viernes, 21 de mayo de 2010

Ridley Hood, pídemelo bien...

El bueno de Sir Ridley Scott (1937) cuenta con una ventaja sobre los demás directores: se llama Ridley, y eso ya impone. No es lo mismo llamarse Tomás Arango, que Ridley Scott. Ojito.
Reconozco que suelen gustarme las películas de Sir Ridley, desde los tiempos de "Los Duelistas", "Alien", "Legend", "1492: la conquista del paraíso", "Blade Runner" y "Thelma y Louise", hasta las recientes "Gladiator", "Black Hawk derribado", "El reino de los cielos" y "Un buen año", una preciosa película, esta última, por cierto. 
El binomio formado con Russell Crowe también me gusta. Es un actor, me parece, muy profesional; me creo sus papeles, desde aquella del oeste con Sharon Stone de pistolera ("Rápida y mortal") hasta "El dilema", "Prueba de vida", "Una mente maravillosa", "Gladiator" y "Master and Commander", interpretando genialmente a Jack Aubrey (con permiso de Deivi).
No obstante, Ridley es capaz de hacer esas películas, las cuales me gustan en su totalidad (unas más, otras menos), y también, porque él lo vale, de hacer cosas como "La teniente O'Neal" y "Tormenta blanca"... 
Ahora, Ridley (a sus setenta y dos castañas) y Russell vuelven a asociarse para ofrecernos (y ganar tela, claro está) otra película sobre Robín de los Bosques. Y, oigan, me ha gustado. Mucho.
Películas sobre el hombre que robaba a los ricos para dar el dinero a los pobres (que se presente Robín Hood) hay unas cuantas, desde aquella del gran Errol Flynn hasta la de Kevin Costner. En este sentido, Ridley, que por inventar, es capaz de inventarse a sí mismo si le place, ha entendido que haber hecho un remake no tendría demasiado éxito. Por eso, y sabiendo el bueno de Ridley que todo mito o leyenda tiene un origen, por lejano que sea, se propone esta vez contarnos la historia de antes, el origen del mito. 
Hace tiempo que deseché fiarme de las críticas antes de ir a ver las películas. Para llegar a esa conclusión, utilicé el método científico de: veo primero la película y posteriormente leo las críticas, y luego comparo. Y madre mía. En muchos casos, pareciera que la película por la que pagué mi entrada fuese otra. En este caso, ha pasado igual. 
Desde las batallas de "Braveheart", "Gladiator", "El Reino de los Cielos", el Abismo de Helm y el sitio de Minas Tirith ("El señor de los Anillos"), "Alejandro Magno" (batalla de Gaugamela), incluso las navales de "Master and Commander" y terminando por "Avatar" (hablamos de cine "moderno", claro está, porque también podríamos referirnos a "Espartaco", "Tora, Tora, Tora!", e incluso a las mastodónticas megaproducciones del cine mudo de los años 20)... desde esas batallas cinematográficas, ya es complicado sorprender bélicamente en las salas de cine. En este sentido, "Robin Hood" no posee su punto fuerte en las escenas de acción (estando muy bien rodadas), con una salvedad: el asedio inglés al castillo de Châlus, en Francia, sitiado por Ricardo Corazón de León en su camino de regreso desde las Cruzadas. Es emocionante, para un historiadorcillo, ver a un Ricardo III de Inglaterra alejado de la imagen de Sean Connery en "Robin Hood: el príncipe de los ladrones", la divertida película de Kevin Costner. Aquí, Ricardo Lionheart nos es presentado por Ridley como el hijo de Leonor de Aquitania, imponente de presencia, la melena rubia al viento, balanceando la espada al frente de la tropa gritando aquello de "¡¡Mirad como luchan con corazón de león!!". Su destino es el que se refleja en la película, y no el que nos cuenta la leyenda. 
El punto fuerte está, para mí, en que mediante una serie de mecanismos, el bueno de Ridley fue capaz de llevarme de la butaca del cine hasta la Inglaterra del siglo XII; plantando los campos al amanecer, el violín del bardo, la miseria del pueblo de Nottingham (me gustó siempre este nombre), los bosques ingleses interminables, la campiña, la caballería subiendo la ladera hasta lo alto del acantilado, el recuerdo del asedio de Acre y el asesinato ordenado por Ricardo Lionheart de más de 3000 prisioneros musulmanes. Cate Blanchett como Lady Marian Locksley me encantó. Genial escena del famoso "...pídemelo bien...". Como Ridley es un tipo que será lo que sea, pero saber, sabe, nos va colando los elementos del mito en la trama histórica, a veces con humor, incluso: fray Tuck y sus abejas y su cerveza, el pequeño John, el rey Juan sin Tierra... ¿Que altera la historia? Bueno. ¿Que la carta de derechos se firmó muchos años después? Bueno. ¿Que el desembarco francés no ocurrió en esas circunstancias ni en ese tiempo? Bueno. Ridley puede inventarse eso y mucho más, porque para algo es Sir, y hacer, además, que quede bien. Es un maestro del filo de la navaja.
Sobre la música de Marc Streitenfeld, decir que está bastante conseguida (la llevo en el ipod, luego ha pasado "mi prueba"). La gaita, el laúd, bouzoki, violín, la flauta... aportan un toque muy singular a la orquesta completa. Mi tema favorito es el último, "Merry men" (los alegres acompañantes de Hood), también el de la última escena de la que hablaré un poco más abajo. 
El barco que lleva de vuelta la Corona de Ricardo a Londres entra en el estuario del Támesis, y la cámara sobrevuela muy arriba la embarcación. Resuenan fanfarrias a lo Miklós Rózsa (ejem), y Ridley nos dice mirad, hermanos, la torre de Londres en el siglo XII. Y recreándose. Para mí, eso valió la entrada. Pisha. 
Dice el maestro Pérez-Reverte que cualquier historia, de cualquier género, ambientada en cualquier época, lugar y circunstancia, para valer la pena debe hablar, al final, del corazón del Hombre. Decía Tolkien que una buena parte de los mitos, nacen del corazón de los Hombres, cocinados en una gran marmita, y servidos a fuego lento por la Historia, que los altera y condimenta. Ridley, en este "Robin Hood" que me ha encantado, une en la escena final la Historia con la Leyenda, haciéndolas convivir durante la película como buenas amigas, y dando paso la una a la otra en las últimas imágenes de una forma tranquila, armoniosa y hermosa:
Simplemente, una flecha hiende el aire, saliendo de la nada. 
Y se clava en un roble.


"Alzaos una y otra vez, hasta que los corderos se conviertan en leones"