viernes, 16 de julio de 2010

16 de Julio de 1926

Hoy me he levantado una sensación extraña, con ese vaivén mental que nos agosta la mirada cuando, entre sueños y duermevelas, tenemos una experiencia muy vívida y, a la vez, muy lejana.
Esta noche he soñado (o no) que llovía a cántaros mientras atardecía, y que yo caminaba por un paisaje oscuro lleno de árboles que goteaban, y todo era muy verde, y muy pardo. Y hacía frío y el viento rugía y las ramas del bosque temblaban y los animales, escondidos, se retorcían de frío.
Y allí estaba yo, caminando, vestido como un montaraz de esos que protegían en silencio la Comarca. Que si el embozo, que si la capa que te camufla en la espesura, que si las botas altas para caminar a grandes trancos, y tal. Y estaba (yo) avanzando a paso rápido hasta que encontré al fin la entrada de la taberna. Curiosa, la taberna, porque en mi ensoñación estaba dentro del tronco de un inmenso castaño, y de su vientre manaba una luz amarillenta, dorada, y un olor a charlas y a risas, y a bebida tibia y comida caliente. Y alguien cantaba. Así que me dije que bueno, venga, voy a pasar de ponerme como una sopa a tomarme una sopita calentina.
Y dentro, cuando ya hube pedido, y sorbido el caldo, y echado una ojeada a la estancia y su clientela, noto que desde un rincón alguien me mira insistentemente, y que lleva la capucha sobre el rostro, y que sólo se le ven los ojos, que brillan a la luz de los candelabros. Y en esto que el posadero se me arrima y me dije una mijita al oído que ese tipo del fondo no ha parado de mirarme en toda la noche. Y yo digo que vale, que de acuerdo, que vamos a ver qué se le ofrece porque a lo mejor me quiere comprar los monos que llevo en la cara, y me gano un dinero.
Y me acerco, sentándome en frente del misterioso embozado. Y digo buenas noches, nos de Dios. A qué tanta mirada, buen hombre. Y éste, que parece viejo y es silencioso cual tumba, se echa para atrás la capucha y me mira a los ojos.
Y entonces le reconozco.
Debí agitarme en mi ensoñación noctura, nervioso, al tener delante de mí a mi abuelo. No obstante, como todo el mundo sabe, en el Reino de Calderón de la Barca muy pocas veces se pierden la compostura y los papeles, así que lejos de gritar o de llorar, lo que hice (creo) fue levantarme e ir hacia él para abrazarle y besarle.
Pero mi abuelo alzó una mano.
- Rubenín, si me abrazas me iré. En la Eternidad, o en lo que sea esto, sólo somos recuerdos de aire. Abrazarías el vacío, hijo.
Me guardo las ganas.
-¿Qué.. cómo.. cuándo... por qué...?
-¿Cómo que por qué, hijo? Yo también os echo de menos, que te crees.
-Pero es un sueño mío...
-Claro. Es la mejor materia para hablar un ratín.
-Casi no recordaba tu voz.
-No te preocupes, hijo. Yo la vuestra la oigo siempre.
E, increíblemente, después de doce años, Tato y yo volvimos a mantener una más de nuestras charlas.
-Y cómo está el mundo, Rubenín.
-Está, Tato, que no es poco, aunque muchas cosas no te gustarían; otras sí, algunas.
-Dime sólo las que me gustarían.
-Diego.
Se hace un silencio.
-Me encanta. Pistonudo mi nieto.
-Eso pienso yo, pero lo veo muy poco. Es culpa mía, como lo fue el que...
-Déjate de culpas. Tú lo que tienes que hacer es seguir un camino, recto, en la vida, y ser un señor, donde sea y ante quien sea. Hay mucho palurdo, mucho quinqui, mucho borrico. Y escoge bien.
-Hombre...
-Ya. Ya sé que no estás de acuerdo, pero coño, déjame al menos decírtelo, que aunque tu abuelo lleve doce años en el otro mundo, sigue siendo tu abuelo. O sease, yo.  
-Eso es mucha cantidá, como decías tú. Y hoy cumplirías 84 años, y eso también es mucha cantidá.
-Mooeeeeecaaa, es verdá. Mucha cantidá.
Y entonces no pude reprimirme, según recuerdo en la nebulosa de mi mente, y fui sobre él, y al abrazarlo se esfumó como una nube de humo soplada por un viento repentino. Y las luces de la taberna en el castaño, los ruidos, las canciones, las charlas... todo se esfumó también, se apagó, se diluyó en un silencio eterno.
-Rubenín Rubenín, siempre por el camino difícil.
-Ya pero...
-Sssshhh... Os quiero. Os quiero a todos. Quisiera daros tres besos a cada uno, como hacen los rusos.
-Y yo te...

Me desperté, pero aún recién huído de la duermevela, pude escuchar el eco de su voz:

          Slit Baizt