes que eran paganas al principio y terminaron convirtiéndose al cristianismo, la religión de moda y en auge, bien por propia convicción bien para medrar bien por obligación para salvar el pellejo, que eso siempre cuenta mucho. También hay amor, pero en una medida normal, platónico a veces, lo cual viene también al pelo (por lo del filósofa, y tal). Y, no nos engañemos, también es una película de Mujer. Una filósofa que da clases, que investiga en matemática y ciencia, que es una autoridad reconocida en la Biblioteca de Alejandría, pasada por el tamiz del cristinanismo se convierte en eso, una mujer, sin aditamentos, destinada, precisamente, a ser el aditamento del hombre, del varón. "Debe callarse", en general, según las Escrituras que lee el obispo Cirilo. Es lo que hay.
Hay dualidad en la peli. Los "malos" no son estúpidos, aunque algunos vayan de negro. Dentro del cristianismo también vemos luz (el obispo Sinesio de Cirene, por ejemplo, y las obras de caridad social repartiendo pan entre los pobres), y dentro de los paganos también vemos oscuridad (la intolerancia respecto a las nuevas ideas religiosas, la sed de venganza). Aunque supongo que todo esto cada uno lo interpretará acorde con sus propias convicciones. Como le venga en gana, vamos.
El círculo. La Tierra. El planeta, digo. Lo vemos constantemente, en planos hiperabiertos que descienden desde la ionosfera hasta el delta del Nilo donde se enmarca Alejandría, de seguido, sin corte de plano, en una peli española. Ya era hora, caray.
Pero el Amenábar nos engaña, nos somete a un fraude bien pensado. Todo el tiempo hablando del círculo, mostrándonos el Planeta entero, como si este fuera, realmente, un círculo. Pero todo es una apariencia. ¿No está, acaso, achatada por los polos...?
La peli es buena. Pienso que es la mejor película española del año, y de otros años también, y lo digo sin haber visto todas las demás, pero ni falta que hace. Pero no es una obra maestra. Muchas veces le falta "punch". Le falta algo. Emoción, a veces. Una música que hile las imágenes de una forma reconocible y emocionante. Esos zoom brutales sólo son acompañados por un lejano rumor. Hace falta más. Las peleas callejeras no admiten, a estas alturas, a secundarios y terciarios balanceando una pala de dientes parados sin saber dónde meterse para pelear. Alejandría es hermosa tal y como la retrata Amenábar, pero se echa en falta algún plano medio y corto más, de otros lugares que no sean la biblioteca y, precisamente, el ágora, esa plaza pública a la que accedían los ciudadanos en la antigua Grecia (no al Zigurat, por ejemplo, el templo al que sólo entraban los sacerdores).
Pero está bien, Alejandro Amenábar. ¿Qué habrías hecho con Alatriste? Ese héroe abatido reflejo de una España imperial a punto de deshauciarse, en una ciudad oscura donde por menos de nada te endiñaban dos palmos y medio de acero vizcaíno en una esquina.
El círculo. Lo perfecto no existe.
Todo, en la Vida, se puede curvar.
Id en paz, hermanos.